La insinuación de Donald Trump de que estaría dispuesto a reunirse con Nicolás Maduro, así como los comentarios que hizo de Juan Guaidó, según su exconsejero de Seguridad John Bolton, no solo suponen una sacudida a la estrategia que ha seguido su Administración en el último año, sino que son también un golpe a la principal figura de la oposición, a quien 60 países, con EE UU al frente, aún reconocen como presidente encargado del país. Las declaraciones revelan la fragilidad de las posiciones de Trump, a las que se ha supeditado la mayoría de la oposición, y que, como suele ocurrir, pueden dar un giro en cualquier momento.
El presidente de Estados Unidos ha tratado de minimizar sus declaraciones y ha sostenido que la posibilidad de reunirse con Maduro solo tendría como fin el abandono de este del poder. Sus principales asesores para América Latina han reforzado, además, el respaldo a Guaidó, a quien Trump se refirió como un “crío” —según relata Bolton en su reciente libro— pese a que recientemente lo recibió en la Casa Blanca y fue ovacionado por todo el Congreso, tanto por republicanos como demócratas. En un sector de la Administración de Trump ha calado, por otro lado, cierto recelo hacia la oposición, sobre todo tras el chapucero intento de derrocar a Maduro que contó con la participación de mercenarios estadounidenses y sobre el que aún persisten muchas dudas sobre los autores intelectuales de la operación.
El silencio inicial de los asesores de Guaidó y la necesidad, después, de resaltar que cuenta con el decidido apoyo de la Casa Blanca dan una idea de hasta qué punto el líder opositor ha supeditado sus movimientos al visto bueno de Washington. Al depender de una figura tan inestable como la de Trump, no hace más que reforzar la incertidumbre y el estancamiento de su proyecto, que a veces muestra síntomas de alejarse de las necesidades urgentes de su país. Unas necesidades a las que Maduro no ha sabido responder, y menos aún si eso pudiera significar la mínima posibilidad de abandonar el país.
Venezuela tiene previsto celebrar elecciones parlamentarias este año. El Gobierno de Maduro, con la conformación de un nuevo Consejo Nacional Electoral y tras otorgar el protagonismo en los principales partidos a quienes no son sus líderes, ha dado nuevas señales de que quiere asegurarse de que las reglas del juego le son propicias y así garantizarse el control del Parlamento, el único organismo elegido democráticamente en el que no tiene el poder. Hacer todo lo posible para que puedan celebrarse unos comicios indiscutibles y con supervisión internacional debe ser el objetivo de la oposición, para lo que tiene que contar con el apoyo unánime de la comunidad internacional, el liderazgo de la Unión Europea y de países como España.
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