Ni perdón, ni arrepentimiento, ni atisbo alguno de cambio de tono. En su primera aparición pública desde que el pasado miércoles hordas de sus seguidores asaltaran el Capitolio, en una asonada que se saldó con cinco muertos y numerosos agentes heridos, Donald Trump ha dicho este martes que sus comentarios arengando a la multitud sublevada fueron “totalmente apropiados”. Y, jugando de nuevo con el fuego de la ira de sus bases, ha añadido que los esfuerzos del Congreso para destruirlo están causando “un enfado tremendo”.
El fatídico miércoles día 6, en el escenario montado junto a la Casa Blanca para la “Marcha para salvar América”, el presidente animó a sus miles de seguidores, llegados de todo el país, a “pelear como el demonio” y marchar hacia el Capitolio para protestar. “La gente cree que lo que dije fue totalmente apropiado”, ha comentado este martes Trump, antes de emprender una visita a la frontera con México en Texas, respondiendo por primera vez a los periodistas desde el asalto al Capitolio. Tras suspender Twitter y Facebook sus perfiles en las redes sociales, por considerar que su actividad en ellas incita a la violencia, el presidente ha perdido la que ha sido en estos años su principal vía de comunicación, lo que le ha desterrado de la conversación pública en un país conmocionado por la violencia perpetrada en su nombre la semana pasada.
Trump ha eludido las preguntas sobre su responsabilidad en los hechos y ha querido restar importancia al histórico asalto al Capitolio, comparándolo con las protestas por la justicia racial, también violentas en ocasiones, que recorrieron el país durante el verano pasado. “Si se mira lo que otra gente ha dicho, políticos de alto nivel, sobre los disturbios durante el verano, ese fue un verdadero problema”, ha defendido.
Mientras el FBI y el Pentágono alertan de que la extrema derecha planea nuevas marchas violentas ante la investidura de Joe Biden la semana que viene, tanto en Washington como en las Cámaras legislativas de todos los Estados, el presidente no ha dudado en acusar a los demócratas de causar “un tremendo enfado” en el país con el intento de buscar su impeachment por segunda vez. La Cámara de Representantes votó este mismo martes por la noche una resolución en la que se solicita formalmente al vicepresidente Mike Pence que invoque la enmienda 25ª de la Constitución para declarar al presidente Trump incapaz de llevar a cabo sus deberes y obligaciones y despojarle del poder.
La votación se fijaba un día después de que la mayoría demócrata de la misma Cámara baja presentara un artículo de impeachment acusando al presidente de “incitar a la violencia contra el Estado”, al dirigir a unas hordas de sus seguidores a atacar el Capitolio para torpedear el proceso democrático. Si al término del plazo de 24 horas el vicepresidente no interviene, los congresistas demócratas han anunciado que votarán este miércoles mismo el impeachment del presidente, justo la semana antes de que termine oficialmente su mandato y de que el presidente electo, Joe Biden, sea investido en Washington.
“Es una cosa realmente terrible la que están haciendo”, ha dicho Trump sobre la iniciativa de los demócratas en el Congreso, que buscan convertirlo en el primer presidente de la historia sometido dos veces a un juicio de destitución por impeachment. “Creo que continuar por este camino está causando un tremendo peligro a nuestro país, y está causando un tremendo enfado”, ha añadido. Pese a todo, ha agregado: “Yo no quiero violencia”.
En una enloquecida recta final de una presidencia vertiginosa, no solo son los demócratas los que creen que Trump no debería siquiera terminar su última semana en el poder. Al menos dos senadores republicanos han declarado públicamente hasta la fecha que el presidente debe irse “cuanto antes”. Pero no sería ni mucho menos un número suficiente para destituir a Trump en el caso de que la Cámara de Representantes, de mayoría demócrata, apruebe el artículo del impeachment redactado el lunes y lo envíe al Senado, controlado todavía por los republicanos, para que se celebre el juicio.
De celebrarse, el proceso del impeachment en la Cámara alta podría complicar la agenda de los primeros días de la Administración de Biden, que tomará las riendas del país el próximo miércoles. Entre sus prioridades inmediatas está la promoción de un nuevo paquete legislativo de ayuda a una economía golpeada por la pandemia del coronavirus. El presidente electo ha sugerido, en el caso de que salga adelante el impeachment, que el Senado divida en dos su jornada, para dedicar la mitad del tiempo al juicio contra Trump y la otra mitad a avanzar en el paquete de rescate, así como a la preceptiva confirmación de los altos cargos del nuevo Gobierno.
Aunque el Senado se pronunciara sobre el impeachment con Trump ya fuera de la Casa Blanca, los partidarios de la iniciativa defienden que un veredicto de culpabilidad le impediría volver a iniciar una eventual carrera presidencial.
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