“Trump estará dispuesto a hacer casi cualquier cosa para seguir en el poder”



Bastaba una palabra para que el comentario corriera como la pólvora por Twitter a un mes de las legislativas en Estados Unidos: Soros. Los mensajes enlazaban a un artículo del The Washington Post sobre la caravana de inmigrantes de Honduras pero podían encontrarse parecidos ya en marzo con el hashtag #GeorgeSoros. Las historias que circulan por las redes sobre el magnate de origen húngaro no tienen precedentes. Cuentas como las de LorettadeProle, WhoWolfe, LibertyBell100, OneNewsNow, WorldNetDaily o [your]NEWS alimentan esta vorágine de habladurías que le señalan como el ogro que orquesta la “fuerza invasora”.
Siguiendo el rastro de los tuits hay otros usuarios que presentan al octogenario como un antiguo colaborador nazi para decir que está detrás de la protesta de Colin Kaepernick, el jugador de fútbol americano que se arrodilló al tocar el himno en 2017, o que financia las manifestaciones contra Donald Trump. Los mensajes, potenciados por el altavoz de los comentaristas de Fox News y el propio presidente, le dibujan como una fuerza diabólica que alimenta las causas de tinte progresista.

The very rude elevator screamers are paid professionals only looking to make Senators look bad. Don’t fall for it! Also, look at all of the professionally made identical signs. Paid for by Soros and others. These are not signs made in the basement from love! #Troublemakers
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) October 5, 2018

El dirigente republicano llegó a tuitear sin aportar pruebas que las mujeres que plantaron a los senadores en la reciente y controvertida nominación de Brett Kavanaugh como juez del Tribunal Supremo estaban “pagadas por Soros”. Estas habladurías, amplificadas por congresistas como los republicanos Louie Gohmert o Matt Gaetz, llevó a Cesar Sayoc a incluirlo en la lista de receptores de sus cartas bomba durante la pasada campaña electoral. Algo similar sucedió con Robert Bowers, el autor de la matanza en una sinagoga en Pittsburgh, que aseguró que el filántropo judío era uno de los que apoyaba la caravana centroamericana de inmigrantes que se dirige a Estados Unidos.
En Facebook, durante los últimos días han circulado comentarios de grupos considerados pro-Trump que sugerían que George Soros debía ser clasificado como un terrorista. Las redes sociales convirtieron así la enrarecida brisa que corría por las esquinas más oscuras de Internet en un verdadero huracán. Bastaron solo cinco días para que la manipulación alcanzara a buena parte de la opinión pública.

Y todo esto toma cuerpo, además, coincidiendo con un incremento de mensajes antisemitas por Europa y EE UU. Ser superviviente del Holocausto no ha eximido a Soros de ser objetivo de comentarios que le acusan de haber dado la espalda a los judíos cuando era adolescente, para así poder escapar hacia Reino Unido (nacido con el nombre de György Schwartz en Budapest, en agosto de 1930, el mismo Soros ha contado que su familia falseó su identidad para evitar los campos de concentración).
¿Por qué toda esta furia concentrada en una sola persona? La voracidad especuladora que permitió a Soros amasar una fortuna familiar valorada en 25.000 millones de dólares le ha situado en el centro de todo tipo de teorías conspiratorias. Aprovechó momentos de máxima tensión en los mercados como oportunidad. Así se hizo mundialmente conocido por poner de rodillas al Banco de Inglaterra, con su ataque contra la libra esterlina en 1992. También se le atribuye haber alimentado la crisis financiera que castigó cinco años después a Asia.
Especulador y filántropo
Por su manera de explotar el gran casino del capitalismo, el fundador del Quantum Fund está considerado como el segundo mejor gestor de todos los tiempos en Wall Street. Pero también ha cultivado un lado filantrópico. Su papel como mecenas empezó en 1979 con la creación de la organización sin ánimo de lucro Open Society Foundations, cuya primera acción fue dar becas a estudiantes negros en Sudáfrica. Soros canalizó cientos de millones a campañas de la oposición contra dictadores y autócratas de África, Asia y Europa del Este. También se comprometió a apoyar programas que ayudan a personas como él que tuvieron que escapar de la opresión.
Su activismo le puso así en la diana de muchos conservadores por todo el mundo. Durante los noventa empezó a actuar también en EE UU, donde sus acciones en defensa del aborto, de la legalización de la marihuana para uso medicinal, el matrimonio gay o de las políticas contra el cambio climático le han granjeado más de un enemigo. Sus posiciones políticas, abiertamente contrarias a George W. Bush y Donald Trump, y su apoyo a la campaña de Hillary Clinton tampoco le han reportado muchas amistades.
La fundación Open Society niega que George Soros tenga cualquier conexión con la caravana hondureña. Es más, recuerdan que el activista y filántropo es partidario de reducir la inmigración ilegal reforzando las fronteras externas y estableciendo cuotas anuales de refugiados, algo que expresó en algunos artículos de opinión durante la crisis migratoria europea. “La retórica de odio que domina la política alimenta el extremismo y la violencia”, responden desde la fundación. Su presidente, Patrick Gaspard, asegura que George Soros se ofreció ir a Fox News para rebatir estas acusaciones. Se lo negaron. “Es desmoralizante pero no paralizante”, asegura.
En Europa, también se ha acusado a Soros de estar detrás de la llegada de inmigrantes. “Él es uno de los ejemplos más fuertes de aquellos que apoyan todo lo que debilita los Estados nación”, dijo el primer ministro húngaro, Víktor Orbán, en una entrevista radiofónica en 2015. “Estos activistas que apoyan a los inmigrantes inadvertidamente se convierten en parte de las redes que trafican con seres humanos”. El Gobierno de Budapest, y su deriva autoritaria, le han convertido en uno de los grandes males del país porque, aseguran, quiere intervenir en la política interna.
Utopía liberal
Orbán le ha acusado de querer “musulmanizar” Europa con su utopía liberal. Incluso su Gobierno promovió una campaña oficial en la que Soros aparecía en montajes fotográficos como “amigo” de los políticos de la oposición. Además, el cambio de una ley ha forzado a la Central European University, un prestigioso centro financiado por Soros en Budapest, a trasladar buena parte de los estudios a Viena. En Rusia, su fundación fue expulsada en 2015 tras ser clasificada como “indeseable”.
Lo cierto es que Soros está acostumbrado a las conspiraciones. Internet está repleto de entradas que aseguran que estuvo detrás de la primavera árabe, de Occupy Wall Street, del Maidán ucranio … El locutor de radio estadounidense Alex Jones, uno de los favoritos de Trump, le ha relacionado “con la toma de Occidente por parte de los musulmanes”. Pero nunca como ahora, esas conspiraciones han pasado a estar tan en el centro del poder político.



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