La intención de Suecia y Finlandia de formar parte de la OTAN ante el acecho ruso ha topado en Turquía con un escollo inesperado. La reunión que la Alianza celebró este miércoles a nivel de embajadores, minutos después de recibir la solicitud de los dos candidatos para iniciar las negociaciones, ha visto frustrada su intención ante el veto de Ankara. A pesar de que los otros 29 aliados apoyan la entrada de los dos países nórdicos, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ya había mostrado sus recelos. El frenazo al primer paso del proceso de adhesión confirma que Turquía va en serio y espera arrancar concesiones.
El sí de Ankara es imprescindible, ya que la unanimidad de todos los países miembros es necesaria. Erdogan ha calificado a ambos candidatos como “incubadoras” de terroristas por su apoyo a organizaciones como el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). “Están viniendo para convencernos, pero lo siento, no pierdan el tiempo”, afirmó el lunes. “No es posible decir que sí [al ingreso]”, añadió. Pese a estas palabras, Turquía ha dejado ver en las últimas horas que el rechazo a Estocolmo y Helsinki no es definitivo. Pero nada es gratis.
La OTAN, de hecho, mantiene su objetivo de que ambos países se sienten ya como invitados en la cumbre que la organización celebrará en Madrid a finales de junio. “Estamos decididos a trabajar en todas las cuestiones y alcanzar una rápida conclusión”, ha señalado un funcionario de la OTAN tras concluir la frustrada reunión de embajadores.
Más informaciónEmbargo de armas y extradición de miembros del PKK
El resto de aliados creen que la posición de Ankara es negociable y que Erdogan solo busca arrancar concesiones. Entre ellas, la posibilidad de que Suecia y Finlandia levanten el embargo de armas decretado contra Turquía en 2019 como castigo por los ataques turcos en Siria contra milicias ligadas al PKK. Ankara también podría reclamar a Estocolmo la extradición de miembros del PKK. Turquía podría aprovechar la ocasión para exigir a EE UU que dé marcha atrás en los recortes de suministro de aviones de combate aprobados como represalia por la decisión de Ankara de comprar un sistema ruso de misiles.
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Ankara cree que Finlandia y Suecia encubren a miembros de esta organización considerada terrorista, no solo en Turquía, sino también en Europa y en Estados Unidos. “¿Cómo podemos confiar en ellos?”, se preguntaba Erdogan, mientras recordaba que a esos “terroristas” no solamente se les da voz en sus respectivos Parlamentos, sino que también forman parte de él. “Ellos ya impusieron sanciones a Turquía”, afirmó refiriéndose al embargo de armas de 2019 por parte de Suecia a Turquía, cuando Erdogan llevaba a cabo la incursión militar en el cantón kurdo de Afrin, en Siria.
Las objeciones de Turquía se han materializado poco después de que los embajadores de Finlandia y Suecia ante la OTAN hayan entregado en la mañana de este miércoles la solicitud de ingreso de ambos países en la Alianza. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha calificado la candidatura como “un paso histórico” y se ha comprometido a tramitarla lo antes posible. “Este es un buen día en un momento crítico de nuestra seguridad”, ha señalado Stoltenberg tras recibir los documentos en la sede de la OTAN en Bruselas. Helsinki y Estocolmo inician así la cuenta atrás para el final de su histórica neutralidad. Y aspiran a protagonizar, a ser posible este mismo año, la novena ampliación de la OTAN desde su fundación en 1949. Stoltenberg ha recordado que en el proceso de negociación para la adhesión “tienen que tomarse en cuenta los intereses de seguridad de todos los aliados”.
Ankara se queja de la negativa en los últimos cinco años por parte de Suecia y Finlandia a la petición de Turquía de extraditar a 33 personas acusadas de mantener vínculos con el PKK o de pertenecer al movimiento de Fetullah Gülen, acusado de instigar el fallido golpe de Estado de 2016. “¿No nos devolverán a los terroristas, pero nos piden ser miembros de la OTAN?”, se preguntaba Erdogan. Las exigencias no finalizan aquí. Ankara también busca aprovechar la situación para mejorar las relaciones con Estados Unidos, con quien se ha enfrentado por asuntos como el apoyo político y militar del Pentágono a las milicias kurdas YPG en Siria, designadas por Ankara como el ala siria del PKK.
Popularidad de Erdogan a la baja
“La ampliación de la OTAN es significativa para nosotros en la medida en que respeten nuestras sensibilidades”, dijo Erdogan en el Parlamento. Las extradiciones pueden ser una de las piedras angulares en un momento en el que Erdogan ve cómo su popularidad cotiza a la baja. La crisis económica que atraviesa el país es la mayor preocupación de los ciudadanos, con una inflación desbocada que el Gobierno parece incapaz de controlar. Y, a un año de las elecciones previstas para 2023, una oleada de extradiciones o una victoria diplomática del país impulsaría sus perspectivas electorales.
El ministro de Exteriores turco, Mevlut Çavusoglu, dijo desde Nueva York, que quiere limar asperezas con Washington. Otro punto álgido de las malas relaciones de Ankara con Occidente se produjo también en el marco de la OTAN, cuando Ankara compró los misiles de fabricación rusa S-400. Como represalia, Turquía fue expulsada del proyecto de avión de combate F-35 liderado por Estados Unidos, una inversión que le había costado a Ankara 1.400 millones de dólares (unos 1.300 millones de euros). Más tarde, Turquía solicitó la compra de 40 cazas F-16 y 80 kits de modernización para su flota. Para lograrlo, Ankara necesitaría el visto bueno del Congreso estadounidense. Erdogan podría buscar garantías de que va a lograr estas concesiones. En este contexto, la entrega de armas desempeñará un papel importante en cualquier negociación que se lleve a cabo para que Suecia y Finlandia acaben formando parte de la OTAN.
Los esfuerzos turcos por albergar en su territorio las conversaciones de paz entre Ucrania y Rusia, las buenas relaciones entre Ankara y Moscú y, ahora, la petición de entrada de Finlandia y Suecia a la OTAN, sitúan a Turquía en el centro de muchos de los movimientos tectónicos de la política internacional que se han producido a raíz de la guerra de Ucrania.
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