Este miércoles, a las 09.00 de la mañana hora local (07.00, en la España peninsular), 47 horas después de uno de los terremotos que han dejado más de 11.500 muertos en Turquía y Siria, un equipo rescató con vida a un niño de seis años en la ciudad turca de Sanliurfa. Los equipos llegaron a Ahmet Ayaz Abak, que se encontraba bajo los escombros de un edificio de cinco pisos que se vino abajo en el distrito de Yenisehir. Está en el hospital, pero vivo.
Cuatro horas más tarde, decenas de militares, policías y voluntarios encontraron en la misma ciudad ―una de las 10 bajo estado de emergencia― un cuerpo entre los escombros de otro de los edificios que no soportó la fuerza del seísmo del lunes, de magnitud 7,8. El jefe del equipo empezó a gritar al resto que no se apelotonase y a rogar silencio para escuchar si alguien estaba pidiendo ayuda, mientras tres sanitarios preparaban las mantas para sacarlo. Los rescatistas recogían escombros con palas y los apartaban incluso con botes vacíos de pintura.
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Poco después, la misma multitud que seguía emocionada la operación detrás de una valla de seguridad se fue quedando en silencio. No era un superviviente, sino un cadáver. “Es un hombre de unos 40 años. Suponemos que sirio, porque el resto de los muertos de ese edificio también lo eran, casi todos de la misma familia”, explicaba poco después Ahmet Ceylan, uno de los trabajadores del Ayuntamiento que participaba en las tareas de búsqueda y rescate. El cuerpo fue sacado con discreción mientras la multitud se iba dispersando.
“Mi novia está allí también y no sé si está viva o no”, decía a pocos metros el adolescente Alex (nombre ficticio) tras intentar ocultar lo que le carcomía por dentro con explicaciones ―mientras cerraba con fuerza los puños― sobre cómo el edificio se desplomó hacia abajo, y no hacia un lado. El padre de dos hijas que murieron al caerse el edificio añade al borde de las lágrimas: “No quiero hablar, mi familia ya no existe”. Entre los escombros, una cacerola doblada, el cepillo de una escoba y la caja de una calculadora recuerdan que antes era un edificio lleno de vida. Es la cara y la cruz de las horas clave en la búsqueda de supervivientes: los pequeños milagros emocionan y se suelen difundir, mientras que las decepciones que engrosan la lista de muertos pasan desapercibidas.
Conscientes de que son horas clave, los rescatistas se afanan en encontrar supervivientes de “la mayor tragedia” que vive Turquía desde el gran terremoto de Erzincan, en 1939, como la ha definido su presidente, Recep Tayyip Erdogan. “Tras este tipo de desastres, las primeras 72 horas son de importancia crítica para las operaciones de búsqueda y rescate”, asegura Orhan Tatar, director general de Terremotos y Mitigación de Riesgos de AFAD, la agencia de gestión de emergencias del Gobierno turco, dependiente del Ministerio de Interior.
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Según los expertos, es la ventana que, normalmente, puede aguantar con vida una persona sin acceso a agua ni comida, atrapada bajo los escombros. El presidente de la Media Luna Roja de Turquía, Kerem Kinik, ya lo dejó claro el primer día: “Estamos centrados en las primeras 72 horas, y los profesionales de la búsqueda y salvamento se están desplegando sobre el terreno”.
“En estos momentos el tiempo es fundamental”, asegura por teléfono el capitán de corbeta español Aurelio Soto, uno de los 55 integrantes del equipo certificado por Naciones Unidas que ha enviado la Unidad de Militar de Emergencias a Turquía y que busca supervivientes en Salahiye. “Durante las primeras 72 horas, nuestra prioridad es encontrar vivos. Pero también el cuarto o el quinto día si hay indicios, aunque haya menos posibilidades”, agrega. Soto explica que cuentan con un tipo de perros entrenados para marcar lugares donde pueda haber supervivientes. A esto se suman materiales como geófonos que permiten escuchar si alguien golpea o grita pidiendo ayuda, y en algunos casos incluso la respiración de una persona inconsciente.
La posibilidad de hallar personas con vida en esta fase depende mucho de si se han generado espacios en el desplome que les permita sobrevivir, lo que genera una paradoja: para los rescatistas es más complejo retirar grandes bloques de hormigón, pero es más fácil que hayan formado una uve que salve la vida a una persona.
Ankara tiene desplegados casi 25.000 efectivos, a los que se suman los enviados desde el extranjero. La agencia turca de gestión de emergencias baraja ya la cifra de 11.000 edificios hundidos en el país por el terremoto y sus más de 300 réplicas. Y más de 8.000 personas han sido rescatadas de entre los escombros, según informó este martes el vicepresidente turco, Fuat Oktay, en el último balance oficial. Este miércoles se han sumado varias. Los bomberos del Ayuntamiento de Antalya han rescatado a dos mujeres (una de ellas 53 horas después del seísmo) y a un refugiado sirio, Muhammed Seyyid, en Hatay, la provincia más destruida. Tuvieron que cortar varias columnas de hormigón que lo tuvieron atrapado bajo los escombros durante 58 horas. Ha sido hospitalizado para tratarle las heridas.
Por la noche, a cuatro grados bajo cero, una niña de cinco años llamada Yagmur ha sido sacada con vida de entre los escombros en la región de Kahramanmaras, epicentro del terremoto que desencadenó la tragedia en la noche del pasado lunes. “Tengo mucho frío, papá […] Tengo las manos blancas”, le decía a su padre cuando los rescatistas lograron comunicarse con ella, como se puede ver en un vídeo difundido por los medios locales.
También en Kahramanmaras, un bebé de seis meses y su madre han sobrevivido a dos días y medio entre las ruinas de un edificio. En parte, gracias al abrazo de la madre, que protegió al bebé cuando un bloque de cemento les cayó encima y le aplastó a ella la pierna. Ambos han sido rescatados en relativo buen estado y trasladados a un hospital. Los equipos de rescate los pudieron localizar durante la madrugada porque escucharon el llanto del bebé y comenzaron un desescombro que duró varias horas, según explicaron los efectivos del equipo de rescate a la cadena CNN Türk.
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