Hacía tiempo que las naciones de la ONU no estaban tan desunidas. La 77 Asamblea General de la ONU, que comienza este martes su semana grande de intervención de los líderes mundiales y será la primera totalmente presencial desde el comienzo de la pandemia en 2020, se estrena en un clima extraño. Casi en sordina, tras el funeral de la reina Isabel II de Inglaterra al que han asistido muchos de los dirigentes. Y en un ambiente de división, a la sombra de la guerra en Ucrania, como no se recordaba desde los tiempos de la Guerra Fría. A la invasión rusa de Ucrania, el gran asunto que dominará por activa y pasiva el cónclave anual de líderes mundiales, se suman la crisis alimentaria, el primer aumento de la pobreza extrema global en dos décadas ―820 millones de personas en todo el mundo pasan hambre―, las consecuencias del coronavirus, el retroceso de los sistemas democráticos y el cambio climático como protagonistas del cónclave.
El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, tiene previsto intervenir por vídeo desde Kiev el miércoles, mientras continúa la contraofensiva relámpago que ha permitido a su ejército recuperar parte del territorio capturado por las tropas rusas. Zelenski ha necesitado un permiso especial, aprobado el viernes en votación de los países miembros de la Asamblea. Rusia se oponía a la participación del jefe de Estado enemigo, con el argumento de que las reglas solo autorizan los discursos presenciales. Ucrania alegaba que el presidente no puede abandonar el país debido a la guerra.
La votación, en la que se dio el sí a la intervención de Zelenski por 101 votos a favor, siete en contra y 19 abstenciones, se interpretaba como una suerte de referéndum acerca de la popularidad que la causa ucrania sigue generando en el mundo, siete meses después del comienzo de la invasión rusa. “Existe un cansancio real” entre los países del llamado sur global, que quieren que la agenda vuelva a centrarse en los temas que más les afectan, como la escalada de la inflación o la escasez de alimentos, reconocía este jueves en un seminario online Ashish Pradesh, del centro de análisis International Crisis Group y coautor del informe Diez Desafíos para la ONU 2022-2023.
En parte para responder a esas preocupaciones, Estados Unidos, la Unión Europea y la ONU patrocinarán un foro con las naciones afectadas para tratar sobre seguridad alimentaria el martes.
Las exequias por la soberana británica han obligado a alterar el orden de intervenciones, ante el retraso en la llegada a la Gran Manzana de numerosos líderes que se desplazaron a Londres, incluido el propio presidente estadounidense, Joe Biden. El inquilino de la Casa Blanca romperá por primera vez la tradición que dicta que la de EE UU sea la segunda intervención ―inmediatamente después de Brasil― en el primer día de discursos, lo que le da la potestad de definir, hasta cierto punto, los asuntos que abordarán los líderes. En esta ocasión, la intervención de Biden se producirá el miércoles a las 10.30, hora local (seis horas más en la España peninsular), y Senegal ocupará el puesto dejado libre por Washington el martes.
El presidente norteamericano, que llega a Nueva York ya con un ojo puesto en las legislativas de noviembre, dedicará a Ucrania la parte principal de su discurso. “Intentará enfatizar que el ataque contra Ucrania es un ataque contra la Carta de Naciones Unidas, contra el Derecho Internacional, los principios de soberanía y de integridad territorial, las cosas que los miembros de la ONU valoran de verdad”, apunta Pradesh.
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También querrá, según el experto, enviar a los países más afectados por las subidas de precios de los alimentos el mensaje de que la causa de esas alzas “no son las sanciones occidentales, sino que la responsable es Rusia”. Buena parte de la intervención de Biden, a su juicio, vendrá marcada por las críticas a Moscú. Y también por alusiones directas o indirectas a China, la potencia cada vez más rival de EE UU y a la que Washington mira al menos de reojo en cada paso de su política exterior. La Asamblea General llega un mes después de que las tensiones entre los dos gobiernos se agravaran aún más en torno a la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi, a Taiwán, la isla autogobernada que Pekín considera parte de su territorio.
Ni el presidente ruso, Vladímir Putin, ni el chino, Xi Jiping, tienen previsto acudir a la Asamblea General. En cambio, ambos socios estratégicos se adelantaron a celebrar su cumbre particular. Los dos se reunieron la semana pasada en Samarcanda, la historiada ciudad de la Ruta de la Seda en la actual Uzbekistán, en un encuentro en el que, pese a que el ruso admitió las “dudas” de Pekín en torno a Ucrania, ambos enfatizaron el apoyo mutuo a sus “intereses clave” respectivos. No eran casuales ni el momento, una semana antes de la cita en Nueva York, ni el evento: la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO, por sus siglas en inglés), un organismo regional de seguridad fundado por Pekín.
Tanto China como Rusia, cuya delegación estará presidida por el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, intervendrán ante la Asamblea el sábado. La embajadora estadounidense ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, ha descartado conversaciones de su delegación con la rusa; tampoco, según asegura, las habrá en torno al acuerdo nuclear iraní, cuyas negociaciones actuales han entrado en punto muerto. Sí habrá reuniones entre los representantes de EE UU y los ucranianos.
En intervenciones previas a la Asamblea, Thomas-Greenfield había lanzado apuntes sobre la necesidad de reforma de la institución, “que padece una crisis de confianza causada por la guerra no provocada de Rusia en Ucrania”. Pero la diplomática no ha precisado qué tipo de cambios prevé, y los expertos son escépticos sobre el apetito de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad ―EE UU, Rusia, China, Francia y Reino Unido― para adoptar renovaciones que puedan reportarles una merma en su autoridad.
“Sería estupendo ver algunas ideas, pero seguiremos viendo un giro hacia coaliciones y alianzas ad hoc” de gobiernos ideológicamente afines, como Aukus ―la alianza militar entre el Reino Unido, Australia y Estados Unidos para contener a China en el Pacífico― o el G7 ―las siete naciones más industrializadas: Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Japón―, apunta Pradesh. “Ese tipo de formatos puede ser donde se centre la atención multilateral”.
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