Ucrania busca reforzarse frente a la amenaza de Rusia. El Gobierno del presidente Volodímir Zelenski reclama ayuda de sus socios occidentales para armar al ejército y mejorar su entrenamiento. Kiev ha triplicado su presupuesto para defensa desde 2013 y ha recibido fondos, préstamos y armas de Estados Unidos y el Reino Unido, pero sus cifras son incomparables a las de Moscú. En plena escalada de tensión por la concentración de decenas de miles de soldados rusos en torno a sus fronteras, Estados Unidos, Reino Unido y países como Lituania o Letonia han aprobado ya el envío de armas defensivas. Mientras, Alemania rehúsa proporcionar apoyo militar a Kiev y veta los envíos desde terceros países de material de defensa de fabricación alemana.
El Kremlin acusa a la OTAN de convertir Ucrania (que aspira a la membresía desde 2008) en una base militar encubierta de la Alianza y sostiene que los envíos y venta de armas a Kiev, así como los proyectos con instructores sobre el terreno que Ucrania tiene con socios como Canadá, son una amenaza para su seguridad. Esta semana, Dmitri Peskov, el portavoz del presidente ruso, Vladímir Putin, advirtió de que el suministro de armas de Occidente a Ucrania es “extremadamente peligroso” y acusó a los aliados de Kiev de incrementar así las tensiones.
El ejército ucranio ya no es el puñado de soldados con equipamiento obsoleto de hace ocho años, cuando Rusia introdujo en la península de Crimea soldados sin bandera y espías militares y se la anexionó con un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional. Ni las tropas con escasos chalecos antibalas y antiguos cascos soviéticos que combatieron en las primeras batallas en el Donbás contra los separatistas prorrusos apoyados política y militarmente por el Kremlin.
Kiev, que lleva ocho años de guerra en el este del país, dedica ahora un 4% de su PIB a defensa, frente al 1,6% de 2013, según cifras del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (Sipri). Rusia, alrededor de un 4,5%, según el Sipri, aunque los especialistas advierten que Moscú, que desarrolla nuevas armas —entre ellas un catálogo de misiles hipersónicos—, dedica a su desarrollo militar más partidas sin identificar.
La comparación de fuerzas está lejos de ser equilibrada. Rusia tiene a unos 900.000 efectivos en servicio activo frente a los 209.000 militares de Ucrania, según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, y cuenta también con un amplio catálogo de equipos y aeronaves. Pero la balanza la inclina sobre todo por su capacidad en artillería, apunta el experto militar ucranio Mykailo Samus. De hecho, Moscú ya ha mostrado parte de ese catálogo estos días al trasladar para sus maniobras conjuntas con Minsk en Bielorrusia misiles Iskander. Esa brecha puede ser un problema para Ucrania, señala el especialista Samus, que advierte también que ningún país europeo tiene una defensa adecuada en este campo. “Kiev necesita material antimisiles”, dice.
Ucrania ha estado comprando armas a través de acuerdos con Estados Unidos, el Reino Unido, Lituania, Francia o Turquía, que le ha suministrado drones armados. Aunque el Ministerio de Defensa ucranio afirma que está recibiendo ayuda militar “sin precedentes”, el presidente Zelenski se ha movido para tratar de reforzarse con equipos más sofisticados, sistemas de defensa aérea, defensa cibernética y guerra electrónica. La OTAN ha remarcado que en caso de una nueva agresión militar rusa a Ucrania no enviará tropas; tampoco Washington tiene esa opción sobre la mesa, pero Estados Unidos ha proporcionado a Kiev más de 2.500 millones de dólares en ayuda militar desde 2014, además de drones, misiles antitanque Javelin y vehículos blindados y aprobado la venta de lanchas patrulleras.
Baile armamentístico
Ahora, mientras Rusia sigue movilizando tropas que rodean Ucrania, el departamento de Estado de Estados Unidos ha autorizado a Letonia, Estonia y Lituania, aliados bálticos de la OTAN, para el envío de misiles de fabricación estadounidense a Kiev. La normativa de exportaciones obliga a estos países a pedir autorización para transferir a terceros el armamento obtenido como fruto de sus acuerdos con Washington. El Gobierno checo propone también enviar a Ucrania proyectiles de artillería. Y el Reino Unido ya ha suministrado este mes misiles antitanque e instructores a Kiev y recientemente le proporcionó un préstamo de unos 2.000 millones de euros para modernizar su armada.
Ucrania perdió casi el 80% de sus capacidades e infraestructura naval con la anexión ilegal de Crimea que Moscú utiliza desde entonces como centro fundamental para sus operaciones, por ejemplo, en Siria o Libia. Desde entonces, señala Orysia Lutsevych, investigadora y directora del Foro de Ucrania, de Chatham House, además domina el mar Negro, donde comparte aguas también con tres países de la OTAN (Bulgaria, Turquía y Rumania). “Rusia tiene mucha más capacidad militar y dominio en el aire, que es clave. Esta asistencia de los socios occidentales puede ayudar a infligir un mayor coste a Rusia en caso de invasión, ralentizar el proceso e incluso disuadir”, señala Lutsevych, “pero también tiene un componente simbólico importante para Putin, que debe percibir que Occidente no se da por vencido con Ucrania”.
Mientras Estados Unidos y el Reino Unido anuncian entregas de armas a Ucrania, el Gobierno alemán se mantiene firme en su negativa a exportar armamento, para desesperación de las autoridades ucranias, que le piden que reconsidere su postura. El enfado de Ucrania con Alemania se debe también a que el Gobierno de Olaf Scholz está bloqueando el envío de armas a Kiev incluso a través de terceros países. Según publicó el viernes el Wall Street Journal, Berlin ha vetado el envío desde Estonia de armas de origen alemán al no emitir los permisos necesarios para ello.
El Gobierno ucranio ha criticado a Alemania por el veto, aunque aspira a reconducir el asunto. “Estamos decepcionados por la continua negativa de Alemania a autorizar la entrega de armas defensivas a Ucrania, especialmente en la situación actual”, ha comentado el ministro de Exteriores ucranio, Dmytro Kuleba, al diario alemán Welt am Sonntag.
Alemania tiene desde hace años una política muy restrictiva de exportación de armas, que por principio no permite la entrega de armamento letal a zonas de conflicto. Esta decisión, recogida también en el acuerdo de coalición entre socialdemócratas, verdes y liberales, tiene una dimensión histórica, como recordó la semana pasada la ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock. La invasión alemana de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, que provocó millones de víctimas rusas, está todavía muy presente en el imaginario colectivo.
En Ucrania también ha cundido el enfado tras conocerse las polémicas declaraciones del jefe de la Armada, el vicealmirante Kay-Achim Schönbach, que dijo ser partidario de dar a Vladímir Putin el respeto que “merece” y estar a favor de una alianza con Rusia contra China. Ese sentimiento prorruso no es una rareza en Alemania, sino todo lo contrario, que se manifiesta sin ir más lejos en la presencia de políticos de alto nivel en los consejos de grandes corporaciones rusas. El excanciller Gerhard Schröder en Gazprom es quizá el ejemplo más paradigmático. En los últimos años, ambos países han establecido una asociación estratégica muy centrada en la energía y el comercio. Políticos conservadores, como el líder de la CSU bávara, Markus Söder, se han pronunciado estos días en contra de aprobar sanciones duras contra Rusia y el propio canciller, Olaf Scholz, habló de “prudencia” al diseñar las sanciones.
Berlín es uno de los mayores exportadores de armas del mundo, solo por detrás de Estados Unidos, Rusia y Francia. El año pasado, gracias a la aprobación en los últimos días del mandato de Angela Merkel de varios acuerdos por valor de 5.000 millones de euros, las exportaciones alcanzaron una cifra récord. En total, Alemania vendió más de 9.000 millones en armamento, según datos del Ministerio de Economía. El principal receptor es Egipto, pese a que arrecian las críticas por las violaciones de los derechos humanos y por su participación en los conflictos en Yemen y Siria.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, tuvo que reconocer la semana pasada en Berlín que hay distintas posturas entre los estados miembros de la OTAN ante el envío de armas: “La OTAN apoya a Ucrania, la apoyamos en la práctica desde el punto de vista político, y apoyamos a sus instituciones de defensa, por ejemplo con el entrenamiento y la mejora de las capacidades de su Armada”. A su lado, Olaf Scholz volvió a recordar que Alemania tiene “un principio claro” sobre la venta de armas: “No exportamos armamento letal y eso no ha cambiado”, aseguró.
Ante la presión de Ucrania, el Gobierno alemán responde de momento con otro tipo de ayuda, como un hospital de campaña que instalará el mes que viene. La ministra de Defensa, Christine Lambrecht, anunció el sábado en una entrevista que se destinarán 5,3 millones de euros a financiarlo. Los hospitales de la Bundeswehr (las Fuerzas Armadas alemanas) ya atienden a soldados ucranios heridos de gravedad. Lambrecht insistió en el mensaje que están dando todos los miembros del nuevo Gobierno tripartito de Scholz: “El suministro de armas no sería útil en este momento”.
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