Ucrania quiere que sus aliados den un paso más en la ayuda militar contra la invasión rusa. En este caso, más que un paso, lo que reclama Kiev es un salto adelante que pocos están, por el momento, preparados para dar. Convencer a Alemania y a Estados Unidos para que autorizaran la exportación de sus tanques pesados Leopard y Abrams ha sido un proceso farragoso y cargado de tensión. Las autoridades ucranias proponen ahora a la Casa Blanca que se atreva a recorrer un camino que en Washington muchos consideran peligroso y técnicamente demasiado complejo: proveer al ejército del aire ucranio con aviones de combate.
Oleksiy Melnik, codirector del centro ucranio de análisis de Defensa Razumkov, recordaba este jueves que prácticamente cada tipo de armamento que ha demandado Kiev ha comportado largas negociaciones e intensos debates públicos antes de conseguirlo. El caso de los Leopard es paradigmático, pero también lo fue la reiterada negativa estadounidense desde el inicio de la invasión, el pasado febrero, a entregar baterías antiaéreas Patriot: estas han llegado a Ucrania este invierno. Incluso antes de la presente guerra, señala Melnik, en 2018, durante el conflicto en Donbás, ya se produjeron acaloradas discusiones sobre la conveniencia de entregar los lanzacohetes antitanque Javelin, con la misma amenaza de fondo: que el apoyo con determinado armamento provoque una mayor reacción violenta de Rusia.
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El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, puso nombre la semana pasada, en la reunión de aliados de Ucrania celebrada en Ramstein (Alemania), al deseo de sus Fuerzas Armadas: poder combatir con los F-16 estadounidenses. En su intervención diaria del miércoles, Zelenski volvió a ello. “Tenemos que conseguir el suministro de aviones a Ucrania. Esto es un sueño, es una misión, una misión para todos nosotros”, dijo.
Los F-16 son aviones fabricados desde la década de los setenta. Su producción corre a cargo de la compañía estadounidense Lockheed Martin. Hay ocho evoluciones del F-16 y es uno de los cazas más usados en Europa y en el mundo —medio centenar de países cuentan con ellos—. Como los Leopard, el F-16 es un producto de guerra de éxito, y como los Leopard, el Gobierno del país donde se fabrican tiene capacidad de veto para su exportación. La Casa Blanca tiene la última palabra. Y un avión de combate es una máquina de matar más poderosa que un tanque, además de ser más cara. Según estimaciones de varias publicaciones militares, un F-16 cuesta de media más del doble que un Leopard 2.
Eslovaquia y Países Bajos se han ofrecido a trasladar a Ucrania sus F-16 más antiguos, pendientes de ser renovados por aparatos más modernos. El ministro de Defensa eslovaco, Jaroslav Nad, afirmó el miércoles que su Gobierno también estaba dispuesto a entrenar a los pilotos. El Congreso de Estados Unidos aprobó el pasado verano una partida de 100 millones de dólares que la Administración estadounidense ha reservado para entrenar a pilotos ucranios en el manejo de los F-16 y los F-15. Las Fuerzas Aéreas ucranias confirmaron el pasado noviembre que estaban seleccionando a los militares que serían entrenados.
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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, insistió el pasado diciembre en que no quiere suministrar armamento a Ucrania que pueda servir para bombardear territorio ruso, por el miedo a desatar una guerra mundial. Han sido infructuosos los intentos de Kiev para obtener misiles de largo alcance estadounidenses, en primera instancia los ATACMS —con un radio de alcance de 300 kilómetros—, pero también los menos potentes, aunque extremadamente precisos, GLSDB. Por su capacidad de vuelo de larga distancia, los aviones también entrarían en el veto de la Casa Blanca.
Ucrania ha atacado en múltiples ocasiones la red energética rusa con su artillería en las provincias fronterizas, pero también ha conseguido asestar golpes sorpresa contra objetivos militares a cientos de kilómetros de su territorio con drones bomba. Solo en diciembre se produjeron dos ataques con vehículos no tripulados en bases aéreas rusas.
“Negación aérea mutua”
Hay otra razón de peso que ha disuadido a los aliados de Ucrania en la OTAN de aceptar la demanda de aviones: la efectividad de las baterías antiaéreas de ambos ejércitos. Es difícil ver aviones sobrevolar el espacio aéreo del país invadido, tanto ucranios como rusos. Solo se detectan en zonas del frente, y en salidas muy cortas que se limitan a disparar y volver rápido a su base. En un seminario organizado el pasado septiembre por el grupo de investigación estadounidense Atlantic Council, el general de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos Philip Breedlone describía la situación como de “negación aérea mutua”. El poder aéreo ha dejado de ser determinante porque la red de baterías antiaéreas móviles de cada bando ha anulado la amenaza que llega por el aire.
La situación de negación mutua beneficia a Ucrania porque su flota de aviones y helicópteros es muy inferior a la rusa. Según el análisis de 2023 del poder aéreo por países que realiza una de las publicaciones de referencia del sector aeronáutico, Flight Global, las Fuerzas Aéreas rusas cuentan con 4.182 unidades y las ucranias, con 312. Los más relevantes en el haber de Kiev son los MiG-29 —tiene 43 unidades de este caza que la Unión Soviética desarrolló precisamente para hacer frente a los F-16—; los Su-27 —tiene 26, según Flight Global—; y el helicóptero de ataque Mi-8 —tiene 16 unidades de este vehículo diseñado en la década de los sesenta—. Nada de esto es comparable a las mejores aeronaves rusas.
Melnik y otros expertos consultados en las últimas semanas dan por hecho que los cazas occidentales llegarán a Ucrania, aunque no se atreven a apostar que sea en 2023. De hecho, el general James Hecker, comandante de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos para Europa y África, advirtió en unas declaraciones del pasado septiembre a Politico de que técnica y logísticamente era imposible que Ucrania contara con los F-16 antes de 2025. Hecker ampliaba estas dificultades no solo a los F-16, sino a cualquier avión de combate occidental.
La publicación de análisis militar ucrania Defense Express sugería el pasado noviembre que sería más práctico reforzar la flota ucrania con los MiG-29 que pueden todavía encontrarse en países del antiguo bloque comunista. El Gobierno polaco quiso aportar unidades de MiG-29 el pasado marzo, pero oficialmente desistió cuando la Casa Blanca pidió que no lo hiciera para evitar una escalada bélica. El diario polaco Dziennik ha publicado este jueves que Varsovia sí envió de forma secreta algunos MiG-29 la pasada primavera.
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