Ezequiel Martín (Málaga, 46 años) lleva en Londres más de 10 años. Trabaja como informático para Deustche Bank. Como otros muchos, la irrupción de la pandemia le llevó a sumergirse en internet y leer toda la información que iba surgiendo. Hasta que dio con la convocatoria de voluntarios para los ensayos de una vacuna —la desarrollada por la Universidad de Oxford junto a AstraZeneca— y no se lo pensó. “Esto tiene que ser importante. Yo quiero colaborar”, se dijo a sí mismo.
Pregunta. ¿Qué ha pensado al saber que un voluntario ha sido hospitalizado y que los ensayos se han paralizado?
Respuesta. A medida que he ido leyendo, sí, pero creo que se trata de una sola persona entre las casi 10.000 que hemos recibido ya la vacuna. Me parece muy poco, un riesgo completamente asumible. Estamos hablando ahora mismo de reabrir el mundo, como quien dice. Para mí el riesgo real es que la gente no esté vacunada y que sigamos todos andando por la calle.
P. ¿Sigue firme en su convicción de participar en el ensayo?
R. Sí, por supuesto. En cuanto reabran el ensayo ya me han dicho que me van a volver a llamar para cerrar cita para la segunda vacuna [la primera se la pusieron en junio]. Y allí estaré yo.
P. ¿Qué dijo su mujer cuando decidió participar?
R. Que yo soy así, que me apunto a todo. A un bombardeo, si hace falta. Sí que es verdad que a mí nunca me pareció una cosa arriesgada. Era la fase 3. Ya habían hecho los estudios de seguridad, y le habían puesto la vacuna a muchísima gente. Pero cuando se lo comenté a ella y algunos otros amigos, la reacción de muchos fue: “Huy, ¿no te parece peligroso?”. Lo curioso es que corrí a apuntarme porque di por sentado que todo el mundo querría hacerlo.
P. Imagino que le advirtieron del riesgo.
R. Sí, al principio me mandaron mucho papeleo y mucha información sobre posibles efectos secundarios. Algunos muy normales, como que iba a tener fiebre y que me iba a doler el brazo durante un par de días. Al final no me pasó, aunque lo dieran por seguro. Y también me hablaron de otros efectos más graves, de posibles enfermedades raras, pero me dejaron claro que las posibilidades eran remotas, de uno entre diez mil casos. Aseguraron que me tendrían informado en todo momento, y fueron exquisitos en sus explicaciones.
P. ¿Y cómo se enteró del caso del voluntario afectado que ha paralizado el ensayo?
R. Me llamaron ellos personalmente, antes de que saliera en los medios. Coincidió además con que yo estaba esperando ya la llamada para la segunda cita. Me contaron que se había dado el caso de una persona que había tenido algo, y que habían pausado el proceso para investigar lo ocurrido. Algo, por cierto, que ya me habían explicado previamente al darme a conocer el protocolo.
P. ¿Y se fía de ellos?
R. Mucho. Las primeras pruebas me las hicieron en el University College Hospital de Londres, donde nació mi hija. Son muy serios, y me dio mucha seguridad. Sé que allí se hace mucha investigación desde hace tiempo.
P. ¿Crees que el ensayo tendrá éxito?
R. Sí, porque hasta ahora está ocurriendo lo que decían que iba a ocurrir, según las previsiones. Nadie dijo en ningún momento que esto iba a ser la cura milagrosa que haría desaparecer la enfermedad. Pero, al parecer, van a mucha velocidad. No será perfecta, ni la barrera completa para salir a la calle a hacer todo lo que quieras.
P. ¿Cuál es tu compromiso con ellos?
R. Un año. Si todo sale como ellos piensan, todavía queda tiempo hasta que estén del todo contentos. Pero me dijeron que, si los datos eran buenos, terminaría antes. Y que en ese momento nos indicarían si estábamos en el grupo de control o en el de estudio [si han recibido realmente la vacuna o un placebo]. Y en el caso de que estuviera en el grupo de control, me ofrecieron la oportunidad de ponerme la vacuna en ese mismo momento.
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