Raúl Entrerríos tiene 39 años y su plan de vida desde hace tiempo era haber visto el Mundial de Egipto tirado en el sofá de casa, retirado de las pistas y acariciando con esa discreción tan suya un currículum insuperable en el balonmano español. Sin embargo, llegó la pandemia y no le quedó más remedio que seguir jugando. Él no se podía marchar sin volver a unos Juegos.
Su tercer tiempo no ha sido a título de inventario. Viajó a El Cairo, le metió cuatro goles a su bestia francesa y se colgó el bronce con sus viejos colegas de generación, los Viran Morros, Cañellas o Gedeón Guardiola, y junto a los herederos que tomarán el equipo tras los Juegos, con los hermanos Dujshebaev al frente. Un apellido legendario con un presente de primer nivel que demostró que después de la cita olímpica, ya sin los veteranos, todo resultará más difícil, pero también que la selección no se quedará sola. El encuentro contra los galos del hermano mayor, Álex, fue portentoso y el del menor, Dani, sobresaliente.
Veteranos y noveles se colgaron otra medalla para una colección dorada. Fue la octava de Entrerríos, la séptima de Cañellas y Morros, la sexta de Gedeón Guardiola, la quinta de Maqueda, la cuarta de Álex Dujshebaev, la tercera de Dani Dujshebaev… La estirpe continúa. “Este era el último partido en un Mundial para algunos jugadores. Estamos muy orgullosos por todo lo que nos aportan y también queríamos ganar por ellos”, subrayó el mayor del Dujshebaev.
Hasta la plata europea de 1996, España nunca había alcanzado unas semifinales en un gran campeonato y, desde entonces, ese es su jardín. De los 32 torneos disputados en este periodo (entre Europeos, Mundiales y Juegos), ha llegado a la lucha por los metales 19 veces (el 60%) y en 15 ocasiones (casi la mitad) se los ha colgado. De los Juan de Dios Román, Garralda, Guijosa, pasando por los Pastor, Hombrados, Iker Romero, Alberto Entrerríos, hasta estos de hoy.
Un recorrido excelente, apuntalado en los últimos tiempos por una corriente de entrenadores que están diseminando por toda Europa eso que se conoce como el estilo español, un balonmano de gran riqueza táctica y técnica que nació para contrarrestar el mayor poderío físico de otros grandes. En este campeonato, había seis técnicos con DNI hispano y cuatro de ellos disputaron los cuartos de final. En el debe de este escenario tan positivo, solo un punto, el de siempre desde hace una década, el desplome de una Liga que fue la más potente y que ahora sobrevive enganchada al respirador.
Al guion de este domingo, al margen del oro, no le faltó nada. Tampoco el rival. Francia, tantas veces tormento de España en la historia reciente, no tuvo opción en El Cairo. Se presentó mermada físicamente y el despliegue de la selección resultó incontestable. Jordi Ribera avisó el sábado por la noche de que el luto por la derrota en semifinales contra Dinamarca había acabado. Que había mirado a los ojos a sus muchachos y ya solo pensaban en el bronce. No mintió. El equipo recuperó el brío y, salvo algunas leves concesiones, su balonmano estuvo a la altura de lo mejor en este campeonato. Había algo en los ojos de los jugadores que delataba reivindicación, ansia por marcar territorio tras el golpe ante los nórdicos.
No hubo espacio para el tanteo. Con los hermanos Dujshebaev a la cabeza prolongando su gran trabajo del viernes, Entrerríos sacando pecho de inicio y Corrales echando el pestillo bajo palos, la selección salió como un tiro: 7-2 en el minuto ocho. Álex Dujshebaev se desplegó a lo grande y en todas las facetas: con goles, robos, pases y forzando siete metros. Su influencia en el ataque fue absoluta. Y, atrás, España recuperó la portería perdida. Si en las semifinales fue casi transparente, en la lucha por el bronce Corrales amargó a los galos. El cangués se marchó el viernes a la caseta con cero intervenciones y este domingo ya acumulaba diez en el intermedio (16 al final). Y, cuando salió Pérez de Vargas, lo hizo para detener dos penaltis. Con el paso de los minutos, eso sí, Francia fue ajustando los reglajes y, unido alguna pérdida de España y dos siete metros errados, Les Experts se agarraron al duelo: 16-13 al descanso.
La selección tampoco perdió la rutina del apagón en el segundo tiempo. En el minuto cuatro de la reanudación, Fabregas estrechó el marcador (16-15), pero esta vez la duda apenas duró. De nuevo Corrales, dos contras de Aleix Gómez y el brazo de Dani Dujshebaev devolvieron el duelo al punto de inicio. Francia se lanzó a un balonmano a la carrera, necesitaba algo, desorganizar a España, cambiar el guion. La selección tuvo respuesta a ese planteamiento, pero también cometió algunas pérdidas. Sus únicos errores en un encuentro casi inmaculado. Esa grieta la aprovecharon los galos para realizar alguna aproximación (26-23), aunque sin mayores consecuencias. Igual que ante Dinamarca, Figueras se las arregló para castigar desde el pivote (cuatro dianas sin fallo), y los hermanos Dujshebaev continuaron con su exhibición. A la selección le dio tiempo a degustar con calma el éxito.
Y, ahora, los Juegos, porque esa siempre fue la obsesión, casi única, de Raúl Entrerríos y su cuadrilla. La herida por la ausencia en Río 2016 no la cerró ninguna medalla posterior.
España, 35 – Francia, 29
España: Corrales; Solé (4), Alex Dujshebaev (8), Raúl Entrerríos (4), Dani Dujshebaev (6), Ariño (2) y Marchán (-) —equipo inicial—; Pérez de Vargas (ps), Aleix Gómez (4, 1p), Maqueda (-), Sarmiento (1), Cañellas (1), Ángel Fernández (1), Figueras (4), Gedeón Guardiola (-) y Morros (-).
Francia: Gerard; Abalo (1), Remili (2), Fabregas (4), Dipanda (-), Acquevillo (2) y Guigou (2) —equipo inicial—; Genty (ps), Lagarde (-), Richardson (-), Mem (3), Tournat (4), Mahe (2, 1p), Descat (7, 1p), Claire (-) y Porte (2).
Marcador cada cinco minutos: 4-0, 8-4, 10-6, 13-8, 14-10 y 16-13 (descanso), 18-16, 22-18, 26-23, 31-25, 33-27 y 35-29.
Árbitros: Gubica y Milosevic (Croacia). Excluyeron por dos minutos a Aleix Gómez y Dipanda.
Pabellón Cairo Stadium Hall.
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