Nieve, cada vez menos. La estación invernal del puerto de Navacerrada, in articulo mortis. Pero a Cercedilla, en la Comunidad de Madrid, que le quiten lo esquiado. “Homenaje a la gente de la nieve de Cercedilla, a sus 29 campeones de España y a su campeón olímpico y medalla de oro, Francisco Fernández Ochoa”. Un monumento con esta inscripción y la escultura de Paquito celebrando su victoria en Sapporo 72 nos recibe en la plaza Mayor de la localidad madrileña.
10.00 El gorro de Fernández Ochoa
En la misma plaza abre el Museo del Esquí (1), también oficina de información turística (918 52 37 18). En la primera planta, botas de cuero, tablas de madera y otros pertrechos antediluvianos ilustran los orígenes de este deporte en España, cuando en 1904 Manuel González de Amezúa y cuatro chalados más comenzaron a patinar (así decían) en el paraje del Ventorrillo, a medio camino entre Cercedilla y el puerto de Navacerrada. En la segunda, el protagonista es Paquito: fotos, cartas, dorsales, medallas… y el gorro con el que ganó en Sapporo.
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Vista de Cercedilla y la sierra de Guadarrama (Comunidad de Madrid). Israel Ruiz GETTY IMAGES
11.00 A pie, en tirolina y en bici
Hay que pasear por el valle de la Fuenfría. En el kilómetro 2 de la carretera de Las Dehesas (M-966) hay un centro de visitantes (918 52 22 13) (2) donde dan las indicaciones para descubrir la calzada romana de la Fuenfría, la cascada de la Ducha de los Alemanes y la senda de los Poetas, la cual recuerda, entre otros, a Luis Rosales, que en Cercedilla echó raíces, lágrimas y amigos del alma: “Las noches de Cercedilla / las llevo en mi soledad / y son la última linde / que yo quisiera mirar”. Un kilómetro más adelante están las tirolinas y puentes tibetanos del parque Aventura Amazonia (3). Cerca arranca la Carretera de la República, una pista forestal de nueve kilómetros con poca pendiente perfecta para subir en bici al puerto de la Fuenfría. Pero nada como andar con raquetas de nieve (en febrero nieva seguro) por el Camino Schmid, que va del valle de la Fuenfría al puerto de Navacerrada bordeando la umbría de Siete Picos.
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La Fábrica de la Luz fue construida por el Ayuntamiento en 1925. Convertida ahora en museo, un guía explica el funcionamiento de las máquinas que se conservan. GETTY IMAGES
12.30 Dentro de La Fábrica de la Luz
En el mismo valle, a 300 metros de la población serrana, hay una minicentral hidroeléctrica que fue construida por el Ayuntamiento en 1925, cuando subió el precio de la luz, y que durante 50 años la suministró gratis, aunque escasa y titubeante, gracias a una turbina Pelton y, en épocas de sequía, a un motor de barco Krupp de 265 caballos alimentado con gasoil. Cuando se iluminaba la farola de la plaza Mayor, todos se desconectaban de la red de pago. Hoy La Fábrica de la Luz se visita con reserva (695 53 40 43) (4).
14.30 Festín para todos los gustos
El restaurante Los Frutales (5) tiene fama por las truchas de su vivero. El Rancho de Javi (686 13 48 83) (6), por sus gambas a la plancha. Yeyu (7), por su tortilla de patatas cremosa. Los Sarmientos de Gómez (918 52 06 89) (8), por todo. El Chivo Loco (918 52 34 39) (9) es un clásico renovado de cuyo cocido de los viernes todo el mundo habla bien.
16.00 Por el Velo de la Memoria
Para dar un garbeo digestivo, existe la llamada Ruta de Sobremesa, de solo un kilómetro. Es una de las cuatro sendas urbanas que se descargan en cercedilla.es o con código QR en la oficina de información. La Ruta del Velo de la Memoria permite acercarse a las villas que frecuentaban Ramón y Cajal y Sorolla (10). El pintor compró la casa para su hija, enferma de tuberculosis, y acabó refugiándose en ella tres años tras sufrir una hemiplejia. Allí murió en 1923. Otra opción es dar una vuelta por la Colonia de Camorritos (11). En esta urbanización centenaria, a dos kilómetros del casco urbano, han vivido o trabajado César Manrique (autor de una de las casas), Pedro Caba (médico de la Pasionaria), Emilio Botín o las hermanas Koplowitz. Si preferimos ayudar a la digestión con un trotecillo, daremos un paseo con los caballos de Los Ciruelos (12).
18.30 Un café en El Aleph
La calle del Carmen (13), detrás de la iglesia homónima, concentra las tiendas más apetecibles. Ropa de montaña, en Montañito. Productos a granel, en Dragonería y La Despensa. Óptima carne de la sierra de Guadarrama, en Javi y Sáenz de Miera. De paso, podemos tomar un café en El Aleph. Té y cócteles, en La Fragua. Y al lado, en la plaza de María Mínguez, hay buenas terrazas.
21.00 Cuatro opciones para cenar
En una casita de cuento de hadas (eso se repite en las redes sociales) está el restaurante La Alacena (14), bueno para cenar carne a la parrilla. Los judiones y los asados en horno de leña son los grandes reclamos del tradicional Asador de Ángel (15). Los del italo-argentino Cambalache (918 52 40 39) (16), las pizzas y el lugar, una antigua herrería. Si después queremos música y copas, iremos a La Frontera (calle Mayor, 36) (17).
23.00 El pino de la Cadena
El hotel Luces del Poniente (18) presume de vistas. Hacia el oeste, claro. Se ve desde La Peñota hasta los montes de El Escorial. Las Rozuelas (19) tiene también buenas vistas: al valle de la Fuenfría y al robledal que rodea esta casa de piedra de 1940. Pero ningún alojamiento supera en este aspecto a la Casona de Navalmedio (20), junto al embalse del mismo nombre, dominando un inmenso panorama. Desde aquí, en media hora subiremos por el camino de las Cortes a ver el árbol más curioso de Cercedilla: el pino de la Cadena. Una mañana de 1924 estaba recostado en su tronco un veraneante cuando le avisaron de la muerte de su padre. Además, supo que aquel árbol iba a ser cortado. El veraneante no lo permitió: localizó al maderista, le compró el ejemplar y dispuso que se le ciñera la base del tronco con una cadena de cuyos eslabones pendiera, mientras el árbol viviese, un escueto epitafio: “A su querida memoria, 1840-1924”.
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