La advertencia de EE UU acerca de un inminente ataque terrorista en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul se ha confirmado este jueves por partida doble, añadiendo confusión a la vorágine de las labores de evacuación y una imagen, la de militares estadounidenses muertos, que el presidente Joe Biden nunca habría querido contemplar como colofón a las críticas por la caótica retirada de Afganistán. Decenas de muertos —incluidos 12 militares estadounidenses, según confirmó el Pentágono— y de heridos es el balance de un doble atentado suicida perpetrado en torno al aeródromo. Un alto funcionario de Sanidad afgano ha elevado el número a 60 muertos y 140 heridos en declaraciones a la BBC, mientras que el diario The Wall Street Journal cifra los afganos fallecidos en 90, de modo que las víctimas mortales, sumando los 12 estadounidense, superarían el centenar. No hay datos oficiales confirmados y muchos heridos luchan por su vida.
El primer ataque se produjo en la entrada principal del recinto, donde desde hace días se concentra una multitud ansiosa por escapar del país, cuando un terrorista suicida hizo detonar la carga explosiva de su chaleco mientras era inspeccionado en el control de acceso, bajo control de militares estadounidenses. El segundo, perpetrado asimismo por un suicida, tuvo lugar junto a un hotel situado a dos kilómetros de distancia. El ISIS, enemigo declarado de los talibanes, se atribuyó la autoría de los ataques. Las nuevas autoridades de Kabul se apresuraron a condenar el atentado.
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“A pesar de que estamos entristecidos por la pérdida de vidas, continuaremos nuestra misión (…) Todavía hay una serie de amenazas activas” en torno al aeropuerto, desde un posible ataque con cohetes a un atentado con coche bomba, aseguró desde el Pentágono el general Kenneth Mckenzie, jefe del Estado Mayor, en alusión a la evacuación de estadounidenses y colaboradores afganos de Kabul. Tras las explosiones, “milicianos del ISIS abrieron fuego contra civiles y fuerzas militares” en la zona, informó el alto mando.
El portavoz talibán, Zabihullah Mujahid, condenó “enérgicamente” el atentado. “Ha ocurrido en una zona donde las fuerzas de EE UU son responsables de la seguridad”, precisó en su cuenta de Twitter, aunque en la práctica es una información matizable. Milicianos talibanes vigilan el exterior del aeropuerto mientras la supervisión del interior del recinto está en manos de EE UU, con un despliegue de 5.200 soldados autorizado por el presidente Biden para garantizar la seguridad de la evacuación.
La Casa Blanca seguirá adelante con los planes de evacuación, descartando cualquier modificación del plazo de salida, que concluye el próximo 31 de agosto, a consecuencia del doble atentado. El general Mckenzie, que elevó a un millar los ciudadanos estadounidenses que siguen en Afganistán, subrayó que las tropas continuarán la misión encomendada. “La amenaza del ISIS es completamente real y esperamos que ataques como estos se repitan”, precisó el jefe de Estado Mayor, que aseguró que su país “perseguirá” a los responsables del doble atentado. El de este jueves es uno de los más mortíferos padecidos por las tropas de EE UU a lo largo de las dos décadas que ha durado el despliegue aliado.
El presidente Joe Biden fue informado de los hechos mientras mantenía su reunión diaria con los miembros del equipo de seguridad nacional, a la que se incorporó desde Guam la vicepresidenta, Kamala Harris, de gira oficial por Asia. La noticia obligó a posponer la importante reunión que el mandatario iba a mantener con el primer ministro israelí, Naftali Bennett. También se aplazaron otras comparecencias previstas en la Casa Blanca.
Pese a la alerta emitida a última hora del miércoles por la legación estadounidense en Kabul, instando a sus ciudadanos a evitar el traslado al aeropuerto, por riesgo inminente de ataque terrorista, un diplomático occidental confirmó a Reuters que las entradas del aeródromo seguían colapsadas por una multitud ansiosa de escapar a medida que se aproxima la fecha límite de la evacuación, el próximo martes.
Poco antes de la explosión, el portavoz del Pentágono había desmentido informaciones que apuntaban un final anticipado de las evacuaciones a causa de la amenaza terrorista. “Vamos a seguir evacuando a tantas personas como sea posible hasta el término de la misión”, tuiteó Kirby.
Desde la entrada de los talibanes en Kabul el día 15, decenas de miles de afganos se concentran en los alrededores del aeropuerto con la esperanza de colarse en alguno de los vuelos que Estados Unidos y sus aliados han organizado para evacuar a sus nacionales y a sus colaboradores locales. Las aglomeraciones han dificultado la tarea y causado estampidas mientras que los tiroteos han causado una veintena de muertos.
El martes, el presidente de EE UU, Joe Biden, justificó no extender el plazo de evacuación más allá del 31 de agosto por la “amenaza creciente de ataque del ISIS”. Son las siglas que se usan en inglés para el grupo terrorista Estado Islámico, pero en Afganistán actúa una rama local de esa formación que se autodenomina Estado Islámico en la Provincia de Jorasán (EI-J, o ISIS-K en sus siglas en inglés) y opera en el subcontinente indio.
EE UU, Reino Unido y Australia habían pedido desde entonces a sus ciudadanos y a los afganos a los que tienen previsto evacuar que evitaran el aeropuerto y esperaran en zonas seguras. Los servicios secretos norteamericanos habían detectado indicaciones de que el grupo, responsable de algunos de los atentados más brutales que ha sufrido Afganistán en los últimos años, planeaba aprovechar para apuntarse un doble tanto: atacar tanto a los estadounidenses como a los talibanes, con los que rivaliza. Y, además, propinar un serio golpe al presidente Biden, que deberá encajar la vuelta a casa de algunos de sus soldados dentro de un féretro. Una losa que amenaza con sepultar su recién iniciado mandato.