Un emporio aeronáutico para introducir hachís por el Estrecho

Perdida entre un mar de olivos en Fuentes de Andalucía (Sevilla), la recta de 800 metros está camuflada como un canódromo. Pero la presencia de un helicóptero en una nave aledaña cambia sustancialmente esa apariencia. Ese camino era utilizado por los narcos como una pista de aterrizaje para aeronaves en las que transportaban fardos de hachís desde Marruecos a la Península. Como esta, la Guardia Civil ha localizado cinco pistas de aterrizaje —tres en Sevilla, una en Huelva y otra en Cáceres—, además de cuatro aeródromos clandestinos —en estas tres provincias y en Toledo—.

La Operación Limonero, en la que han intervenido 400 agentes de la Guardia Civil desplegados en seis provincias se ha saldado con la detención de 401 personas, entre el 4 de octubre y esta última semana, cuando se capturó al cabecilla y a su mano derecha. La vasta red criminal contaba con siete aeronaves —cinco avionetas y dos helicópteros— para introducir la droga por el Estrecho, una escuela de vuelo, una docena de pilotos y un equipo de mecánicos. En la operación se han intervenido aparatos relacionados con la aeronáutica, como manuales de vuelo, GPS, linternas para indicar a los aviadores dónde aterrizar y hasta una consola de avioneta. Otra rama de la organización metía los fardos por la vía marítima tradicional.

La investigación ha sido ardua. Los miembros de la red solían utilizar documentación falsa y adquirir vehículos a nombre de terceras personas, lo que tuvo desorientados a los agentes sobre el verdadero jefe de la trama hasta casi el último momento. El capo tenía antecedentes por tráfico de drogas en Huelva, pero se le creía desvinculado de este mundo porque llevaba una vida normal “sin grandes alharacas”, señala un portavoz del Órgano de Coordinación contra el Narcotráfico (OCON-Sur) del instituto armado. Finalmente, fue detenido en un piso de lujo de Cartaya (Huelva). Su número dos y jefe de operaciones, que durante un tiempo se pensó que era el verdadero cabecilla, fue arrestado poco después en una casa rural en Carmona (Sevilla). Sobre él pendía una condena de ocho años por narcotráfico, por la que estaba reclamado. Cuando lo capturaron los agentes, llevaba encima la documentación de otro de los detenidos a lo largo de las últimas semanas.

Ninguno tenía una vinculación conocida con los principales clanes de la droga onubenses, pero, como señalan las fuentes de la investigación, “al final todos están relacionados entre sí”. No obstante, el perfil del principal responsable sí ha sorprendido a los agentes. “No podíamos imaginar que pudiera estar dirigiendo una organización de estas dimensiones”, indica el portavoz de OCON-Sur. Lo que ha sorprendido a los investigadores no es tanto que introdujeran droga por el aire, algo que viene haciéndose desde principios de siglo, sino el tamaño de la flota empleada y su despliegue.

Formación indispensable para evitar los riesgos

El transporte aéreo de hachís por el Estrecho entraña riesgos. Hay que volar de noche, sin hoja de ruta y a una altura muy baja, lo que incrementa el peligro. Además, como las aeronaves permiten introducir menos kilos de droga que una lancha, el número de trayectos nocturnos sobre el Estrecho debe multiplicarse. Los pilotos, traídos desde México, donde sacarse la licencia es más barato, percibían 40.000 euros por vuelo, indican fuentes de la investigación. Fue precisamente el accidente de un piloto mexicano en Marruecos en septiembre de 2019 lo que puso sobre la pista a la Guardia Civil. El tripulante había estado residiendo en Sevilla. Esa investigación frustró un narcovuelo con 420 kilos de hachís. Entonces descubrieron la primera pista de aterrizaje clandestina en Huelva.

La pericia de los pilotos era de vital importancia para evitar llamar la atención sobre la actividad criminal. Por eso recibían clases de vuelo en una escuela de aviación clandestina entre Carmona y Fuentes de Andalucía. En un pequeño biplaza les enseñaban a manejar diferentes modelos de avionetas y helicópteros. Los mexicanos, más noveles, requerían de más formación, indican las fuentes de la investigación. Quienes disponían de licencia compaginaban los suculentos narcovuelos —normalmente entre la primavera y el otoño, con mejor tiempo y visibilidad― con otras actividades aéreas como la fumigación de campos. La trama estaba planeando abrir otra escuela de vuelo en Málaga, confirman las mismas fuentes.

El narcotráfico aéreo dificulta su seguimiento por la policía y amplía el radio de acción de los traficantes. Con los beneficios, la red amplió la flota aeronáutica. Adquirían las avionetas en desguaces o en mercados de segunda mano. El equipo de mecánicos instalado en Cáceres ponía a punto y reparaba los aparatos. Para incrementar la capacidad de las aeronaves, se eliminaban los asientos y todo lo que no fuera indispensable y se compensaba con el peso de los fardos de hachís. El helicóptero incautado en el falso canódromo de Fuentes, un Alouette, estaba tuneado para portar hasta 900 kilos. “Cuando lo intervenimos estaba preparado para realizar entre tres y cuatro vuelos esa misma noche”, indica el portavoz de OCON-Sur.

Cada mes se incauta una media de 25 toneladas de sustancias prohibidas en el Estrecho y se detienen a 200 personas, según los datos de la Guardia Civil. La presión de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado en Campo de Gibraltar obliga a los narcos no solo a expandir su territorio, sino a ser más creativos a la hora de abrir vías seguras para introducir la droga. La aérea no es novedosa, pero el grado de organización y de especialización en la captación y formación de pilotos y la capacidad de la flota sí han sorprendido a los investigadores.


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