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Un equipo internacional mejora el tratamiento de la tuberculosis más resistente y mortal


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Hace apenas año y medio, los pacientes de la peor tuberculosis, la que resiste a la mayoría de los medicamentos, dieron con un nuevo régimen de tres fármacos, llamado BPaL, que conseguía hasta un 90% de efectividad en solo seis meses; todo un salto teniendo en cuenta que, hasta entonces, menos de la mitad de quienes contraían esta enfermedad en su versión más complicada se curaba y los tratamientos se alargaban hasta dos años. Sin embargo, la cura tenía un inconveniente: los efectos secundarios causados por uno de los tres compuestos. Ahora, los mismos investigadores que validaron esta fórmula han hallado la manera de mantener las mismas tasas de éxito, pero reduciendo esos daños colaterales. Los resultados se presentan la semana que viene en la 11ª Conferencia Mundial del Sida, que este año se organiza de forma virtual debido a la covid-19.

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Los resultados de ZeNix, un ensayo clínico de fase 3 que se ha llevado a cabo en Georgia, Moldavia, Rusia y Sudáfrica durante los últimos dos años, han revelado que el tratamiento BPaL sigue siendo eficaz contra cepas altamente resistentes a los medicamentos cuando se baja la dosis de linezolid, el fármaco responsable de la mayoría de consecuencias adversas. Y que estos, además, se reducen considerablemente. La investigación ha sido liderada por Francesca Conradie, de la universidad Witwatersrand de Johannesburgo, y financiada por TB Alliance, una organización sin ánimo de lucro que desarrolla nuevos medicamentos contra la tuberculosis.

Desde Sudáfrica, la doctora Conradie comenta por teléfono este nuevo paso. “Lo más fascinante es que hemos tenido casi la misma tasa de éxito que antes. Nueve de cada diez personas completaron el tratamiento satisfactoriamente, lo que significa que seis meses después de haber finalizado con la medicación, estaban sanos”, celebra. “Esperábamos curar a casi la mitad y tuvimos una curación del 90%. E incluso con las dosis más bajas encontramos que los efectos secundarios también habían disminuido”.

Este hallazgo es una esperanza en la lucha contra un problema de salud pública que va en aumento. Si exceptuamos la covid-19, la tuberculosis es la enfermedad infecciosa más letal del mundo desde hace décadas: solo en 2019 causó 1,4 millones de muertes pese a que en su variedad más simple es una dolencia curable con medicamentos de primera línea. Si estos se toman correctamente, pueden hacerla desaparecer en unos seis meses, sin que su salud apenas se resienta y evitando que el paciente contagie desde casi el principio del tratamiento.

No obstante, existen cepas de la bacteria, Mycobacterium tuberculosis, que resisten a las cuatro familias de antibióticos más potentes que se han utilizado para combatirla: isoniazida, rifampicina, fluoroquinolonas e inyectables. Aquí es donde empiezan los problemas de verdad.

Se estima que en 2019 había 465.000 casos de resistencia a la rifampicina, el que sigue siendo el fármaco más eficaz para luchar contra esta enfermedad, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud. De estas, alrededor de 39.500 se contagiaron de la denominada tuberculosis extensamente resistente, notificada ya en 131 países según TB Alliance, y no respondieron a ningún fármaco. La mortalidad entre los afectados es alta: solo el 43% se llega a recuperar, dicen los datos de la OMS.

Uno de los obstáculos para sanar es la dificultad de seguir el tratamiento: tradicionalmente, la duración típica variaba de 18 meses a más de dos años en los que el paciente había de ingerir hasta 40 pastillas diarias, muchas de ellas mal toleradas, y ponerse dolorosas inyecciones que conllevaban un devastador daño para la salud: sordera, problemas neurológicos, de visión e insuficiencia renal entre los principales. De hecho, hasta el 45% de quienes siguen este régimen tan agresivo presenta eventos adversos de moderados a graves.

Se estima que en 2019 había 465.000 casos de resistencia a la rifampicina, el que sigue siendo el fármaco más eficaz para luchar contra esta enfermedad

En este contexto se comenzó a trabajar en el ensayo clínico NixTB, el antecesor de ZeNix. Este estudio se realizó en Sudáfrica con un grupo de 109 participantes a los que se les suministró el régimen BPaL, llamado así por las siglas de los compuestos: la bedaquilina, el pretomanid y el linezolid. Los dos primeros fueron aprobados en 2018 y 2019, convirtiéndose en los primeros en admitirse contra esta enfermedad en más de medio siglo. El ensayo clínico demostró la eficacia de este tratamiento suministrado durante seis hasta nueve meses, un 89% se curó y en un tiempo mucho menor que el que se manejaba hasta entonces.

Con esta perspectiva, el tratamiento BPaL fue un éxito para quienes se ven las caras a diario con esta versión tan combativa de la infección, como el doctor José Antonio Caminero, de la Unidad de Tuberculosis del Servicio de Neumología del Hospital Universitario de Gran Canaria-Doctor Negrín. “Nos hacía falta una publicación como esta, es una publicación maestra y las nuevas perspectivas que está abriendo nos van a cambiar por completo el tratamiento”, alaba el médico, quien en 2019 publicó un artículo en el que apostaba por reducir el número de fármacos y las duraciones en vista de la eficacia de los nuevos productos. “Si hay fármacos nuevos que son muy bactericidas y esterilizantes, y de los que es difícil pensar que vaya a haber resistencias, con usar tres es suficiente”, asegura.

Así, el 14 de agosto de 2019 el BPaL fue aprobado por la Agencia del Medicamento de Estados Unidos y ese mismo año la OMS también lo incluyó en sus recomendaciones. En la actualidad ya está en uso en EE UU y otros siete países han lanzado programas de investigación, con lo que a finales de año se espera que se esté usando en 14, según puntualiza por correo electrónico el doctor Mel Spigelman, presidente y consejero delegado de TB Alliance. “También se han obtenido aprobaciones regulatorias en la UE e India”, completa.

La parte no tan buena de la noticia era que el linezolid causaba problemas si se toma durante temporadas prolongadas. “Todo tiene un coste y en este caso, era uno de los compuestos, el linezolid. Encontramos bastantes impactos secundarios, principalmente relacionados con neuropatías”, explica Conradie. En la misma línea se pronuncia Caminero: “Ya criticamos abiertamente que 1.200 miligramos al día de linezolid era excesivo. Esa dosis puede ser necesaria para bacterias que crecen muy rápido, como los estafilococos, pero no para la tuberculosis. Con esa cantidad, al cabo de dos a cuatro meses, el 85 o 90% de los pacientes siente efectos adversos”.

Las consecuencias menos preocupantes son las náuseas y los vómitos, que aparecen en las primeras cuatro a ocho semanas y se controlan fácilmente tomando la medicación durante las comidas o con un protector gástrico. También pueden producirse una mielosupresión: bajadas de glóbulos rojos, blancos y plaquetas, pero esto también se soluciona reduciendo las dosis o haciendo una transfusión de sangre. No obstante, hay otros daños que pueden llegar a ser graves, irreversibles e impedir la vida diaria. “El que más nos preocupa aparece después de tres o cuatro meses y son las neuropatías, incluida la neuritis óptica: el paciente puede quedar con una falta de visión permanente o con espasmos, quemazón y hormigueo en las extremidades que le durarán para siempre; pierde calidad de vida”, explica Caminero. En el estudio anterior, el NixTB, un 81% de los participantes sufrió neuropatías y un 48% padeció mielosupresión.

De aquí la importancia de los hallazgos del estudio ZeNix que se presentan esta semana en la Conferencia Mundial del Sida. El equipo de la profesora Francesca Conradie administró el mismo régimen de bedaquilina y de pretomanid a los 181 participantes del ensayo ZeNix, pero la dosis de linezolid varió: una parte la recibió en la misma cantidad y tiempo que ya se aprobó en 2019 y con la que se curaba el 89% de personas: 1.200 miligramos durante seis meses. El segundo grupo recibió esa misma dosis, pero durante dos meses; el tercero tomó la mitad, 600 miligramos, en seis meses, y el cuarto y último tomó 600 miligramos en dos meses.

Lo que han revelado los resultados es que la tasa de éxito ha sido prácticamente la misma en todos los grupos y se han reducido las neuropatías y la mielosupresión. En el caso de quienes se tomaron la dosis más baja durante menor tiempo, estas solo se presentaron en un 13% y un 16% de los pacientes, mientras que la curación llegó al 84%.

Para Conradie, el siguiente paso será incorporarlo a los programas de salud, como se hizo hace año y medio con BPaL. En el caso de Sudáfrica, cuyo programa nacional contra la enfermedad es de los más avanzados del mundo, este régimen de fármacos se implementó muy rápido, según la doctora. “Creo que dentro de un mes después de que se publiquen estos resultados podremos comenzar a administrar las dosis más bajas. Obviamente, cualquier decisión que se tome se tiene que hacer de forma muy cuidadosa porque si este régimen falla, realmente tenemos muy pocos otros tratamientos, tenemos que asegurarnos de que estamos obteniendo el punto óptimo de la dosis correcta”, enfatiza la autora del ZeNix.

TB Alliance, por su parte, está trabajando para promover nuevos regímenes que puedan usarse para tratar a todos los pacientes de una forma “breve, segura, eficaz y asequible”, anota Spigelman. “Hemos desarrollado un plan de investigación pediátrico para el uso de pretomanid. También estamos en comunicación con las autoridades reguladoras y con la OMS para asegurarnos de que la evidencia clínica más reciente pueda ayudar a la formulación de políticas”, completa.

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