Los sistemas de producción actuales solo garantizan el alimento a 6.700 millones personas, unos mil millones menos de la población global. Con las actuales fórmulas de producción sostenible, la situación empeoraría: sólo el 45,3% recibiría la alimentación adecuada (2.355 calorías por día). La producción de la mitad de los alimentos ahora infringe los límites biofísicos del planeta. Un nuevo estudio que se ha publicado Nature Sustainability, a partir de cuatro factores influyentes (el uso de agua, la deforestación, la pérdida de biodiversidad y los fertilizantes), concluye que repartir las tareas para obtener un equilibrio global abastecería comida a 10.200 millones de personas y podría, por lo tanto, “eliminar le hambre del mundo”, según sugiere la investigación.
Cambiar nuestra dieta y reducir el desperdicio de alimentos supone un incremento de la producción de un 36,7 %
Por ahora, la balanza no funciona y la tierra sufre una presión alarmante. Estados Unidos (EE UU) y Europa abusan del nitrógeno —que provoca la acumulación de nitratos (NO3) en el suelo— mientras que los trópicos están dominados por las transformaciones del espacio natural que pone la biodiversidad en apuros. Por otro lado, las regiones subtropicales usan agua fresca sin respetar los requisitos medioambientales. El estudio explica además que países como la India, Irán y Perú amontonan derroches y exceden varios límites a la vez. La solución pasa por repartir las tareas y no acumular la presión en un mismo lugar, según cuenta el estudio. Es decir, disminuir el cultivo y la irrigación en partes de Asia y llevarla a la África subsahariana, al este de EE UU y de Europa y a Argentina. En la misma dinámica, reducir el consumo de fertilizante en China, India y Europa e incrementarlo en África y en el oeste de EE UU, por ejemplo.
¿Por dónde empezar?
En primer lugar, es necesario entender los beneficios que supondría aplicar estos cambios en el sistema establecido. Cambiar nuestra dieta, comer de fuentes locales, evitar consumir carne y reducir el desperdicio de alimentos supone, según datos del estudio, un incremento de la producción de un 36,7%. Por otro lado, se notaría un aumento de un 64,7% si todos los campos de producción mejorasen los sistemas de irrigación y la gestión de las cosechas, controlasen la evaporación del suelo y alcanzasen una mayor eficiencia del consumo de nitrógeno para no usarlo en exceso.
Todos estos aspectos se tienen que abordar a la vez porque están estrechamente relacionados entre sí. Sin embargo, hay un patrón espacial, según explica Dieter Gerten, principal autor del estudio e investigador en cambio climático en el departamento de geografía de la Universidad Humboldt de Berlín (Alemania). Por ejemplo, en regiones bastante secas como el Cercano y Medio Oriente, Australia, el sur de Europa (incluida España) o el oeste de los EE UU, ahora es más importante proteger los preciados recursos de agua dulce. “Los ríos y las reservas de agua subterránea no deben secarse y, con las opciones mejoradas de gestión del agua que estudiamos, existe un enorme potencial para ahorrar agua”, comenta.
¿Por qué no se ha hecho antes?
Mover multitudes y cambiar las mentes no es tan sencillo. Este amplio replanteamiento del sistema de producción parece utópico ya que es necesario que todos los países, sin excepciones, se pongan de acuerdo. Frente a estos obstáculos, el científico alemán se muestra optimista. “El mundo ha visto muchas transformaciones en el pasado y la agricultura se ha reinventado de varias maneras. Aunque parezca una utopía ahora, creo que es posible colocarnos en caminos más sostenibles. Además, las personas descubren de nuevo que lo saludable es esencial para nuestras vidas y que lograr sistemas alimentarios sostenibles a escala mundial es un objetivo valioso”, asevera el experto.
El mundo ha visto muchas transformaciones en el pasado, y la agricultura se ha reinventado de varias maneras. Aunque parezca una utopía ahora, creo que es posible colocarnos en caminos más sostenibles
Dieter Gerten, investigador del departamento de Geografía del la Universidad Humboldt de Berlín
Además, al exigir cambios en los paradigmas ya muy establecidos, se necesita tiempo para su desarrollo. Las nuevas ideas luchan contra las tradiciones. ”Pero aunque existen múltiples y fuertes resistencias, muchas de las soluciones que abordamos en el estudio ya están en marcha en diferentes regiones, ya sea la revitalización y la reinvención de las técnicas tradicionales de gestión del agua en tierras secas, agroforestería o tendencias hacia un menor consumo de carne en sociedades occidentales”, concluye. El estudio insiste también en que algunas zonas del río Indio, Indonesia, Oriente Medio y partes de Europa no lograrán ser autosuficientes pese a todos estos métodos y permanecerán dependientes de importaciones o futuras innovaciones que todavía se desconocen.
A Karel Callens, bioingeniero y subjefe del departamento de erradicación del hambre de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), todas estas propuestas le parecen interesantes y sobre todo, aprecia poder poner cifras en algo que se ideaba desde hace mucho. “Pero hay que pensar en los continentes como Asia y África que no benefician de iniciativas ni recursos como Europa. ¿Cómo van a poder adaptarse a este sistema?”, cuestiona. Para él, hay que empezar por los consumidores ya que, según expone, son los que dan el ritmo de producción en función de su demanda y dieta. El segundo actor a tener en cuenta son los agricultores porque constituyen el inicio de la cadena y tienen que sentirse protegidos para tomar riesgos y aumentar así, no la producción, sino la productividad. El experto cree que los jóvenes, “los dueños del futuro”, son la clave ya que todavía están a tiempo de tomar las buenas decisiones.
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