Un terremoto de magnitud 7,2 sacudió Haití este sábado y ha dejado una cantidad de muertos sin precisar, según las autoridades del país caribeño. Las autoridades han confirmado que el seísmo, que se ha registrado a las ocho y media de la mañana, hora local, ha dejado una cantidad de muertos sin precisar y daños materiales. De acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), el epicentro estuvo localizado 12 kilómetros al noreste de Saint-Louis du Sud, en el sur.
El temblor se ha sentido en todo el país y varios testigos han informado de daños materiales en las ciudades de Jérémie y Los Cayos, según las primeras informaciones. La Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de Estados Unidos ha emitido una alerta de tsunami “que pueden llegar a uno o tres metros” sobre el nivel del mar.
El seísmo se registró a las 8.29 hora local (12.29 GMT) y tuvo una profundidad de 10 kilómetros, según el informe del USGS. Varios haitianos compartieron en las redes sociales vídeos de los edificios derrumbados, incluida una iglesia de Les Anglais, a unos 200 kilómetros al oeste de Puerto Príncipe. La capital no ha sufrido, según los primeros datos, daños comparables con el terremoto de 2010, que dejó alrededor de 300.000 muertos y aceleró la catástrofe económica y humanitaria del país.
Haití, un país de poco más de 11 millones de habitantes situado en la isla La Española, que comparte con República Dominicana, aún no se ha recuperado de esa tragedia que sepultó también las esperanzas de su población. El balance de ese terremoto, de magnitud parecida al de este sábado, se produjo cerca de la capital fue de cientos de miles de muertos, decenas de miles de heridos y cerca de 1,5 millones de damnificados.
Pero la devastación de entonces supuso un infierno para toda la isla, que justo cuando empezaba a levantar cabeza sufrió hace un mes uno de los momentos más aciagos de su historia política. La madrugada del 7 de julio el presidente el presidente de Haití, Jovenel Moïse, fue asesinado a tiros en una caótico asalto de un grupo de sicarios, cuya mayoría eran mercenarios colombianos. Mientras dormía junto a su esposa, sus asesinos lograron burlar los controles de seguridad, entrando en su habitación y disparando a la cama. El gobernante, de 53 años, falleció en el acto.
El magnicidio dejó al país al borde de un abismo. El vacío de poder se añadía un historial infinito de inestabilidad y convulsiones. Tras el asesinato fue declarado el estado de sitio y el primer ministro, Arley Henri, amplió los poderes de las fuerzas armadas. Haití es el epítome de las desgracias que puede sufrir un país con unas instituciones frágiles.
La muerte de Moïse, que ya había denunciado un intento de homicidio, fue la última sacudida que contribuyó a enturbiar un horizonte lleno de incógnitas. Justo esta semana se había fijado una hoja de ruta electoral, que fue postergada de septiembre hasta noviembre, para poner fin al vacío de de poder. El expresidente contaba con nutrida larga lista de enemigos que iban de rivales políticos, un grupo de familias que buscan hacerse con el control del sector eléctrico y el crimen organizado, cada vez más poderoso.
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