Johannes Bernhardt combatió en la I Guerra Mundial, obtuvo la Cruz de Hierro, lo nombraron general honorífico de las SS y se convirtió luego en un poderoso hombre de negocios y principal intermediario entre Franco y Hitler. A partir de 1936, levantó y mantuvo un imperio financiero, Sofindus, basado en los intercambios entre España y la Alemania nazi. Eso incluía el tráfico de wolframio, un mineral que, extraído de los montes de Galicia y Salamanca, se mandaba a Berlín para blindar los carros de combate. En 1945, el espionaje estadounidense advertía de que Bernhardt tenía “más ascendiente sobre Franco que las embajadas británica y estadounidense juntas”. Lo que se conoce mucho menos es que, tras la II Guerra Mundial, se metió en el mundo del cine. Y que produjo tanto las primeras obras de los antiguos republicanos Antonio del Amo y Manuel Mur Oti como películas de los monárquicos Edgar Neville o Luis Escobar, y hasta de vanguardistas como Enrique Gómez o José G. de Ubieta. Un libro, Sagitario Films. Oro nazi para el cine español (Shangrila), del investigador, guionista y director Santiago Aguilar, rescata y da más luz ahora esa historia, que ya aparecía en obras precedentes como Productores en el cine español, de Mirito Torreiro y Esteve Riambau.
Esa confluencia de intereses solo se explica por la autarquía en la que estaba instalado el régimen. Así lo entiende Aguilar (Madrid, 61 años), quien desgrana los negocios del empresario y las películas que financió Bernhardt en España. Por un lado, la dictadura necesitaba activar una economía aislada en el plano internacional; por otro, Bernhardt, protegido por Franco pero en el punto de mira de los aliados, tenía dificultades para mover el dinero proveniente de sus negocios con el III Reich. Y, en tercer lugar, explica Aguilar por videoconferencia, había un grupo de cineastas que buscaban financiación en el contexto de extrema precariedad de la industria cinematográfica española.
Al desconocimiento de la actividad fílmica de Bernhardt (Osterode, 1897-Múnich, 1980), que Aguilar encontró referenciada en archivos de la CIA, ha contribuido que quienes se asociaron con él nunca tuvieran demasiado interés en abundar en esa conexión. Del Amo, comunista que había estado condenado a muerte, dirigió bajo los auspicios de Bernhardt sus tres primeras películas: Cuatro mujeres (1947), El huésped de las tinieblas (1948) y Alas de juventud (1949). Nunca mencionó en ninguna entrevista las dos primeras (que carecían de contenido social o político), y renegó de la tercera, una producción propagandística (realizada en colaboración con el Ministerio del Aire) que justificó en que “había que adaptarse a los imperativos de la industria”.
Mur Oti, que había conocido a Del Amo en la guerra, escribió esos filmes y debutó como director con otra producción de Sagitario, Un hombre va por el camino (1949). Es el único que ha contado los orígenes de la compañía. Según su versión, él buscaba a alguien que financiara la filmación de uno de sus guiones, y un amigo, Santiago Peláez, le habló de “un editor alemán” con dinero para costear la película. Peláez era uno de los numerosos testaferros que usaba Bernhardt para eludir la norma de que en ninguna empresa española se sobrepasara el 25% de capital extranjero. Mur Oti explicó que se reunió con el empresario y que este no mostró interés, por lo que fue él quien lo convenció tras explicarle el sistema que aplicaba el régimen para la protección al cine. El núcleo inicial de la compañía giró en torno a él, a Del Amo y a técnicos también provenientes del bando republicano, como el músico Jesús García Leoz o los operadores Juan Mariné y Manuel Berenguer.
Luis Escobar, por su parte, buscaba productor para su segundo largometraje y, según contó, fue su hermano José Ignacio, notorio filonazi, quien le insistió en que lo fuera “un amigo suyo alemán”. Escobar escribió en sus memorias: “Yo me resistía. Pero al final cedí, entre otras razones porque no tenía otro”. Aguilar deja constancia en su libro de que los servicios secretos estadounidenses consideraban a este actor y dramaturgo un agente nazi que operaba con el nombre en clave RIYKI, pero el propio autor no da mucho crédito a esa afirmación. “Por su personalidad no me pega mucho”, zanja. El caso es que Escobar rodó con Sagitario el biopic (película biográfica) La canción de la Malibrán (1953) y dejó el cine hasta que Berlanga lo recuperó para encarnar al marqués de Leguineche en La escopeta nacional (1978).
Bernhardt también produjo dos películas del madrileño Edgar Neville: El señor Esteve (1948) y Cuento de hadas (1951). Neville, como Escobar, era “un nostálgico de la monarquía” y ninguno de los dos tenía la simpatía ni del falangismo de primera hora ni del conservadurismo católico que controlaba el régimen a finales de los cuarenta: “Escobar, por homosexual; y Neville, por amancebado y adúltero”, explica Aguilar.
El ramillete de cineastas y películas da cuenta del eclecticismo de Sagitario, facilitado por el hecho de que para Bernhardt la pata cinematográfica de sus negocios —a la que añadiría una distribuidora, Europa Films, y los estudios Cinearte— tenía una única finalidad: facturar “productos que fueran colocables en el mercado” para que el capital circulara. Cuanto más lo hiciera, más se complicaba el control de los aliados sobre los fondos nazis en España.
Aun así, varias producciones de Sagitario tienen para Aguilar “un aire de familia”: un vínculo “con determinada veta germánica del cine de Michael Powell y Emeric Presssburger, como Las zapatillas rojas [1948], el gran éxito de distribución de Europa Films, o Los cuentos de Hoffmann [1951]”. Una deriva fantástica que incluye “una mirada a la mujer como un elemento extraño, casi fuera del mundo” y que puede rastrearse tanto en El huésped de las tinieblas o Cuento de hadas, como en uno de los proyectos no realizados de la productora, y acaso el más delirante, Los experimentos del doctor Tagliardini, un guion escrito, este sí, por un nazi pata negra, Josef Hans Lazar, que había sido jefe de la propaganda de Goebbels en España.
A finales de 1950 España restablece relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Con el cerco cerrándose sobre él, Bernhardt huye con su familia el verano siguiente a Argentina, adonde antes ya ha enviado sus fondos. Se lleva los créditos oficiales que le habían dado para hacer las últimas películas de Sagitario, que nunca devolverá, y un cuadro del Greco que, según presumía, le regaló el mismísimo Franco.
En España dejó sus empresas descapitalizadas. La productora y la distribuidora desaparecieron, pero los estudios Cinearte todavía funcionaron durante décadas. Aguilar llegó a trabajar en ellos: allí montó y rodó parcialmente Matías, juez de línea (1996), la segunda de las tres películas que codirigió como miembro de La Cuadrilla. El patrimonio de Sagitario Films se quemó en un incendio. De las 10 películas que produjo, tres están perdidas, y del resto solo quedan copias en mal estado. Bernhardt también montó empresas en Argentina. Después volvería a Alemania. Murió en Múnich en 1980, según la esquela publicada en el diario Abc.
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