En las oscuras celdas de la prisión de El Chipote, la exguerrillera sandinista Dora María Téllez ha cumplido un año de encierro y condenada a ocho de prisión por “conspirar” contra el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua. Ha sido en esta cárcel, denunciada como centro de tortura, que la héroe de la revolución sandinista se ha enterado que la Universidad Sorbona de París le ha otorgado un doctorado Honoris Causa como “homenaje a su excepcional trayectoria política y científica, y a su contribución al compromiso social internacional”, según la institución académica, que también reconocerá en la misma ceremonia a la excanciller alemana Angela Merkel. Téllez ha recibido con “beneplácito y alegría” la noticia, cuenta por teléfono su hermano, Óscar Téllez, mientras se multiplican a nivel internacional las voces que exigen la liberación de quien es considerada como una de las intelectuales más destacadas de América Latina. “Es una de las mentes más brillantes del Río Bravo hasta la Patagonia”, asegura una intelectual nicaragüense.
El presidente de la universidad parisina, Jamil Jean-Marc Dakhalia, informó a Téllez del reconocimiento en una carta emitida el 19 de mayo, en la que explica que el consejo académico de esa casa de estudios ha decidido otorgar por unanimidad el homenaje con la aprobación del Ministerio Francés de Relaciones Exteriores. “Con este título –escribe Dakhalia– deseamos rendir reconocimiento a su excepcional trayectoria… Queremos reconocer su largo compromiso con la justicia social y la democracia, tanto en su país como en toda América Latina”. Junto a Téllez recibirán el título, además de Merkel, el filósofo Stanislas Spero Adotevi, exministro de Cultura de Benin; la escritora y feminista camerunesa Djaïli Amadou Amal y la soprano estadounidense Barbara Hendricks.
La vida de Dora María Téllez ha estado marcada por el compromiso político y una lucha personal contra las injusticias en su país. De joven decidió estudiar medicina indignada por las pésimas condiciones de salud que sufrían los niños de Nicaragua en tiempos de la dictadura de los Somoza, la dinastía que gobernó el país centroamericano por más de cuatro décadas bajo el beneplácito de Estados Unidos. Luego se integró a las filas del Frente Sandinista, la guerrilla formada para derrocar a la dictadura. Téllez fue una de las figuras más audaces y valientes de ese movimiento y su bravía quedó demostrada en 1978, cuando junto a otros guerrilleros tomó el Congreso de diputados, en Managua, en una de las acciones más importantes contra la dictadura. Los guerrilleros mantuvieron como rehenes a los legisladores leales al somocismo y negociaron a cambio la liberación de todos los presos políticos sandinistas. “Quizá nunca ha habido una mujer latinoamericana que haya desempeñado un papel militar más audaz en una lucha de liberación que Téllez”, escribió el periodista John Carlin, quien en los ochenta fue corresponsal en Nicaragua para la prensa inglesa.
Durante la llamada guerra de insurrección, la guerrillera Téllez lideró la rebelión en la ciudad de León, enclave turístico de Nicaragua, asestando otro golpe contra la dictadura. Tras el triunfo sandinista en 1979, ocupó el Ministerio de Salud y mantuvo una fuerte influencia en el Gobierno revolucionario, dominado por hombres, entre ellos el actual presidente Daniel Ortega, su actual carcelario. “Los nicaragüenses invertimos muchísimo esfuerzo, trabajo y sangre para derrocar la dictadura de los Somoza y, evidentemente, los procesos de democratización fueron insuficientes porque volvió a instalarse otra dictadura”, dijo Téllez en una entrevista concedida a este periódico en 2019. “Una dictadura forjada en la matriz propagandística de la revolución sandinista. Digo la matriz propagandística porque no tiene nada que ver con el sandinismo lo que está sucediendo. Tiene que ver con un adefesio que se llama orteguismo, una maquinaria de poder político que ha ocupado el Frente Sandinista, un partido que no pudo conformarse como una formación con vocación democrática jamás”, agregó.
Tras la derrota electoral de 1990 y la caída del Gobierno sandinista, Téllez se convirtió en una voz crítica del sandinismo y más tarde se integró al Movimiento Renovador Sandinista, creado por el expresidente Sergio Ramírez como respuesta a lo que consideraban un “secuestro” del Frente Sandinista por Ortega. Téllez mantenía su actividad política con una prolífica investigación científica. Como académica e historiadora, investigó la historia política de su país y la de Latinoamérica y su trabajo le atrajo el reconocimiento de importantes centros de educación internacionales. La Universidad de Harvard la invitó en 2005 a ocupar la cátedra de profesora visitante de Estudios Latinoamericanos Robert Kennedy, pero el Gobierno de George W. Bush le negó el visado por considerarla como una “terrorista” por su participación en la guerrilla que derrocó al somocismo. Otras universidades estadounidenses y latinoamericanas han reconocido su trabajo académico.
Las voces por su liberación se han multiplicado en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. A inicios de junio, la revista mexicana Proceso publicó un reportaje en el que amigos y familiares de Téllez aseguran que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, “está en capacidad de interceder para que ella sea liberada”. El economista guatemalteco Juan Alberto Fuentes Knight –hijo del reconocido político socialdemócrata Alberto Fuentes Mohr–, pidió en un artículo publicado en El Periódico de Guatemala la liberación de Téllez, por representar “la justicia social y la democracia”, y organizaciones de izquierda han publicado cartas en los que exigen la liberación de al exguerrillera.
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En las oscuras celdas de la prisión de El Chipote, Téllez pasa sus días lejos de la academia, las aulas, las bibliotecas y la redacción de ensayos para revistas de la región. Su hermano Óscar asegura que está bien de ánimo, pero adolece el encierro: pasa sus días ejercitándose, aunque ha tenido problemas de salud. Recientemente, cuenta Óscar, sufrió una alergia en un brazo y los médicos de la prisión le prescribieron una crema que le generó mayores problemas en la piel “como quemaduras de tercer grado”, por lo que ha tenido que someterse a tratamientos con antibióticos. La pésima alimentación en la cárcel –arroz y frijoles la mayor parte del tiempo– le ha generado problemas intestinales y la poca exposición al sol también le ha afectado. “Se ha sentido un poco débil”, cuenta su hermano, quien pudo visitarla hace una semana. También se aburre, porque el régimen la ha despojado de la lectura y la escritura, ambas tan importantes en la vida de la historiadora. Se trata de una dura represalia para una mujer que ha dedicado su vida contra las injusticias en Nicaragua. A pesar de ello, dice su hermano, la Comandante Dos no se doblega. “Tiene la misma fuerza interior, su sentido el humor y sus convicciones”, asegura Óscar Téllez.
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