Tomar el control total del este y del sur de Ucrania, desde Donbás hasta la región separatista moldava de Transnistria. Estos son los objetivos del Ejército ruso en la nueva fase de su ofensiva, a tenor de las declaraciones de uno de sus generales, Rustam Minnekáyev. El pretexto, como ocurriera con las provincias orientales de Donetsk y Lugansk cuando Vladímir Putin ordenó a sus tropas irrumpir en Ucrania, sería, según el comandante, impedir la supuesta persecución contra la población rusoparlante en la zona, donde el Kremlin mantiene un despliegue permanente desde hace tres décadas.
“Ahora estamos en guerra con todo el mundo, como estuvimos durante la Gran Guerra Patria [el nombre con el que se conoce en el país la lucha de la URSS contra la Alemania nazi]. Toda Europa, todo el mundo, estaba contra nosotros. Y ahora es lo mismo, nunca les gustó Rusia”, ha afirmado el vicecomandante del Distrito Militar Central ruso, uno de los que tomó parte en la ofensiva iniciada el 24 de febrero.
Minnekáyev ha hecho estas declaraciones durante un encuentro de la industria militar en la provincia de Sverdlovsk (este de Rusia). Según recoge la agencia de noticias Interfax, los objetivos de Moscú son “los centros vitales de la economía ucrania” y llegar a Transnistria, donde según su versión, “hay casos de opresión contra la población de habla rusa”.
Un conflicto congelado
Este territorio, como ocurre con Abjasia y Osetia del Sur, es otro de los conflictos congelados después de la caída de la Unión Soviética. Transnistria se proclamó independiente tras la guerra que en 1992 le enfrentó al Ejército moldavo y el Kremlin tiene desplegado allí un contingente militar fijo, aunque con el paso de los años, las relaciones se han normalizado con esta república que la comunidad internacional no reconoce. El último ejemplo, la reciente participación de su equipo en la competición de fútbol europea Champions League.
La entrada de las tropas rusas en Ucrania provocó un efecto dominó en la exrepública soviética vecina. Moldavia pidió formalmente su adhesión a la Unión Europea a principios de marzo, y la república prorrusa de Transnistria instó a Chisináu a formalizar su ruptura para garantizar “la coexistencia en buena vecindad de dos Estados independientes”. La autoproclamada república, donde Rusia tiene miles de soldados, acusó a las autoridades moldavas de transferir con aquella decisión la soberanía nacional a las estructuras supranacionales europeas.
Varios han sido los objetivos enumerados por las autoridades rusas desde que comenzó el conflicto en febrero. Putin ordenó en un primer momento la “desnazificación” y desmilitarización de Ucrania, y aseguró que no sería ocupada en ningún momento porque su único objetivo era proteger la zona separatista de Donbás, cuyo territorio se extendería, según el Kremlin, a los límites fijados por el referéndum organizado allí sin garantías en mayo de 2014.
Posteriormente, el alto mando ruso ordenó el repliegue de las tropas empleadas en frentes como el de Kiev y Járkov, y aseguró a finales de marzo que su Ejército se centraría solo en tomar la región entera de Donbás, incluido el corredor que la conectaría con Crimea a través de la ciudad de Mariupol, cuya batalla continúa en la acería de Azovstal, donde permanecen atrincherados miles de soldados ucranios. Putin ordenó este jueves que se evite un asalto frontal al complejo industrial para reducir las bajas entre sus propias tropas.
En esta misma línea se pronunció esta semana el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, quien adelantó que esta nueva fase “es el momento importante” de la ofensiva militar, aunque solo se ciñó a Donbás, igual que hizo Putin estos días al declarar que el objetivo principal es ”ayudar a la gente de las repúblicas populares de Donbás que hemos reconocido”.
Un hipotético avance hacia Transnistria implicaría el asalto de Odesa, la principal ciudad del mar Negro. La urbe, menos golpeada hasta ahora por las bombas que otras ciudades del este del país, se ha preparado ante esta posibilidad desde el inicio de la ofensiva. El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, denunció a principios de marzo que sería “un crimen histórico” atacarla. ”Se están preparando para bombardear Odesa. ¡Odesa! Los rusos siempre han venido a Odesa. Siempre han sentido solo calidez en Odesa, solo sinceridad. ¿Y ahora qué? ¿Bombas contra Odesa? ¿Artillería contra Odesa? ¿Misiles contra Odesa?”, clamó.
Además de Transnistria y Donbás, el conflicto de Ucrania ha sacado a la luz otro viejo litigio territorial ruso. En concreto, el de las islas Kuriles con Japón tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Por primera vez en dos décadas, el Gobierno nipón ha denunciado que los rusos mantienen ocupado aquel archipiélago.
El Kremlin respondió que las cuatro islas son parte de su territorio y echó un jarro de agua fría a las conversaciones que mantenían sobre su disputa. “Ahora que Japón se ha convertido en un país no amistoso y se ha unido a las acciones hostiles contra Rusia, es difícil continuar con las negociaciones”, afirmó el portavoz de Vladímir Putin, Dmitri Peskov.
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