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Un paso necesario


La fuerza de los hechos está obligando finalmente a la Unión Europea a dar un primer paso que supone un salto cualitativo en el proyecto de integración: la asunción en la práctica de una capacidad militar propia que le permita defender sus intereses estratégicos. La autonomía defensiva comienza a tomar forma.

Un documento confidencial de 28 páginas titulado Brújula estratégica que durante el lunes y el martes han tenido sobre la mesa los ministros de Defensa de la UE, y al que ha tenido acceso EL PAÍS, propone por primera vez en la historia de la Unión organizar a partir de 2023 maniobras militares con el objetivo de que la organización como tal pueda actuar con la fuerza en aquellos lugares de su área de influencia más cercana que lo requieran. Lejos de ser un ejercicio militar de carácter multilateral, como los que habitualmente realizan países aliados, estas maniobras pretenden ser la base para la creación de una fuerza operativa dotada de unos 5.000 miembros que estaría lista dentro de cuatro años. Podría actuar de forma inmediata en cualquier punto en el que fuera necesaria. Se trata de una iniciativa de mucho mayor calado que el llamado Batallón Europeo, existente desde 2017, pero que nunca ha sido activado por falta de presupuesto, de entrenamiento conjunto y, en suma, de voluntad política. No es un dato menor que en el proyecto que se discute, la financiación sea comunitaria.

De producirse, este cambio de dirección en el planteamiento defensivo de la UE se justifica porque las fronteras sur y este de la Unión sufren importantes amenazas de seguridad. En el Mediterráneo hay un grave foco de inestabilidad en Libia —en la práctica convertida en un Estado fallido— al que se suma la peligrosa escalada entre Marruecos y Argelia, y la activa presencia, más al sur, del yihadismo en el Sahel. En el este, la tensión con Rusia —escaramuzas aéreas incluidas en los países bálticos y en el mar Negro— se ha visto incrementada por la crisis con Bielorrusia, que está utilizando a inmigrantes y refugiados como arma de presión, empujándolos literalmente contra la frontera polaca. Mención aparte merece el enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, con Crimea ocupada por Moscú, una guerrilla separatista prorrusa en el Donbás ucranio y periódicos movimientos de tropas, como el denunciado el martes por Kiev, sobre la concentración de 100.000 soldados rusos en sus fronteras.

Pero más allá de las amenazas directas es tal vez la actitud de los aliados tradicionales de Europa el motivo por el que la autonomía defensiva de la UE cobra prioridad. La exclusión de la UE del Aukus —la alianza militar trilateral formada este año por Estados Unidos, Reino Unido y Australia— ha supuesto una bofetada en términos políticos, económicos y geoestratégicos para la asociación de países democráticos más exitosa desde el final de la II Guerra Mundial. Con el gigante chino avanzando en todos los frentes, un preocupante retraso en la carrera tecnológica y crisis migratorias con masivos dramas humanos, finalmente los gobiernos de la UE se plantean una solución que aspira a ser útil en el futuro para la defensa de los mejores valores y principios que unen a los europeos.

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