Sábado perfecto para España en el Mundial de balonmano. Después de un sufrido inicio de torneo, a la selección le sobró una jornada para entrar en cuartos de final, el objetivo mínimo. En la sobremesa, resolvió con la facilidad prevista su enfrentamiento ante la débil Uruguay (23-38) y, dos horas después, la victoria de Hungría sobre Polonia (26-30) cerró su pase a la siguiente estación del campeonato. El duelo entre ambos este lunes (18.00, Tpd) solo quedará para repartirse las dos primeras posiciones y, si acaso, hacer cuentas con el siguiente rival (Francia, Noruega y Portugal zanjan este domingo su grupo).
En su choque de después de comer, la selección cumplió todos los objetivos: dar descanso a los veteranos, que no son pocos; dejar que los jugadores menos utilizados se divirtieran y estiraran piernas; y evitar lesiones. La victoria siempre se dio por descontada. El grupo de Jordi Ribera afrontó una de esas jornadas de carril que siempre caen en un Mundial por la fragilidad del rival, aunque la novedad esta vez fue que se produjera en la segunda fase. Pero la retirada de Cabo Verde, que solo pudo disputar un encuentro por falta de efectivos debido a los efectos de la covid, coló de rondón a Uruguay en la Main Round tras haber recibido dos goleadas de cuidado (43-14 contra Alemania y 44-18 ante Hungría).
España arrancó el trámite con la seriedad suficiente para que el partido no resultara en ningún momento un dolor de cabeza. Trituró a contragolpes a la Celeste y nadie lo disfrutó más que Aitor Ariño, que llegó al descanso con ocho tantos sin fallo. El extremo izquierdo del Barcelona, a rebufo en este Mundial de un lanzado Ángel Fernández, se explayó a sus anchas este sábado en El Cairo. También Aleix Gómez por el ala derecha (5). La selección pudo correr de casi todas las maneras, incluso tras un siete metros fallado por Uruguay.
El día sirvió, sobre todo, para que el novato Rubén Marchán siguiera sumando horas de pista, Iosu Goñi y el portero Sergey Hernández debutaran en el torneo, y Entrerríos y Pérez de Vargas se tomaran la tarde de relax. En un campeonato con citas cada 48 horas, el baño y masaje resultó muy agradecido. Y más con la tensión que acumuló España en sus cuatro primeros compromisos.
En la segunda mitad, en lo poco que quedaba de duelo, la animación corrió a cargo de Viera Grano, el portero uruguayo que vivió su momento de gloria. Si su compañero bajo palos, González Alloza, apenas sumó dos paradas en 26 lanzamientos, él se apuntó 12 tras el intermedio (46% de acierto). Rompió la estadística perfecta de Ariño y hasta le detuvo un penalti a Ferran Solé. La selección, que había llegado al descanso con una efectividad del 83% en ataque, vio cómo el guarismo descendía hasta el 66%. Y, en medio del asueto, el cabreo de la sobremesa le correspondió a Viran Morros, que protestó tanto una acción que acabó con una sanción doble de dos minutos de exclusión, algo poco habitual. Circunstancias que hicieron más llevadero un partido con aire de amistoso.
Uruguay, 23-España, 38
Uruguay: Navarrete (P), Viera (P), González (P); Chaparro, Listón (6), Fabra, Spangenberg, Falabrino, Cancio (8), Méndez, Morandeira (2), Botejara (1), Rubbo (1), Vecino (1), Velazco (1), Echeverry, Goyoaga (2), Rostagno (1), De Agrela y Millán.
España: Hernández (P), Corrales (P); Sarmiento (1), Maqueda (4), A. Dujshebaev (1), Goñi (2), Cañellas (2), Morros, D. Dujshebaev (2), Solé (6), Gómez (5), Fernández, Ariño (8), Figueras (3), Guardiola (1) y Marchán (3).
Parciales cada cinco minutos: 2-3, 3-8, 5-12, 6-15, 10-19, 12-24 –descanso–; 14-26, 16-29, 17-34, 20-34, 22-36 y 23-38.
Árbitros: Alaa Emam y Hossam Hedaia (EGI). Excluyeron a Chaparro (2) y a Spangenberg por parte de Uruguay y a Morros (2), Goñi (2) y Sarmiento por parte de España.
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