Un tribunal turco condena a 27 años de cárcel al periodista Can Dündar, exiliado en Alemania


El periodista Can Dündar considera que el régimen de Recep Tayyip Erdogan lo ha declarado el enemigo público número uno de Turquía. Era director del diario Cumhuriyet, una cabecera con más de cien años de historia y de inclinación progresista, y publicó una información que desvelaba las relaciones entre el Gobierno turco y el autoproclamado Estado Islámico. En mayo de 2015 llegó a sus manos un vídeo que mostraba camiones de la inteligencia cargados con cajas de medicinas que en realidad ocultaban munición destinada a los terroristas yihadistas. “Si publicábamos la historia sabíamos que íbamos a ir a la cárcel. Asumimos el riesgo y al día siguiente Erdogan nos amenazó”, recuerda Dündar en Madrid, donde llegó procedente de Berlín después de que el Ministerio del Interior se comprometiera a no ejecutar la orden de busca y captura cursada por Interpol. Invitado por la Asociación de Medios de Información, el periodista turco quería tener garantías de que no iba a ser detenido en España y que no correría la misma (mala) suerte de Dogan Akhanli, compatriota y escritor que fue arrestado en Granada mientras estaba de vacaciones y a quien el Gobierno de Erdogan atribuye pertenencia “a banda armada y terrorista”.

Dündar pasó 93 días encarcelado y la fiscalía pidió dos cadenas perpetuas por publicar una historia verídica que Turquía declaró “secreto de Estado”. De paso, fue acusado de espionaje y de ser “agente terrorista”. En un país con 150 periodistas encarcelados, la historia de Dündar parecería una más si no fuera porque cinco redactores del que era su periódico han sido asesinados y porque es consciente de que retornar a Estambul significaría volver a la cárcel y, quizá, perder la vida. Turquía practica perversas técnicas para castigar a los periodistas críticos. En el caso de Dündar, confiscar el pasaporte de su esposa y retenerla como rehén. El régimen, si no puede dañar a una persona, traslada el terror a su familia

No deja de ser paradójico que Erdogan avale el acoso y encarcelamiento de los informadores en su país y sin embargo invoque la libertad de expresión y exhiba públicamente tanto interés en el esclarecimiento del asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi en la Embajada de Arabia Saudí en Estambul. Un doble rasero tan incongruente como oprobioso.

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