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Una bebé mecida por un soldado, una libreta roja y otras crónicas de nuestros enviados especiales en Ucrania, Moldavia y Polonia

Vlod sostiene a Emma mientras su madre, Julia, intenta localizar a su marido en la huida en Irpin (Ucrania).

Cuando la madrugada del 24 de febrero impactaron los primeros misiles rusos sobre territorio ucranio, María R. Sahuquillo, corresponsal de EL PAÍS en la zona, llevaba un mes en Ucrania siendo testigo de la escalada política y militar de un conflicto que se remonta a 2014. De inmediato, este periódico envió a un equipo de reporteros a la región, que ha ido relatando momento a momento la realidad de una tragedia que tiene al mundo en vilo. Los periodistas de EL PAÍS desplazados a la zona cuentan el drama humano en las ciudades bombardeadas y en las fronteras que cruzan estos días oleadas de refugiados.

Su primera guerra. Su primer bebé. Todo a la vez. La evacuación de civiles de Irpin, una localidad del extrarradio de Kiev, unió durante unos minutos a la recién nacida y al joven soldado.

Me encontré a Natalia Skivina entre los cascotes, el polvo denso y la destrucción de los edificios de la plaza central de Járkov. Un humo pegajoso lo envolvía todo y ella caminaba rápido con dos compañeros por una zona objetivo de los ataques rusos.

Hay muchas señales que indican que un país se halla en guerra: una de ellas son los cajeros automáticos. Cuando dos de cada tres oficinas bancarias no tienen billetes para expedir, quiere decir que la población tiene urgencia por llevar consigo dinero en metálico. La incertidumbre se paga en efectivo.

Es imposible no pensar que tú podrías ser una de ellas. ¿Qué harías? ¿Cómo te sentirías? He conocido en estos días un trocito de las historias de las ucranias que han dejado su hogar huyendo de la barbarie de la guerra.

Los periodistas solemos hablar sobre las personas: sus palabras, sus gestos, sus silencios. A veces, sin embargo, los objetos cuentan muchas cosas. Lo hacen los peluches a los que se aferran los niños para un viaje que ni entienden demasiado ni saben cuánto durará.

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