Una bomba de relojería en Pekín

Sede de Evergrande en Hong Kong, China, en 2018.
Sede de Evergrande en Hong Kong, China, en 2018.Bobby Yip / Reuters

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Evergrande, el segundo mayor promotor inmobiliario de China, está al borde de la quiebra ahogado por sus acuciantes problemas de liquidez. El grifo del crédito se ha cerrado y su enorme deuda —estimada en 300.000 millones de dólares, unos 256.000 millones de euros—, se ha convertido en una losa que le dificulta refinanciar los préstamos y cumplir con los acreedores. En un mercado financiero hiperconectado, sus problemas han hecho saltar las alarmas más allá de las fronteras chinas. Aunque las Bolsas se han recuperado de la fuerte caída de principios de semana, los inversores siguen con detalle el desenlace de esta crisis por si una quiebra desordenada de la empresa acaba contaminando la economía mundial.

En parte, los problemas de Evergrande han sido provocados por el propio Gobierno chino. La elevada deuda privada del país, unida al calentón de los precios de los pisos, forzaron a Pekín a tomar medidas severas en agosto de 2020. Se trazaron tres líneas rojas —ratios mínimos de solvencia, apalancamiento y liquidez— que Evergrande se ha saltado por completo, lo que le ha cerrado las puertas para lograr nueva financiación. Es probable que el Ejecutivo de Xi Jinping busque con esta crisis cumplir con el viejo proverbio local según el cual “hay que matar a la gallina para asustar a los monos”. Es decir, mandar una señal de mano dura al resto de promotoras.

Sin embargo, la gravedad del problema puede hacer que se escape de las manos y acabe contagiando al resto de promotoras. El mercado inmobiliario de China es demasiado grande para dejarlo caer ya que representa el 25% del PIB nacional. Entre las alternativas que tiene el Gobierno está la de crear un comité de reestructuración que administre el proceso de liquidación y la venta de terrenos. Con el fin de que los precios de las casas no se hundan, también podría nombrar un promotor público que compre activos de Evergrande, sin hundir su valor, o pedir a los bancos que no se produzca una reducción masiva de los préstamos al negocio del ladrillo.

La crisis de Evergrande ha resucitado el fantasma de Lehman Brothers, que quebró en 2008 arrastrando con ella a todo el sector financiero mundial. Los expertos no ven similitudes entre ambos casos. En primer lugar, porque la parte de la deuda de la promotora en manos de los bancos apenas supera el 10% y, en segundo lugar, porque China es una economía dirigida donde el Gobierno tiene gran margen de actuación. También es importante poner el tamaño de Evergrande dentro de la perspectiva del mercado inmobiliario local, muy grande pero muy fragmentado. Sin embargo, esta crisis es una bomba de relojería que puede estallar en Pekín en cualquier momento: no sería la primera vez que un cisne negro acaba zarandeando todo el sistema.


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