Una cadena humana bajo el humo para salvar 38 vidas del incendio de la residencia de mayores de Moncada

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Arrastrándose por el suelo, ayudados con linternas bajo una espesa nube de humo negro y formando una cadena humana para desalojar hasta 24 habitaciones ocupadas por mayores dependientes, encamados y críticos internos en la residencia de Moncada (Valencia), en la que un incendio ha provocado la muerte de seis ancianos. Así ha sido el dispositivo que, en menos de media hora, montaron policías locales de nueve municipios vecinos, voluntarios de protección civil, guardias civiles y bomberos para tratar de evitar que el desastre fuera aún mayor.

Al frente de buena parte de ellos estuvo Martín Pérez, concejal de Policía Local y coordinador de Protección Civil en Moncada. Tras ser atendido por inhalación de humo y visitar a una compañera que ha precisado tres horas de oxígeno, ha explicado cómo tomaron la decisión de entrar. “No se podía esperar, eran minutos cruciales, sabíamos que los internos no podían moverse y decidimos entrar, pero de manera que ninguno estuviera solo ni un momento”. Para entonces, las llamas, que han afectado únicamente a una habitación y al marco de la puerta de la de enfrente, ya habían sido apagadas, pero el humo invadía toda el ala en la que se encontraban los internos más dependientes. Todos sin movilidad, encamados, algunos con necesidad de oxígeno, como los dos que se encontraban en el dormitorio de la primera planta en el que se produjo el foco del fuego.

El edil y el resto del dispositivo decidieron comenzar por la segunda planta, hacia donde iba el humo. Una trabajadora de la residencia les señaló la existencia de un listado, colgado en el vestíbulo, con la referencia de todos los ingresados en la misma. Había 20 internos. “Eso nos permitió saber cuántas personas teníamos que sacar y cuántos había en cada habitación”, relata Pérez. A esa altura, crearon una cadena humana, de algo más de 10 metros, sin apenas visibilidad, ayudados por linternas y arrastrándose por el suelo. A partir de ahí, otro tramo, girando a la derecha, de otros treinta metros, con las habitaciones dispuestas a un lado y otro del pasillo. De ese último tramo, y siempre precedidos por un bombero, comenzaron a sacar las camas de las habitaciones. Todas las puertas de los dormitorios estaban cerradas, pero el humo había empezado a filtrarse por debajo de las puertas. Una vez accedían a los internos, sin sacarlos de las camas, recorrido a la inversa, rápido, en el menor tiempo posible, contra el reloj. Al llegar al vestíbulo, comprobaban el estado del interno, “hicimos una especie de triaje”, cuenta, y los trasladaban a sillas de ruedas para, de ahí, en volandas, bajarlos a la planta primera, con acceso a la salida. Martín Pérez revive la cuenta atrás. Los efectivos del dispositivo comunicaban, a gritos, el rescate de cada uno de ellos. “Uno, dos, tres, cuatro… hasta 20″.

El operativo para la primera planta se montó de la misma manera, con una cadena humana que recorrió otras 12 habitaciones. “Uno, dos, tres, cuatro…”. No lograron llegar a los 20. “Nos faltaban dos”, recuerda Pérez con la cara aún tiznada. Eran los dos ancianos de la habitación en la que se inició el incendio y que habían muerto ya. Del resto de los 38 rescatados, dos tuvieron que ser intubados in situ y otros tres atendidos por deficiencias respiratorias. Tres de ellos murieron. La sexta víctima falleció cuando ya había sido trasladada al hospital.

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“La mayoría de ellos estaban desorientados”, recuerda Pérez. “Algunos ya estaban inconscientes y otros gritaban asustados mirándose unos a otros porque también estaban negros por el humo. Pero eso era bueno, estaban vivos”.

Entre los ingresados en los centros sanitarios, además de los mayores, se encuentra una de las trabajadoras del centro, una auxiliar de 29 años que participó en todo lo que pudo, guiando a los efectivos y atendiendo a los residentes. Entre los cuerpos de seguridad, siete agentes de la Guardia Civil, cuatro policías locales y tres voluntarios de Protección Civil tuvieron que ser atendidos también por inhalación de humo.

“Cuando nos dijeron que en esa ala estaban todos encamados, lo tuvimos claro, había que entrar”, concluye.




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