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Una cafetería en Gaza de mujeres solo para mujeres

EL PAÍS

En tanto que mujeres, residentes en Gaza y ahora empresarias, Riham Hamuda y Alaa Abu Zabit vieron un nicho de mercado en la asfixiada franja palestina que no se le había pasado por la cabeza a los hombres: un espacio sin presencia masculina. Así nació Sabaia VIP, la única cafetería de mujeres y para mujeres en un territorio en el que pesan mucho los roles de género tradicionales, escasean los oasis (5.500 personas por kilómetro cuadrado, 60 veces más que España, una de las mayores densidades de población del planeta), gobierna desde 2007 el movimiento islamista Hamás, e Israel bloquea los accesos por tierra, mar y aire.

En Sabaia VIP, que significa en árabe “chicas” o “muchachas”, solo hay cabida para dueñas, camareras, cocineras y clientas. Un cartel lo advierte junto a la puerta: “Prohibida la entrada a los hombres”. “Aquí las chicas se sienten cómodas. Creo que fue la sensibilidad femenina, que nos hacía saber que las mujeres necesitamos un espacio privado”, explica dentro del local Hamuda, que lo coostenta con Abu Zabit, ambas en la treintena. “Faltaba un sitio en el que las chicas tuviesen su privacidad y se sintiesen libres y seguras. En el que estuviesen más cómodas y se desahogasen de la presión que supone vivir aquí”, añade.

Cartel junto a la puerta de acceso a la cafetería en el que se advierte que los hombres tienen prohibido el acceso.A. P.

Tienen siete cocineras y camareras empleadas. “Parte de la idea es que somos mujeres y queremos apoyar a las mujeres”, subraya Abu Zabit. La jefa de cocina, Amena al Hayek, trabajaba sin cobrar en el hotel de un restaurante. Cuando optó a un puesto remunerado, los gerentes rechazaron su candidatura explicitando que “querían un chef hombre, no mujer”, según aseguró a la agencia Reuters. “Esta es una sociedad masculina que no permite a las mujeres liderar un equipo de cocina en Gaza. Hemos demostrado al mundo que podemos abrir un restaurante y triunfar sin la supervisión de un hombre”, agregó. En Gaza, el porcentaje de participación en la fuerza de trabajo de las mujeres es del 19,5%, por un 67,9% entre los hombres, según datos del segundo trimestre del año de la Oficina Central de Estadísticas Palestina. El paro femenino alcanza el 65,1%.

El velo no es obligatorio en Gaza, pero el número de mujeres que no lo lleva es ínfimo. El islam, religión del 99% de los habitantes de la franja, permite retirarlo en ausencia de hombres ajenos al círculo familiar con el que está prohibido contraer matrimonio. “Como es el caso aquí, muchas se lo quitan”, apunta Hamuda.

Dos empleadas en Sabaia VIP, el pasado septiembre.Mohamed-Ibrhim (EFE)

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Sabaia VIP no es, sin embargo, un local al alcance de todas. “Nuestras clientas son más bien de clase alta. También vienen estudiantes de universidad que proceden de familias con dinero. Y algunas extranjeras [de organismos internacionales, ONG, etc.] que viven aquí”, admite Abu Zabit, que subraya la ausencia de un perfil ideológico y de edad claro, pese a que el local se llame “chicas”. “La mayoría está entre los 20 y los 50 años. Algunas son más conservadoras y otras, más liberales”, afirma.

El estatus socioeconómico se nota en la carta. Un shis tawuk (brochetas de pollo) vale 18 shekels (unos cinco euros); una hamburguesa de ternera, 17, y un helado de pistacho, 12. Un esfuerzo para muchos bolsillos de la franja, donde el paro alcanza el 44%, pese a tratarse de precios inferiores a los de otras partes de Palestina, como el este de Jerusalén o la ciudad cisjordana de Ramala, y muy lejanos a los que se pagan en la israelí Tel Aviv, tercera ciudad más cara del mundo, según el Índice Mundial de Coste de la Vida, publicado por The Economist Intelligence Unit.

Ubicado en un segundo piso de una conocida arteria comercial de Ciudad de Gaza, la capital de la franja, Sabaia VIP ofrece una mezcla de platos mediorientales y occidentales, con mucha comida rápida y postres. Los llamativos colores de los batidos, la cantidad de chocolate en los gofres y la decoración ―con un columpio y hojas de parra artificiales― refuerzan la estética adolescente. “Muchas chicas celebran aquí cumpleaños o el noviazgo. Saben que, si lo hiciesen en un restaurante, habría hombres”, señala Hamuda. El local alberga también un club literario.

La cafetería fue inaugurada a finales del pasado agosto. Las propietarias habían puesto en marcha la idea, inspirada en la ciudad natal de Abu Zabit, la más liberal Ramala, cinco meses antes. Hamuda, con tres años de experiencia como administradora antes de lanzarse a la iniciativa privada, asegura que sus amigas les animaban a lanzarse y que las conversaciones con ellas les hacían comprender que había un hueco de demanda por cubrir, pero no se decidieron hasta que un estudio de mercado les confirmó la viabilidad del proyecto en un contexto tan complicado. Ambas están casadas y han invertido ahorros familiares. Aunque es el único proyecto de este tipo en Gaza, no es inédito. Hubo uno similar, con billares, también en la capital, y otro, más pequeño, en la conservadora Jan Yunis, en el sur de la franja. No sobrevivieron. “Ahora mismo somos las únicas”, subraya Hamuda.

El negocio, aseguran, ha empezado bien, pese al reto que supone emprender en Gaza, donde falta electricidad y las importaciones dependen de la luz verde de las autoridades militares israelíes ―que mantienen Gaza bajo bloqueo desde hace 15 años, parte de ellos con la ayuda de Egipto― o del contrabando a través de los túneles con el Sinaí. Por ejemplo, para ofrecer un buen aire acondicionado acorde a las expectativas de la clientela y al intenso calor de la zona, pagan 4.000 shekels mensuales (1.100 euros) por la electricidad que proporciona un generador privado compartido. “Es el principal problema que tenemos para poder avanzar más. Queremos poner placas solares, pero valen 6.000 dólares”, lamenta Abu Zabit.

― ¿Habéis tenido algún problema con la población masculina o con las autoridades?

― “No. Además, prohibimos fumar cigarrillos o narguile [una rareza en Gaza]. Y a los de Hamás les gusta que las mujeres no fumemos”, tercia Hamuda con una sonrisa cómplice.

Poco después, nos sugiere con delicadeza que ha llegado el momento de que nos marchemos: “A esta hora suelen empezar a llegar las chicas y… bueno, ya sabéis cuál es el concepto de Sabaia VIP”.

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