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Una casa para ser madre en libertad

No es qué tienes, es qué te pasó. No es un defecto, es una historia. No es una tara, es una suceso. Casa Verde es un proyecto que lucha por cambiar el modelo de atención a las madres y padres con problemas de salud mental. Se fundamenta en escuchar, apoyar sin juicios ni paternalismos, respetar derechos. “Se puede decir que es un recurso único en España. Trasciende lo puramente médico y sanitario”, afirma Miguel Castejón, psicólogo de 64 años y director de Proyectos de la Fundación Manantial, la asociación dedicada a las personas con trastornos mentales de la que depende. Ubicado en Vallecas (Madrid), el centro ofrece terapia de acompañamiento y psicológica, y sienta las bases de unas relaciones filiales sanas. El fin es dotar de herramientas a los progenitores para que ejerzan la crianza con garantías.

Casa Verde tiene algo de colegio. Sus luminosas estancias están repletas de libros, pinturas, cuadros, mesas y juguetes. Desde su apertura en 2011, por él han pasado más de 160 familias de los distritos madrileños de Villa de Vallecas y Puente de Vallecas. Aunque no existe un patrón, en general acuden mujeres con hijos de hasta cinco años. “Nos encontramos madres que están muy solas y tienen poco apoyo social. Con ayuda especializada crece su confianza para criar y se refuerza el vínculo con los hijos”, explica Sara Molina, de 36 años, terapeuta ocupacional y miembro del equipo multidisciplinar del recurso.

Al centro se accede de manera gratuita. Los pacientes son derivados de la red de salud mental pública y deben contar con un diagnóstico médico de problemas mentales, como por ejemplo la esquizofrenia, la bipolaridad, el trastorno obsesivo compulsivo o la ansiedad. Casa Verde funciona de lunes a viernes y dispone de un teléfono 24 horas de atención. La terapia, que se articula en citas puntuales de 45 minutos, se coordina con los colegios para que faltar a clase no sea un problema para el niño.

20 años de “maternidad perfectamente normal”

Silvia García acompaña a madres diagnosticadas con problemas mentales y asesora a profesionales para enseñarles lo que ha aprendido en sus años de tratamiento. “Dedicarme a esto es una cuestión de justicia social. Luchar contra el estigma y ayudar a personas en situaciones similares es una manera de que todo el dolor que he pasado tenga un sentido y se cure”, afirma.Jacobo Medrano

Silvia García es una de las mejores embajadoras de Casa Verde. Madre de 47 años, activista en salud mental y mediadora de lectura en el centro, convive desde los 20 con un trastorno bipolar que no le ha impedido cuidar y educar a sus dos hijas. Da testimonio con contundencia y explica con claridad la situación de la atención mental en España. “Cuando te rompes una pierna vas al traumatólogo. Pero cuando tienes un problema mental no hay tratamientos tan inmediatos ni efectivos, lo que deriva en un abandono peligroso”, denuncia.

En su caso, el círculo se cerró: García, tras un trabajo continuado con su psicoanalista, goza de lo que califica de “una maternidad perfectamente normal”. En la actualidad colabora profusamente con Casa Verde, centro que conoció a raíz de su implicación en otras actividades de la Fundación Manantial y que le entró por los ojos de primeras. Conoce a muchas de las madres que hacen uso del recurso y da charlas, conferencias y presta su apoyo a cualquiera que lo solicite. Pero argumenta una y otra vez que los trastornos de salud mental no vienen de serie ni son muescas en la genética. Es su principal caballo de batalla y la razón que esgrime sobre el estancamiento de la atención pública y el éxito de modelos como Casa Verde. “Es una herida que tiene que ver con el desamparo y la hostilidad. La mayor parte de personas con problemas de salud mental tienen vidas difíciles, han sufrido abandono o abusos. No es que te caiga un rayo. Y si eso no se trata, puede ser devastador”, continúa.

Una de cada cuatro personas padece o padecerá algún tipo de problema de salud mental a lo largo de su vida

Esta epifanía no es la regla. El estigma aún es grande. Carlos Rodríguez, de 39 años y trabajador social del centro, cuenta que muchas veces llaman por teléfono madres que han oído hablar de ellos. Preguntan con timidez, quieren saber, tantean. “Cuesta aceptar la enfermedad mental. Muchas mujeres lo asimilan cuando ven que comienza a afectar al crío. Es un tema delicado y la maternidad nunca se debe cuestionar, y mucho menos si el motivo es una herida vital”, explica. Para disolver estos prejuicios, y para que las madres adquieran nuevas capacidades y autonomía, en esencia una mayor libertad, Casa Verde fomenta las habilidades de crianza, ofrece orientación laboral, facilita la búsqueda de recursos sociales y económicos y abre programas de resolución de conflictos en el núcleo familiar.

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ACTÚA

Una revolución necesaria

A García le suelen decir que no parece tener un diagnóstico de problemas mentales. Ella contesta que no es algo que lleve escrito en la cara. Pero incide en que nunca ha estado en un psiquiátrico y tampoco medicada. “Si así hubiera sido otro gallo cantaría”, ironiza. Mediante psicoterapia ha verbalizado sus vivencias. “Aprendí por qué estoy aquí, qué me ha pasado. No estoy en contra de la medicación, pero sí soy crítica con cómo se aplica a largo plazo, eso sí es demoledor”, sostiene.

Con entusiasmo, la terapeuta ocupacional Sara Molina sostiene que al mundo de la salud mental se acercó con las tripas. Al poco tiempo de recalar en Casa Verde se enamoró de su trabajo. “Aprendes poco a poco a acompañar a estas personas heridas. Con los niños es muy rápida la sensación de que se previene, de que se cambian las cosas. Te das cuenta de que aquí sí funciona”, asegura.Jacobo Medrano
Carlos Rodríguez recuerda la primera casa que tuvieron, un local pequeñito en el distrito de Puente de Vallecas (Madrid). “Nos hemos ido adaptando. Pero el espacio se vive como un lugar seguro y libre de cuestionamientos. Es una pena que solo podamos trabajar con gente de Vallecas. El modelo tiene que expandirse”, afirma.Jacobo Medrano

Según un estudio de la Fundación Manantial con la Universidad Complutense de Madrid, el 43% de padres y madres de la Comunidad de Madrid con algún trastorno mental perdieron la tutela de sus hijos. Castejón denuncia que la actual red pública de atención mental en ocasiones cronifica y olvida a sus pacientes. “Hay datos escalofriantes. Las personas que más se recuperan son las que más rebeldes han sido con el sistema, las que menos han pasado por el aro”, advierte. El psicólogo distingue sin embargo entre la atención psicosocial y la atención a la salud mental. “La primera funciona bien. El problema es que no toda la gente accede a esa red y mucha lo hace con largos tratamientos médicos a cuestas”, aduce.

El equipo de Casa Verde está documentando la efectividad de su método. Según sus registros, de las 160 personas que han estado en el centro solo una ha perdido la tutela. Ahora elaboran un nuevo informe que garantiza que los niños evolucionan adecuadamente en áreas motoras, cognitivas o sociales pese a los problemas de salud mental de sus padres. Con los menores se trabaja a través del juego, un mecanismo sutil para que afloren problemas y expresen inquietudes. De ahí ese aire amable y colorido del centro, que se erige como “un lugar acogedor y seguro, una referencia para los niños”, define la terapeuta Sara Molina.

“Aparte del ahorro del daño, también hay un ahorro económico en tratamientos y medicación. Por aquí han pasado todos los consejeros y a todo el mundo le ha gustado lo que hacemos. Pero aún queda mucho por recorrer”, explica Castejón, que se jubilará el año que viene y admite, con alguna reserva, atisbar el progreso: “Cada vez hay más personas, como la propia Silvia, que aceleran el cambio compartiendo y hablando de sus experiencias”.

El cambio mental que supone tener un hijo

Una de cada cuatro personas padece o padecerá algún tipo de problema de salud mental a lo largo de su vida, según la Confederación Salud Mental España. “No hay que hablar de locura. Hay que hablar de personas con problemas de salud mental. Todos los tenemos, unos más graves y otros menos”, retoma Silvia García. Precisamente un acompañamiento más extenso y profundo por parte del sistema público durante la maternidad, con terapias psicológicas y de apoyo, es otra de las reivindicaciones de Casa Verde, que hereda su nombre de la Maison Verte, un centro fundado por la psicoanalista francesa Françoise Dolto que echaba una mano a los progenitores cuando sus hijos iban al colegio y sentían que se rompía el vínculo. “Sería bueno que hubiese Casas Verdes para cualquier padre”, sostiene la experta. “Habría que multiplicar los recursos de este tipo”.

De izquierda a derecha, Carlos Rodríguez, Sara Molina y Silvia García conversan en una de las estancias de Casa Verde (Madrid).Jacobo Medrano

“Si acompañásemos más a los padres y madres durante la maternidad tendríamos menos personas con trastornos de salud mental graves. Una vez que lo sufres no se puede ir hacia atrás, solo hacia adelante, y esto tiene un coste monetario y de sufrimiento”, denuncia García. La llegada de un hijo puede alterar la dinámica de cualquier familia. Son frecuentes los episodios de desapego y rechazo, entre otros, pero también de ansiedad, apatía o tristeza. Un fenómeno que explica la proliferación en los últimos años de grupos de maternidad compartida, de asociaciones de crianza, de chats de padres primerizos. “Y esto se multiplica con el trauma. Hay que abrir la posibilidad de contarlo para así estar de forma sana con nuestros hijos”, añade.

Silvia García aventura que quizá así seremos más conscientes de todas esas cosas inadvertidas que pasan dentro de una familia, con problemas de salud mental o no, cuando nace un hijo. También de lo que significa el malestar psíquico y cuál es su origen. “Si resulta que la próxima pandemia será en salud mental, ocurrirá porque la causa no es biológica y sí social. Debemos estar mucho más cerca de las madres”, termina.

CRÉDITOS

  • Guion y redacción: Jaime Ripa
  • Coordinación editorial: Francis Pachá
  • Coordinación diseño: Adolfo Domenech
  • Diseño y desarrollo: Belén Daza y Rodolfo Mata
  • Fotografía: Jacobo Medrano

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