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Una ciudad de Brasil elige las primeras mujeres concejalas en 70 años

Marcelo D’Salete cuenta que era un crío cuando oyó la primera mención a la extraordinaria historia del mayor alzamiento de esclavos negros en América. “¡Hoy es 20 de noviembre, el día de Zumbi de los Palmares!’, dijo una compañera de clase”, rememoraba hace unos días en São Paulo este autor de cómic. Brasil —el último país del mundo en liberar a sus esclavos— conmemoraba por esa época el centenario de la abolición en 1888. Aquella comunidad creada por fugitivos de los ingenios azucareros, y su líder Zumbi, protagonizan el episodio más popular de la historia negra de Brasil y el monumental cómic Angola Janga (pequeña Angola en lengua quimbundo), recién publicado en España. Palmares simboliza para muchos brasileños contemporáneos la resistencia, entonces frente los colonizadores portugueses y holandeses; hoy ante las injusticias racistas. Pero paradójicamente, pocos conocen en detalle lo sucedido.

Para la historia tradicional, “Palmares era algo exótico, un enclave de bandidos en la selva. El planteamiento era siempre ‘Qué bien que fue destruido Palmares porque amenazaba al imperio portugués”, una visión sustentada únicamente en el relato de los soldados, los gobernadores… de los que “tenían como misión destruir aquella comunidad”, explica D’Salete (São Paulo, 1979) durante una entrevista en el estudio de su casa. Allí crea a mano sus viñetas cuando sale de su otro trabajo. Ganador de un premio Eisner en 2018 (los Oscar del cómic) con su anterior obra, Cumbe, da clase de Artes Visuales a adolescentes.

Angola Janga relata lo que fue Palmares, pero desde otra perspectiva. A través de la mirada de los hombres y mujeres que sobrevivieron a jornadas inhumanas hasta de 20 horas diarias de trabajo, de los que lograron huir de aquel infierno terrenal para crear en un rincón del Brasil colonial esta especie de república que duró más de un siglo y llegó a tener 20.000 habitantes dispersos en varias aldeas de la sierra de Barriga (en la capitanía de Pernambuco, hoy estado de Alagoas) en el XVII. Su capital estaba casi tan poblada como el Río de Janeiro de la época. El ilustrador narra los ataques sistemáticos de los conquistadores, la guerra de guerrillas desplegada por los palmaristas, pero también la vida cotidiana con romances, momentos de intensa ternura familiar, el trabajo en los cultivos o los intercambios comerciales con sus vecinos indígenas y colonos.

Marcelo D’Salete, autor del cómic ‘Angola Janga’, en su casa de São Paulo.

Esta obra combina sutilmente documentación histórica brasileña, mapas incluidos, y ficción. Como los testimonios de aquellos africanos de tradición oral no perduraron, el dibujante recrea los espacios en blanco de la historiografía tradicional. “Es mi interpretación, puede haber otras”, insiste. La suya es una historia coral de más de 400 páginas, sin héroes, en la que las mujeres tienen una presencia destacable. Una historia en blanco y negro, con muy pocos diálogos. “No quería hacer una historia idealizada, no me gustan los héroes. Nosotros aquí no necesitamos héroes, necesitamos buenas historias, personajes complejos”, recalca el autor, que coloca en el centro de su interpretación “los objetivos y los intereses de esos personajes, con sus dudas, sus miedos… Ése fue el gran desafío”.

D’Salete se mete así en la piel del jefe Ganga Zumba para ahondar en los motivos que le llevaron a alcanzar a un acuerdo de paz con la Corona de Portugal en 1678 que al autor le parece “crucial porque divide al grupo de Palmares”. A Soares, que en el imaginario brasileño es el Judas que traicionó a Zumbi, lo convierte en un personaje complejo, con contradicciones, sin desvirtuar hechos históricos como que obtuvo la ansiada libertad tras el asesinato del líder el 20 de noviembre de 1695.

A este autor del historias en cuadrinhos, como los denominan en Brasil, no le hablaron de Palmares en familia ni lo estudió en la escuela. Tampoco a otros de su generación. Descubrió “la perspectiva negra de la historia de Brasil y la sociedad brasileña actual” en la adolescencia a través del rap. Aquellas canciones que martilleaban historias de desigualdad social, discriminación y racismo fueron dibujando un relato de injusticias de las que empezaba a ser consciente.

Con una madre que a los diez años entró a trabajar como empleada del hogar, D’Salete fue el primer universitario de su familia. Para alumbrar Angola Janga buceó durante once años en archivos, museos y libros aunque no es historiador, sino licenciado en Artes Plásticas. Siempre fue estudioso. Humilde, constantemente enumera historiadores, escritores, músicos, ilustradores… que fueron desbrozando el camino por el que él transita. Porque, recalca, Angola Janga no es “la historia de Palmares, es una historia de Palmares”. Los miles de personas que lo habitaron procedían de las actuales Angola —de ahí el nombre— y Congo. Más de 12 millones de africanos fueron traídos a América a la fuerza entre 1500 y 1900, incluidos unos cinco millones que arribaron a Brasil.

Los efectos de aquella aberración asoman, por ejemplo, en el término negro para calificar a los esclavos. En portugués, como en español, no implica necesariamente una connotación peyorativa, pero D’Salete cuenta que ha tenido que calibrar cuidadosamente con los traductores a otros idiomas.

Del mismo modo que el rap logró romper para un chaval como él las barreras de la cultura más elitista, espera que el lenguaje de las historietas haga llegar Palmares al gran público. Aunque su precio, 90 reales (21 euros), lo dificulta. Un paso en esa dirección es que Angola Janga y Cumbe, otro cómic de historia, hayan sido incluidas en el catálogo de lecturas para escuelas públicas y privadas. Supone un avance en un país, como tantos, desmemoriado con la contribución de ciertos colectivos a la historia común. La enseñanza de la historia afro-brasileña solo es obligatoria desde 2003. Son logros que muchos brasileños ven en grave riesgo con un presidente como el ultraderechista Jair Bolsonaro.

D’Salete enlaza el olvido institucional de la historia de los negros con el racismo estructural de Brasil. Explica que los descendientes de aquellos esclavos siguen en muchos casos sin acceso a la tierra -son el origen de las favelas-, sin un acceso efectivo a la educación… son tratados con un rasero distinto. Recuerda cómo el Ejército disparó hace nada 80 tiros contra el coche de una familia negra en Río y mató al padre y a un transeúnte que intentó ayudarlos; o los cinco chavales acribillados con 111 disparos en su automóvil. También negros, también en Río. Fue en 2015. “No hubo conmoción… Eran de la periferia, de lugares donde hay mucha población negra, donde el Estado se ve con derecho de matar en una política terrorista y genocida”, se lamenta tras enumerar casos similares.

Entre los países a los que D’Salete viajará a presentar su último cómic, destaca Angola. Allí donde todo comenzó.


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