La adolescencia trascurre en casi la mayoría de las familias con conflictos, negociaciones y preocupaciones que pueden minar las relaciones entre ellos. Patricia de Diego, coach certificada en Business&Life Coaching por la New York University y en Parenting Educator por la New York State Parenting Education Partnership, ofrece herramientas para asentar las bases de un desarrollo emocional óptimo. Con más de 10 años de experiencia, De Diego acaba de lanzar su libro Mi viaje hacia la adolescencia (Libro I) (2019), el primero de cuatro, un formato práctico, con base en la neurociencia, psicología o inteligencia emocional, que ofrece herramientas para el niño, el adolescente y su familia.
PREGUNTA. Siempre se habla de la adolescencia como una etapa compleja para el joven, pero más aún para la familia. ¿Qué necesita el adolescente para pasar esa etapa, cómodo, con aspiraciones, motivaciones…? ¿Qué le puede aportar usted como profesional y qué puede explicar a los padres para que lo apliquen en el hogar a diario?
RESPUESTA. El adolescente busca fundamentalmente la autonomía y la aceptación social. Precisa saber que vive en un entorno familiar donde se siente querido, respetado y aceptado. Además, es importante que llegue a la adolescencia sabiendo quién es y cómo es. Si esto se logra, superará la pubertad sintiéndose conforme consigo mismo, teniendo claras sus aspiraciones o encontrando sus propias motivaciones.
En un proceso de coaching para familias, trabajo con la madre o el padre para que identifiquen los puntos imprescindibles de mejora, tracen una estrategia con una meta y encuentren cómo enfrentarse y superar sin mayor dificultad estos difíciles períodos, teniendo en cuenta que el principal objetivo es mantener el bienestar familiar y el óptimo desarrollo emocional de sus hijos.
P. ¿Qué explicaría a aquellos padres que desconocen el significado de “educación emocional”? ¿Considera que en la actualidad las familias asumen que un buen desarrollo personal y social en el adolescente deriva de un desarrollo emocional conveniente? Y, ¿qué es preciso para conseguirlo?
R. Enseñando a nuestros hijos una educación emocional apta les estaremos ofreciendo, entre otros, la posibilidad de desarrollar personalidades adaptativas; valores como la tolerancia, el respeto, la responsabilidad o la honestidad; habilidades como la empatía, el compromiso o la asertividad; herramientas para identificar oportunidades de mejora y crecimiento y, por supuesto, para identificar el peligro, saber decir no y autocontrolarse.
Todos queremos para nuestros hijos que consigan crear relaciones sociales sanas y equilibradas, que sepan profundizar y controlar su pensamiento, que puedan eliminar creencias limitantes… Pero, lo cierto es que no educamos emocionalmente a nuestros hijos porque seguimos la inercia de la evolución humana, la educación transmitida de padres a hijos y, porque no sabemos hacerlo.
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Los niños que no reciban de sus padres un desarrollo emocional idóneo, manifestarán grandes carencias en la edad adulta que los llevará a tener comportamientos inadecuados, personalidades complicadas, predisposición a las adicciones, a la depresión, a la ansiedad… y, tendrán que recurrir a ayuda psicológica y psiquiátrica.
Mi viaje hacia la adolescencia
P. Siguen existiendo muchos tabúes en la sociedad, incluso en la familia. ¿Qué es para usted la familia y qué normas deberían existir en el núcleo familiar para que los niños no se sintieran juzgados ni invalidadas sus emociones en diferentes situaciones como cuando se desea hablar de la condición sexual o identidad de género?
R. En nuestra cultura, la familia es el pilar imprescindible que sustenta la sociedad. Las sociedades que tienen integrado el valor de la familia son más solidarias y compasivas.
Las familias deben entender que en siglo XXI, una de las prioridades en cuanto al desarrollo emocional evolutivo es que todos seamos capaces de aceptarnos y respetarnos y, si esto no parte del entorno familiar, no podemos pretender extrapolarlo a la sociedad. Aquellas familias que sean capaces de educar emocionalmente de manera óptima a sus hijos, serán capaces de respetar y apoyar sus decisiones, aunque no las compartan, ya sean decisiones sobre su condición sexual o de cualquier otra índole.
P. Ha dicho en alguna ocasión que su labor como coach familiar es guiar, ¿tiene que tener alguna cualidad concreta la persona que acuda a usted?
R. Debe tener interés, estar motivado y tener la voluntad de querer trabajar en un proceso de coaching en el que el coach utiliza una combinación de preguntas, escucha, reflexión, ejercicios y retroalimentación.
La persona que acude a mí y solicita un proceso de coaching -el coachee-, desarrolla la capacidad de pensamiento introspectivo y, a través de sus propias respuestas verbalizadas a las preguntas y ejercicios que le expongo, el subconsciente continuará trabajando, horas o días después fuera de las sesiones.
P. ¿Puede hablarme de su colección de libros “Mi viaje hacia la adolescencia”? ¿Qué se va a encontrar el lector y qué quiere transmitir concretamente con el Libro I?
R. La colección está dirigida a niños y adolescentes para que ellos, con ayuda de un adulto, puedan desarrollar su inteligencia emocional. Está escrita de una manera muy sencilla para que todas las familias, puedan aprender los conceptos y ponerlos en práctica a través de ejercicios de coaching, programación neurolingüística (PNL), mindfulness y actividades creativas. Encontrarán también lecturas y con su compañero de viaje, el adulto, podrán entender y compartir. En el libro I, se trabajan cuatro conceptos, bases fundamentales: la autoestima, el autoconocimiento, un ejercicio de PNL y una emoción fundamental: la felicidad de cada uno.
P. Mentes Fuertes resulta un proyecto innovador y pionero en España, ¿por qué y cuál es su finalidad?
R. Los libros se adaptan a las necesidades de cualquier familia y a las edades de los niños. Son libros flexibles en cuanto a metodología y edades. Si los niños son menores de siete u ocho años, son los padres quienes utilizan el libro a modo de guía para saber cómo deben ir educando a sus hijos. No obstante, si los niños tienen entre siete-16 años aproximadamente, podrán trabajarlo por ellos mismos con ayuda del adulto. A partir de los 17 años, la figura del adulto (compañero de viaje), puede desaparecer si el adolescente quiere trabajarlo por él mismo. Y, por último, está recomendado también para cualquier adulto que no ha recibido educación emocional y quiera aprenderla.
P. ¿Qué diría a familias que están pasando una situación complicada por los problemas de conducta de sus hijos adolescentes? ¿Cómo se podría contener la situación?
R. Les diría que busquen ayuda de un profesional o si lo prefieren, que busquen información y recursos para trabajar el problema por ellos mismos. Aunque haya momentos de explosión con los hijos, es imprescindible encontrar un rato para mantener una conversación asertiva, basada en el cariño, el respeto y con la intención de construir una mejor relación que derive en mejores comportamientos.
Actualmente tenemos a nuestro alcance estudios, información, recursos y profesionales que pueden ayudarnos a educar emocionalmente a nuestros hijos y evitar así que continuemos con una educación arcaica que no tiene mayores aspiraciones para
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