El tornado apagó la fábrica de velas. Podría sonar ocurrente si no fuera la descripción de una tragedia. Decenas de empleados de una factoría de velas de Mayfield, localidad al oeste de Kentucky, vieron el viernes su lugar de trabajo convertido en una ratonera en la que muchos —en la noche del sábado aún era difícil saber cuántos— encontraron la muerte al derrumbarse la estructura del edificio al paso de uno de los tornados que asolaron el Estado. Tennessee, Arkansas, Illinois, Misisipi y Misuri también sufrieron la furia meteorológica que azotó la región con una fuerza de la que en esos lugares no guardaban memoria.
Casas derruidas, señales de tráfico retorcidas como regalices, árboles tronchados que llevaban ahí toda la vida y trozos de madera, metal y escombros por todas partes. La estela de destrucción que el tornado dejó a su paso por Mayfield, al oeste de Kentucky, ofrecía un paisaje más propio de una zona arrasada por la guerra que de una tranquila localidad en medio de la nada. Voluntarios llegados de todos los rincones del Estado buscaba esta mañana cómo ayudar. Y no siempre resultaba fácil.
Las autoridades aún están tratando de ordenar las tareas de recuperación, que se esperan largas y costosas. La electricidad ha estado cortada durante todo el fin de semana y no hay visos de que se recobre al menos hasta el final de la próxima semana. Cuatro albergues se han habilitado para atender a las víctimas, y algunos vecinos vagaban por las calles devastadas en busca de información sobre sus seres queridos.
“Sería un milagro si encontráramos algún superviviente más en la fábrica de velas, y creemos que han muerto varias docenas de conciudadanos”, ha dicho este sábado el gobernador de Kentucky, Andy Beshear. Se calcula que había unas 110 personas en el interior de las instalaciones, y que al menos en torno a 40 salvaron la vida, según las primeras informaciones. A última hora del sábado, la cifra superaba los 80 fallecidos, aunque las autoridades vaticinaron, sin temor a exagerar, que el número de víctimas mortales superará el centenar.
Entre tanta devastación, Mayfield amaneció el sábado como el epicentro de la tragedia, con amplias zonas de la localidad, de 10.000 habitantes, reducidas a un amasijo de madera, ladrillo y metal. Otro de los lugares especialmente afectados fue Dickson County, a las afueras de Nashville, en Tennessee, donde 25 casas desaparecieron al paso del temporal en lo que parecía el apacible preludio a un fin de semana prenavideño que acabó convertido en un infierno.
En la zona cero de la destrucción, los curiosos incluían entre los pasatiempos del sábado por la noche comprobar los estragos del tornado en la zona de Murrell Road. Los vecinos habían pasado buena parte del día sin suministro eléctrico.
El viento se llevó también por delante, como si fuera la estructura del castillo levantado por un niño, el tejado de un almacén de Amazon en Edwardsville, en Illinois, donde el temporal dejó a su paso al menos seis muertos. Una residencia de ancianos en Monette (Arkansas) fue otro de los puntos en el mapa de la catástrofe.
El presidente Joe Biden ha declarado este sábado el estado de emergencia para Kentucky. “Vamos a superar esto, y lo vamos a hacer juntos”, ha dicho en una conferencia de prensa desde su residencia de fin de semana en Wilmington (Delaware). Biden ha definido lo sucedido como “una tragedia inimaginable”.
Voluntarios de World Central Kitchen, la ONG del chef español José Andrés, empezaron a trabajar en la zona a las pocas horas del paso del tornado. El último premio Princesa de Asturias de la Concordia voló por la tarde a Nashville desde Washington, donde cuenta con algunos de los mejores restaurantes de la ciudad, para poder ayudar sobre el terreno.
El gobernador de Kentucky ha explicado que sus conciudadanos esperaban el viernes “tormentas fuertes” y “un tornado”, pero no un martillo meteorológico como el que acabó desatando su furia sobre una vasta región del Medio Oeste y el Sur de Estados Unidos. Uno de los más de 30 tornados que zarandearon a capricho el Estado se desplazó a lo largo de casi 400 kilómetros, un récord, según los registros del Servicio Nacional de Meteorología.
Ahora está en cuestión si las señales de alarma funcionaron adecuadamente.
Tras arrasar con todo a su paso, la tormenta ha enfilado en las últimas horas del sábado hacia la Costa Este, donde la cola de su furia ha dejado lluvias y fuertes vientos.
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