Aunque se basa en un enigma filosófico intrigante, A Glitch in the Matrix se siente irreal en todos los frentes, mal investigado, fuera de contacto e insípido.
En 1977, el autor de ciencia ficción Philip K. Dick pronunció un discurso en una convención de ciencia ficción en Metz, Francia, titulado Si encuentra que este mundo es malo, debería ver algunos de los demás. Tal vez uno de los discursos más fascinantes jamás pronunciados sobre la naturaleza central de la realidad, Dick pasó a relatar experiencias intensamente personales con posibles visiones de vidas paralelas que tenían sus raíces en el presente, en oposición al pasado. Fue entonces cuando Dick propuso la posibilidad de que el mundo en el que vivimos sea, de hecho, una simulación por computadora, una de las muchas realidades simuladas dentro de un vasto ecosistema de mundos ejecutados por código generado por computadora. Esta fascinante premisa forma el núcleo de Un fallo en Matrix, el último documental de Rodney Ascher (Sala 237) sobre la hipótesis de simulación. Con una serie de personas que parecen realmente interesadas en la posibilidad de que los humanos residan dentro de un videojuego, Un fallo en Matrix intenta crear una pieza filosófica peculiar y muy animada que no agrega nada nuevo a la conversación. Aunque se basa en un enigma filosófico intrigante, Un fallo en Matrix se siente irreal en todos los frentes, mal investigado, fuera de contacto e insípido.
Un fallo en Matrix es una mezcla heterogénea de entrevistas extendidas de Zoom, imágenes animadas de realidad virtual y destellos de clips de Internet en los que personas como Elon Musk y Neil deGrasse Tyson ofrecen sus pensamientos sobre la teoría de la simulación. Hay momentos de fuerza cuando el documental cambia a las teorías sobre la probabilidad de Nick Bostrom, quien popularizó la teoría de la simulación en un ensayo de 2001 titulado “¿Estás viviendo en una simulación por computadora?” Es interesante notar que el análisis probabilístico de Bostrom presentó un dilema innato en el campo de la ontología filosófica, obligando a los individuos a repensar las formas en que la “realidad” se define e interpreta en la existencia cotidiana.
Un fallo en Matrix apenas profundiza en los matices de la teoría de Bostrom, pero logra alejar más al público de sus principios básicos. A partir de entonces, el documental toca el Efecto Mandela, un ejemplo destacado del cual se puede presentar en forma de recuerdos de los Berenstain Bears deletreados como Berenstein y la existencia de una película de los noventa titulada Shazaam protagonizada por el comediante Sinbad como un genio. Si bien el efecto Mandela es una premisa interesante por derecho propio, la forma en que Un fallo en Matrix los intentos de utilizarlo para justificar la teoría de la simulación resultan, en el mejor de los casos, superficiales. Aparte del hecho de que el efecto Mandela ha sido ampliamente desacreditado por expertos y científicos por igual, es importante señalar que la existencia de este fenómeno depende de recuerdos falsos o alterados compartidos entre una conciencia colectiva, moldeada por una combinación de factores cognitivos que dictan las realidades de un grupo de individuos.
Después de todo, los incidentes de la cultura pop mal recordados colectivamente no son una prueba infalible de la existencia de realidades paralelas, una posibilidad que se puede argumentar de maneras mucho más convincentes. Además, las entrevistas de Zoom que aparecen en gran medida a lo largo del documental hacen poco para aumentar su credibilidad, oscurecidas por superposiciones de personajes de dibujos animados que ocultan a los individuos. Si bien se puede argumentar que estas experiencias individuales tienen valor en términos de la creencia de que el mundo no es más que un videojuego, en el que instancias de ya visto o fallas temporales funcionan a favor de esta hipótesis, los argumentos carecen de convicción y aparecen como epifanías metafísicas.
¿Se puede contar una sensación de despersonalización durante una sesión dentro de un tanque de privación sensorial como evidencia de que nuestros cuerpos están hechos de código? ¿O puede considerarse un caso de soledad abrumadora dentro de una iglesia abovedada como una comprensión que cambia la vida de que nada es real? Ascher nunca plantea estas contrapreguntas en el transcurso del larguísimo documental que lucha por lidiar con abstracciones pobremente desarrolladas.
Considerándolo todo, Un fallo en Matrix sufre de una sobredosis de fantasía, sin ofrecer respuestas reales a los dilemas filosóficos profundamente perturbadores que plagan la existencia humana. El uso excesivo de animaciones de bajo presupuesto y clips de videojuegos tampoco ayuda a defender el caso, ya que solo sirve para distorsionar y abaratar los argumentos presentados. Mientras Un fallo en Matrix hace referencia al discurso de Dick una y otra vez, mencionando cómo sus creencias se reflejaron en el cuerpo de su trabajo, no hay un intento real de diseccionar las revelaciones psicológico-religiosas del autor de ciencia ficción, o profundizar en los paisajes mentales que podrían atribuir a las nociones que nos moldean. Al azar, inconsistente y profundamente insincero, Un fallo en Matrix pierde las pequeñas cosas que importan, lo que inevitablemente obstaculiza el panorama general.
Un fallo en Matrix está disponible en cines y para transmisión digital en los EE. UU. el 5 de marzo de 2021, cortesía de Magnolia Pictures. El documental tiene 108 minutos de duración y no se ha clasificado hasta el momento.
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