El comunicador Andrés Roemer, en una imagen de archivo.Hilda Ríos (CUARTOSCURO)
Andrés Roemer no tiene razón. Sus víctimas la tienen. El comunicador interpuso el año pasado una demanda civil por daño moral contra una de las mujeres que lo acusaron de violación porque ella lo contó en sus redes sociales. Entendía Roemer que esta joven periodista había abusado del derecho a la libertad de expresión y de información. La jueza que ha seguido la demanda, en la Ciudad de México, ha sentenciado ahora que el hecho de que la víctima contara públicamente su nefasta experiencia no supone un ilícito, sino una expresión acorde con el “estricto ejercicio de sus derechos constitucionales y convencionales”, cuenta la abogada de la joven, Ximena Ugarte.
El actuar de ella “no constituye un ilícito ni abusivo ni doloso del derecho a la libertad de expresión”, dice la sentencia, sino que se trata de hacer pública una situación de violencia contra las mujeres en un contexto en el que muchas sufren parecidos abusos. Por otro lado, la sentencia, recurrible, deja claro que el relato público de la violación no estaba destinado a causar daño a un hombre que ya era famoso, por tanto, sujeto a mayor escrutinio público, y señalado por muchas mujeres de parecidos abusos.
La abogada Ugarte se ha manifestado entusiasmada con el fallo, que les ha devuelto la tranquilidad. “No creo que haya ningún tribunal que pueda echar abajo lo que ha dictado la jueza, que sitúa el relato en la experiencia de una víctima, en el marco de otras muchas acusaciones públicas que se hicieron contra el acusado, no en una expresión hecha con malicia para afectar su dignidad o imagen pública”, dice. La jueza menciona el marco de impunidad en el que viven muchas mujeres en México, que las aboca en ocasiones a utilizar las denuncias públicas en lugar de los cauces formales previstos, explica la abogada. “Es muy interesante su argumento, porque reconoce que una denuncia pública no es alternativa a una formal, pero entiende que son necesarias y válidas en una sociedad que vive un contexto de violencia como este”, resume Ugarte.
Andrés Roemer estaba acostumbrado a la fama pública que le proporcionaba su trabajo como divulgador científico en la televisión, así como sus actividades académicas, diplomáticas, literarias y como cofundador de La ciudad de las ideas, un festival para jóvenes talentos donde el comunicador se dedicaba a captar mucho más que eso. En febrero de 2021 saltó el escándalo a partir de una denuncia en redes sociales a la que siguieron decenas más, hasta superar las 60 mujeres que se decían víctimas de abusos o violación. Todas relataban el mismo patrón de comportamiento, adulaciones y ofertas de trabajo o mejoras laborales que muchas veces conducían al sótano de su casa, acondicionado para estos acercamientos.
Cuando las primeras denuncias llegaron a la Fiscalía, Roemer, que se movía en las altas esferas empresariales de México, buscó refugio en Israel, un país con el que mantiene buena relación por sus andanzas diplomáticas y su origen judío, y con el que México no tiene tratado de extradición. De nada han servido hasta ahora los reclamos a la Interpol ni las peticiones a Israel para que lo entregue a la justicia mexicana, donde tiene que responder por, al menos, cinco denuncias por probable violación. En Israel sigue, tuiteando desde allí cada día como si nada irregular pasara en su vida.
Pero sus abogados no han estado quietos. En agosto del año pasado encontraron una posible grieta por donde contraatacar y, mediante poderes, plantearon una demanda civil por daño moral. Lo hicieron contra una de las víctimas en concreto, solo contra ella, porque es periodista y se la acusaba de haber abusado de su libertad de expresión y de información, una vía legal por la que no podían atacar a otras mujeres que hicieron lo mismo, contar lo sucedido en aquel sótano de una lujosa vivienda.
Pero el juzgado 51 de lo civil de la Ciudad de México ha venido a poner orden en este asunto, al interpretar que la mujer agredida contó su caso como víctima, no como periodista. Muchas hicieron lo mismo, ella solo sumó su versión de lo ocurrido.
Roemer perdió su prestigio aquel año, se apartaron de él numerosas personalidades con las que antes había compartido sus trabajos académicos y diplomáticos. Era embajador de buena voluntad en la Unesco, algo que abandonó cuando la organización le recordó su “tolerancia cero hacia todas las formas de acoso”. En apenas unas semanas, la estrella del comunicador se fue desplomando. La Unidad de Inteligencia Financiera intervino las cuentas de su mujer y alguna relacionada con La ciudad de las ideas. Finalmente, huyó a Israel, desde donde se ha quejado de la justicia mexicana, la misma que le llama para responder de acusaciones de probable violación y ante la que no comparece.
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