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Una juventud con llagas migratorias


Jose Luis tenía 17 años cuando decidió dejar su natal Honduras para iniciar su travesía hacia el norte en busca del sueño americano.

Pero, en lugar de sueños, su viaje se convirtió en una odisea que le ha dejado consecuencias físicas.

Para lograr su meta de llegar a Estados Unidos, José Luis decidido subirse a La Bestia, el tren que se había convertido en el medio de transporte para atravesar México y llegar a la frontera. Sin embargo, vencido por el hambre y el cansancio, esa misma “bestia” cambió su vida para siempre.

“Yo me desmayé, pero el mismo golpe en el suelo me volvió a despertar… segundos. Pero yo, cuando desperté, el tren me había mutilado mi pierna”, cuenta José Luis. “Yo quise sacar mi pierna con mi brazo, y me corto mi brazo el tren. Entre consciente e inconsciente, quise sacar mi brazo con mi mano, y también me mutiló mi otra mano”.

Además de mutilar una parte de su cuerpo, la camisa del joven se enredó con una de las llantas del tren que lo arrastró. Quería levantarse y pedir ayuda, pero solo podía quedarse mirando sus miembros mutilados.

Un paramédico lo encontró y el joven despertó en un hospital. Allí cumplió los 18 años, postrado en una cama y aferrándose a la vida, aunque sus sueños parecieran desvanecerse.

“Estuve 2 años hospitalizado en 3 diferentes hospitales en México y luego regresé a honduras”, cuenta el joven, quien aún no puede entender como sigue vivo.

Ha pasado más de una década desde el trágico accidente. Sin embargo, hace poco logró entrar a territorio estadounidense, en donde comenzó su proceso de asilo.

A pesar de su odisea, Jose Luis no pierde la esperanza.

“Cuando creo ya morirme no físicamente, si no moralmente, espiritualmente, siempre he encontrado una salida en dios”, dice Jose Luis.

En Los Ángeles, existe un grupo comprometido a mejoraer la vida de los inmigrantes con discapacidades. Para más información, haga clic aquí.  

La separación de familias en la frontera

Gabriel tenía 14 años cuando vivió de cerca el asesinato de una amiga de su madre. Eso fue el detonante para que su progenitora decidiera que ambos dejaran El Salvador y refugiarse en Estados Unidos.

El viaje fue largo y lleno de penurias. Sin embargo, al llegar a Estados Unidos se dieron cuenta que su odisea apenas comenzaba.

Gabriel fue separado de su madre en la frontera. Algunos activistas y políticos resaltan que la cifra real de menores separados de sus padres en la frontera es desconocida.

“[El gobierno] no quiere compartir esta información, los datos de los niños, a donde quedan, a donde les mandaron”, destaca la Supervisora del Condado de Los Ángeles, Hilda Solís. “No sabemos cuántos de estos menores de edad son trasladados al condado de Los Ángeles”.

Oficiales de inmigración, sin embargo, calculan que unos 500 menores se encuentran en el condado.

Es por ello por lo que la ciudad de Los Ángeles ha pedido un informe a varias agencias del condado para identificar a la cantidad de menores inmigrantes que se encuentran en el área y brindarles ayuda.

La meta es calcular y obtener los fondos que se necesitan para ayudar a jóvenes como Gabriel, quien se encuentra en un albergue de Los Ángeles, esperando poder reunirse con su madre.

“Lo primero que voy a hacer es darle un abrazo. Creo que lo necesito mucho”, dice el joven.

Para más información sobre los programas que ayudan a los jóvenes inmigrantes, puede visitar la página de asuntos para inmigrantes del condado de Los Ángeles, haciendo clic aquí.


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