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Una lingüista a la caza del criminal

Sheila Queralt (Balaguer, 32 años) tiene una profesión tan importante como poco conocida e infrautilizada. La lingüista forense bromea a menudo con lo que le cuesta explicarlo y por eso empieza su nuevo libro, Atrapados por la lengua (Larousse), con una confesión para eliminar malentendidos y estigmas que a veces acarrea su trabajo. “Yo no diría que mi profesión está mal vista (de hecho, a nivel académico es una disciplina con prestigio), sino que simplemente ha sido poco visible. La lingüística forense es una disciplina muy desconocida por el público en general y también por los agentes judiciales, aunque sin duda es una disciplina forense emergente que cada vez está más presente en los procedimientos judiciales”, comenta a EL PAÍS por correo electrónico.

Queralt, fundadora y directora de SQ- Lingüistas Forenses, no habla de los casos sobre los que tiene cláusulas de confidencialidad, pero eso no impide que el libro sea una ventana abierta a un mundo apasionante y bien contado. No hay parrafadas en las explicaciones de Queralt, directa en sus respuestas y ágil en su discurso. Reconoce que tiene conflictos éticos, pero también la receta para seguir. Todo eso y más, aquí. Pasen y lean.

Los científicos forenses siempre estamos a la carrera con los ciberdelicuentes

Pregunta. ¿Cuál de todos los casos es el que más nos revela desde un punto de vista lingüístico?

Respuesta. Me resulta extremadamente complejo escoger un único caso. No obstante, un caso en el que se observan distintas informaciones lingüísticas es el del asesinato de Ángel Prieto (2017). El material de análisis fue una llamada de auxilio anónima desde una cabina telefónica en la que se alertaba de la existencia de dos ancianos heridos en su casa y que necesitaban asistencia médica. Una vez los agentes llegaron al domicilio, se encontraron al hombre fallecido. Los lingüistas forenses analizaron esa llamada de seis minutos de duración y pudieron determinar el sexo, el origen, la edad, la profesión e incluso hipotetizar sobre el nivel de implicación en los hechos del autor de la llamada anónima. Además, después de la detención del sospechoso, el análisis de comparación de voz determinó que había una alta probabilidad de que el sospechoso fuera el autor de la llamada anónima.

P. ¿Es el de Unabomber el momento fundacional de la disciplina en su aplicación criminal?

He realizado dictámenes lingüísticos en los que, según mi ética personal, no me sentía representada, pero los llevé a cabo según mi ética profesional

R. No, aunque sí que es el más famoso y uno de los primeros. El caso fundacional es el caso que se recoge en The Evans Statements (1968). En este caso, un lingüista pudo demostrar la inocencia de una persona condenada a muerte por el asesinato de su mujer e hija. El análisis lingüístico reveló que las declaraciones del acusado por las que había sido ejecutado habían sido manipuladas por los agentes policiales.

P. En el caso del Mad Bomber y James A. Brussel, como ocurre luego también con Roger Shuy en 1979, se hace una demostración espectacular que equipara al lingüista con un héroe de ficción, todo intuición e inteligencia, como Dupin o Holmes. ¿Hay algo de eso en algún momento en el desempeño de su profesión?

R. Realmente, en estos casos no hay una intuición o una corazonada, sino un proceso de inducción. El análisis sistemático de los rasgos lingüísticos presentes o ausentes en una muestra nos permite extraer conclusiones objetivas sobre los rasgos sociolingüísticos más probables del autor de un anónimo. Estas conclusiones se basan en teorías e investigaciones científicas previas que nos permiten determinar los patrones lingüísticos esperables en determinadas comunidades de habla segmentadas por perfil geográfico, lengua materna, nivel educativo, etc.

P. En el apartado de fake news y deepfakes se habla de la Inteligencia Artificial. ¿Qué puede hacer un lingüista contra la máquina?

R. Los científicos forenses siempre estamos a la carrera con los ciberdelicuentes. Lo que hacemos los lingüistas forenses en casos de fake news o de deepfakes es analizar las grabaciones manipuladas con fines maliciosos para determinar si se observan alteraciones que puedan indicar que el discurso ha sido falsificado.

P. Me fascina el caso del Asesino del Zodiaco, pero lo resuelve en poco más de una página. ¿No quiso darle más espacio? ¿O estoy equivocado y no era tan importante desde el punto de vista lingüístico?

R. Sí, por supuesto que la lingüística forense fue muy importante en el caso del Asesino del Zodiaco, pero en el caso del libro quise resaltar la relevancia de la tarea del lingüista forense para ilustrar la capacidad de detectar la voluntad de un autor de disfrazar la forma de escribir para ocultar su identidad. En este caso, el lingüista forense pudo determinar que el Zodiaco modificaba conscientemente su forma de escribir introduciendo errores pero no era consistente y eso permitió concluir que se trataba de cambios voluntarios. El lingüista forense también contribuyó a descartar al principal sospechoso, Arthur Leigh Allen, como el Zodiaco.

P. De entre todos los casos, otro de mis preferidos de todos los tiempos es el del Destripador de Yorkshire. Como han demostrado distintas investigaciones periodísticas, true crimes y otros trabajos, la investigación fue un desastre y, también, por lo que cuenta en su libro, una oportunidad perdida desde el punto de vista lingüístico. ¿Se podría haber detenido antes a este asesino en serie de haber hecho caso y haber usado de manera más intensiva a los expertos en lingüística?

R. Seguramente, aunque siempre es más fácil juzgar desde la distancia y el tiempo. Lo que sí es innegable es que la lingüística forense debería entenderse como una ciencia forense más en una investigación y que, además, ha demostrado su gran potencial para desenmascarar a asesinos en serie, ciberdelincuentes e incluso terroristas.

P. Resulta muy interesante el caso del lingüista computacional Patrick Juola y cómo desenmascaró a Robert Galbraith, en realidad J. K. Rowling. ¿Ella fue un poco torpe a la hora de ocultarse o él fue muy hábil? El caso me suscita una reflexión. Es un ejercicio brillante, pero ¿no habría sido mejor dejarla tranquila? ¿No tenía derecho a esconderse tras el pseudónimo?

R. Sí, la verdad es que muchas veces tenemos conflictos éticos y en estos casos para mí es importante separar la ética profesional de la personal. En este caso, el lingüista actuó de forma profesional: se le solicitó un análisis lingüístico, realizó el análisis de forma objetiva y arrojó sus conclusiones científicas. Es verdad que se debería respetar el derecho a escribir bajo pseudónimo, pero también es verdad que una autora de ese nivel es difícil que no fuera descubierta tarde o temprano. Tiene un estilo muy particular y fácilmente reconocible. Al no ser un caso judicializado, ella podía haberse mantenido en el anonimato y no reconocerlo.

P. ¿Qué límites morales tienen en su trabajo? ¿Se encuentran a menudo ante conflictos éticos? 

R. Personalmente, no suelo atender encargos de casos que no estén o no vayan a estar judicializados. No obstante, tenemos que tener presente que a veces el trabajo de los expertos forenses pone a prueba nuestra moral y ética. Yo misma he realizado dictámenes lingüísticos en los que, según mi ética personal, no me sentía representada, pero los llevé a cabo según mi ética profesional, arrojando análisis objetivos y rigurosos y dejando que la justicia hiciera su trabajo.


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