El pulso por la reforma de las pensiones se recrudece en Francia. La masiva movilización de este martes, la segunda en menos de dos semanas, coloca al presidente, Emmanuel Macron, ante un dilema: o un divorcio duradero con una mayoría de los franceses si mantiene el plan para elevar la edad de jubilación de 62 a 64 años. O la renuncia a su proyecto-faro, la madre de todas las reformas, “imprescindible”, en su opinión, para preservar el modelo social. Está en juego su legado.
Aunque el seguimiento de la huelga ha sido inferior al del 19 de enero, primera jornada de movilizaciones, y el país no quedó en absoluto bloqueado; la presencia en las manifestaciones aumentó por todo el país. Sobre todo, en las ciudades medianas y pequeñas, uno de los focos de las protestas, como ya lo fueron de la revuelta de los chalecos amarillos en 2018.
Para Macron es un aviso. El rechazo a su proyecto para hacer trabajar dos años más a los franceses es amplio y transversal. Aunque en las marchas predominaban los sindicalistas, se veían también jóvenes y jubilados, mayoritariamente votantes de la izquierda, aunque también algunos de la extrema derecha. Era un elenco de las clases medias que temen, para ellos o sus hijos, un futuro menos confortable, y ven en su actual presidente al responsable de una erosión del Estado del bienestar.
La presión aumenta sobre Macron, quien insiste en mantener sus planes, y sobre la Asamblea Nacional, que esta semana ha empezado a examinar el proyecto de ley. El problema para el presidente es que, desde las legislativas de junio, carece de mayoría absoluta, pese a tener el primer grupo parlamentario. Sin los votos de Los Republicanos, el partido de la derecha moderada, quedará lejos de los 289 diputados que marcan el umbral de la mayoría.
La marcha de París, entre la plaza de Italia y el monumento de los Inválidos, se desarrolló en un ambiente festivo durante casi todo el recorrido. Al final, los choques entre una parte de los manifestantes y la policía, terminaron con 18 detenidos. El Ministerio del Interior había desplegado 11.000 policías por toda Francia.
La policía antidisturbios francesa hace retroceder a los manifestantes en Nantes durante las manifestaciones de este martes. LOIC VENANCE (AFP)
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SuscríbeteSensación de injusticia
De las entrevistas con manifestantes pueden sacarse algunas conclusiones. Había una reclamación extendida del derecho al descanso. La sensación de injusticia —la idea de que los más vulnerables deberán hacer más sacrificios que los más ricos— también era palpable. Finalmente, otro argumento regresaba una y otra vez: la reforma de las pensiones toca una fibra sensible en Francia —afecta a algo tan íntimo como el trabajo, el ocio, la vejez—, pero la protesta va más allá. En las pensiones se cristaliza un cúmulo de malestares: por el deterioro de los servicios públicos, por la inflación y la pérdida del poder adquisitivo, por el sentimiento de abandono por parte de sectores de la población.
“Aumenten los salarios, no la edad de jubilación”, se leía en un cartel. Otro decía: “Si nos metes 64, nosotros te repetimos un Mayo del 68″. Más: “No hay alternativa: jubilación a los 60″. Y otro, más elaborado: “Macron, con 45 años tu trabajo te ha vuelto ciego y sordo. ¿Y a los 64 años? ¡Renuncia! No al trabajo que arruina la salud”. Este cartel lo llevaba Claudie Thisy, una mujer de 61 años que trabaja a tiempo parcial ayudando a niños discapacitados. Hasta los 55 años fue azafata de Air France. Cuando cambió su trabajo por el de bibliotecaria, perdió un tercio del salario. Ahora, cobra tres veces menos que cuando era azafata. Explica que a ella esta reforma no le afectará, aunque, pudiendo jubilarse en unos meses, a los 62, lo hará a los 64 para cobrar la pensión plena. Thisy se manifestaba por su hija de 30 años y por las generaciones futuras.
Cuando se le pregunta si las protestas servirán para que Macron renuncie a su plan, Thisy responde: “En Francia hay que gritar para que se nos escuche”. Para ella, es una cuestión de democracia: los diputados que debaten la reforma en la Asamblea Nacional deberían tener en cuenta la opinión mayoritariamente contraria de los franceses. Y no compra el argumento de Macron, según el cual la reforma es legítima, pues fue una de sus promesas en la campaña que le llevó a la reelección en mayo de 2022 frente a la ultraderechista Marine Le Pen. Ella votó a Macron. “No entiende que muchos votamos en contra de Le Pen, no a favor de él”, dice. “No había otra opción”.
Como muchos manifestantes, Thisy espera con impaciencia el momento de jubilarse y explica así la importancia en Francia de esta cuestión: “Aquí, cuando trabajamos, trabajamos duro, pero después queremos disfrutar de la vida”. Sueña con viajar a Japón.
“No queremos trabajar tanto tiempo”, coincidía Xavier, 59 años, empleado en los servicios informáticos del Ayuntamiento de Fleury-Mérogis, un municipio de 10.000 habitantes cerca de París, y militante del sindicato CGT. “Estamos cansados”, apuntaba su mujer, Nathalie, de 58 años y empleada en una farmacia donde trabaja de pie todo el día. Ambos admitían haber votado a Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales de mayo, para frenar a Macron.
¿Bastarán las protestas para hacer cambiar de opinión al presidente? “No. Hay que bloquear el país durante 15 días”, zanja Xavier. Y concluye: “El tema no son solo las pensiones”.
Nuevas movilizaciones el 7 y el 13 de febrero
Los sindicatos, unidos por primera vez en años ante la reforma de las pensiones, convocaron en la noche del martes dos nuevas jornadas de movilización, el 7 y el 13 de febrero. Se sienten reforzados por una asistencia mayor a las manifestaciones de este martes que en la anterior protesta, del 19 de enero.
Según el Ministerio del Interior, salieron en todo el país 1,3 millones de personas (1,2 el 19 de enero); según el sindicato CGT, fueron 2,5 millones (dos millones en las manifestaciones anteriores). El baile de cifras es considerable, pero una cosa está clara: Francia está ante uno de los movimientos más multitudinarios en años.
Al mismo tiempo, la huelga tuvo esta vez menos seguimiento. En las escuelas y liceos, un 26% de los docentes siguió la huelga, según el Ministerio de la Educación Nacional, 12 puntos menos que el 19 de enero. En la empresa pública de ferrocarriles SNCF, el seguimiento fue del 36,5%, según los sindicatos, frente a un 46,3% en la anterior jornada de protesta. Entre los funcionarios públicos del Estado fueron a la huelga un 19,4%, frente al 28% el 19 de enero, según el Gobierno. En las refinerías de TotalEnergies, que en otoño bloquearon parcialmente Francia para obtener un aumento salarial, había en la mañana del martes entre un 75% y un 100% de huelguistas, según el sindicato CGT.
Un objetivo de las protestas es presionar a los diputados de la Asamblea Nacional, que cada día pueden comprobar en sus distritos el rechazo que provoca la reforma. Si un puñado de macronistas y de conservadores cambiasen de opinión y votasen en contra, las cosas se le podrían complicar al Gobierno. Macron ha sugerido que, si prosperase una moción de censura contra la primera ministra, Élisabeth Borne, disolvería la Asamblea Nacional y convocaría nuevas elecciones legislativas.
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