Una nueva rebelión hunde a República Centroafricana en una espiral de violencia


Tras casi ocho años de conflicto, la castigada República Centroafricana (RCA) celebró elecciones el pasado diciembre con la esperanza de que abrieran la puerta a la paz y la estabilidad. Sin embargo, ha sido todo lo contrario: los comicios han engendrado nueva violencia. Desde principios de enero una coalición de fuerzas rebeldes rodea y trata de asfixiar a Bangui, la capital del país, y se enfrenta con un mermado Ejército que ha logrado resistir gracias a la presencia de fuerzas de Naciones Unidas y al apoyo de mercenarios rusos y militares ruandeses. Unas 200.000 personas han huido de sus hogares en dos meses y elevan a un millón la cifra de desplazados y refugiados de una de las peores y más olvidadas crisis humanitarias del continente.

El desencadenante de este nuevo estallido de violencia tiene su origen en la decisión del Tribunal Constitucional, adoptada a principios de diciembre, de excluir de dichas elecciones al expresidente François Bozizé, quien gobernó el país entre 2003 y 2013. Acto seguido, este alcanzaba un acuerdo con miembros de Seleka, el grupo rebelde que le echó del poder tras una rebelión armada, para crear la Coalición de Patriotas por el Cambio (CPC) y declarar la guerra al Gobierno, dinamitando los acuerdos de paz de 2019. “Esto muestra que las alianzas en RCA se mueven por el poder y el interés personal y no por las ideologías”, asegura Paul-Simon Handy, experto del International Crisis Group (ICG). Desde 2013 los principales grupos armados en conflicto eran los musulmanes de Seleka y los Anti-balaka, de mayoría cristiana. En la actualidad hay más de 14 grupos armados.

Los comicios, que se celebraron en un clima de intimidación y violencia, dieron la victoria al actual presidente Faustin Archange-Touadéra con un 54% de los votos pero con una baja participación debido a los enormes problemas para votar en amplias zonas del país. Tras el anuncio de su victoria a principios de enero, los rebeldes lanzaron una ofensiva sobre Bangui que fracasó gracias a la defensa de la ciudad de los soldados de la Misión de Naciones Unidas para Centroáfrica (Minusca) y, sobre todo, de mercenarios rusos que desde hace años apoyan al Gobierno, y de tropas ruandesas desplazadas para garantizar la seguridad de los comicios.

Y es que este país se ha convertido en una pieza más del tablero de juego de una Rusia que trata de ganar peso en África y acceder a sus recursos, que en el caso de República Centroafricana son sobre todo oro y diamantes. “Tras su victoria en 2016, Touadéra necesitaba apoyo militar y armas para su Ejército y para su propia seguridad. Francia lo intentó, pero Rusia bloqueó esta posibilidad en el Consejo de Seguridad, así que el presidente centroafricano acudió a Moscú, que respondió a esta demanda permitiéndole posicionarse en este país y, de paso, ganar terreno en lo que París considera su patio trasero”, asegura Handy.

Según este experto, la presencia rusa se concretó a través de asesoramiento militar y mercenarios de la opaca empresa privada Wagner, propiedad del empresario Yevgeny Prigozhin, amigo íntimo de Vladímir Putin, que también ha intervenido en Siria, Libia y Ucrania. En 2018 tres periodistas rusos que investigaban la presencia de esta compañía de seguridad en República Centroafricana fueron asesinados en una emboscada sin que la investigación haya conducido a nada. Dos empresas también vinculadas a Wagner y Prigozhin han obtenido concesiones en la extracción de oro y diamantes.

En las filas rebeldes se ha detectado la presencia de combatientes de los países vecinos, sobre todo chadianos, pero ello no implica necesariamente que Yamena, aliado de Francia en la región, les apoye. “Hay mucha especulación al respecto pero ninguna prueba. Es evidente que cuentan con aliados, pero nadie puede asegurar quién a ciencia cierta”, opina el experto del ICG. Además de los 12.800 efectivos de la Minusca, una de las misiones más robustas de Naciones Unidas en el mundo, el Ejército de RCA se ha beneficiado en los últimos seis años de una misión de formación de la Unión Europea en la que participan, en la actualidad, ocho militares españoles, según el Ministerio de Defensa.

Ante la imposibilidad de tomar Bangui, el conflicto ha entrado en un impasse. Los rebeldes tratan de asfixiar la capital cortando todos sus accesos, sobre todo la carretera que la une con Camerún y el puerto de Douala, de donde procede la mayoría de los suministros. Las Fuerzas Armadas con apoyo ruso y ruandés han lanzado una contraofensiva para romper el cerco, pero la CPC está bien asentada. “Los precios de los productos básicos se han disparado”, advierte Fernando Galván, coordinador general de Médicos sin Fronteras (MSF) en RCA, “tenemos la pobreza preexistente, el conflicto armado y la falta de acceso a servicios básicos por parte de la población. Es terrible. Además de la violencia, está muriendo mucha gente por causas evitables como malnutrición, diarreas, tuberculosis, VIH o en el parto. Por ejemplo todas las campañas de vacunación se ven afectadas”.

En clave política, el Tribunal Constitucional acaba de anular el resultado de las elecciones legislativas en 13 de las 140 circunscripciones del país mientras se mantiene la incertidumbre respecto a qué hacer con otras 58, allí donde no se pudo celebrar la votación debido a la violencia. Aunque los comicios están seriamente cuestionados, parece difícil que se repitan en su globalidad. “Esto no es realista, la solución pasa por un diálogo nacional entre poder y oposición. Pese a todo, el Gobierno ha sido legitimado por las urnas”, añade Paul-Simon Handy.


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