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Una periodista, un asesino y la continuación de una investigación inacabada en la India

EL PAÍS


Vigilia por la muerte de la periodista Gauri Lankesh en Nueva Delhi (India) en septiembre de 2017.Burhaan Kinu (Hindustan Times via Getty Images)

El 5 de septiembre de 2017, la periodista de 55 años Gauri Lakensh llegó tarde a su oficina de Bangalore. El día era cálido y soplaba una ligera brisa en esta ciudad del sur de la India conocida por su clima ventoso y su tráfico. En su despacho de la planta baja de un descolorido edificio amarillo de tres plantas situado en una calle residencial, revisó el próximo número de su semanario y dio los últimos toques al editorial, que siempre redactaba por último.

La preocupación por el aumento de la desinformación en el país y su experiencia como objetivo destacado de las campañas de odio en la Red pesaban sobre Lankesh mientras escribía el artículo, que tituló En la era de las noticias falsas. La periodista explicaba cómo las “fábricas de mentiras” —sitios web que trafican con habladurías y medias verdades― difunden desinformación en la India. Detallaba el caso de un rumor propagado rápidamente a través de las redes sociales sobre la censura a un admirado personaje hindú por parte del partido de la oposición, y le seguía la pista hasta una de las páginas más virulentas, llamada Postcard News, dirigida por el empresario local Mahesh Vikram Hegde. El rumor, ampliaba la periodista, alcanzó aún mayor difusión con la ayuda del Partido Popular Indio (BJP), en el Gobierno, y de otras personas con motivaciones políticas que “utilizan las noticias falsas como arma”, afirmaba.

Llevaba varios días puliendo el artículo, que se publicaría dos días después. Los amigos y la familia recuerdan que, aparte del reportaje, Lankesh estaba de un humor más alegre que de costumbre, y pasó la tarde charlando por Internet con activistas feministas.

La tarde ya había caído en Bangalore cuando Lankesh se dirigió a su casa serpenteando por las calles de la bulliciosa capital tecnológica de la India. Si hubiera sido otra noche, se habría pasado por casa de su hermana para ver unos cuantos episodios de la serie This Is Us, como había hecho en ocasiones anteriores. En lugar de eso se fue a su casa, en un pueblo tranquilo donde los ruidos fuertes no son corrientes. Cuando Lankesh se acercaba a la puerta, el estallido de cuatro disparos resonó en el vecindario. El primero la alcanzó en la espalda, debajo del hombro derecho. Dos balas se alojaron en su abdomen, perforando órganos vitales, y una cuarta rebotó en la pared de la casa. Un motorista y su cómplice huyeron del lugar ocultando sus rostros de las cámaras de seguridad.

Lankesh, que murió en el acto, nunca vio publicado su editorial. El asesinato no tardó en conmocionar a toda la India. Centenares de personas acudieron a llorarla al funeral con pancartas que decían “Yo también soy Gauri”. En un par de años, los investigadores de la policía detuvieron a 17 personas relacionadas con la secta nacionalista hindú Sanathan Sanstha, su filial Hindu Janajagruti Samiti (HJS), y otros grupos religiosos marginales (un octava persona sigue huida). Según fuentes policiales, los miembros de esta banda anónima planearon el asesinato a lo largo de más de un año, consiguieron armas, entrenaron a pistoleros a sueldo y siguieron los movimientos diarios de la periodista (actualmente se está celebrando el juicio en Bangalore). En un correo electrónico, un representante de Sanatan Sanstha señalaba: “Su pregunta se refiere a un caso sub iudice. Hacer comentarios sobre este asunto sería improcedente, ya que la judicatura india es un organismo independiente”.

Forbidden Stories, cuya misión es continuar el trabajo de periodistas amenazados, encarcelados o asesinados, prosiguió la obra inacabada de Lankesh. Partiendo de la premisa de la periodista ―que la desinformación se ha convertido en una industria y en un arma―, la organización reunió a un consorcio de 100 periodistas de 25 países, entre los que figur, en el proyecto Story Killers [Exterminadores de reportajes] que investiga mercado mundial de la información manipulada por encargo. Desde la India hasta Sudamérica, pasando por el corazón de Europa, los periodistas fueron retirando las capas de un mercado creciente y no regulado que abarca desde pequeños vendedores de noticias falsas hasta mercenarios multinacionales que venden campañas de desinformación destinadas a subvertir las democracias.

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Ahora, transcurridos más de cinco años desde el asesinato de Lankesh, Forbidden Stories ha accedido a los expedientes del caso, ha hablado con policías y abogados locales, y ha explorado una pista que la investigación criminal no siguió: la difusión de un vídeo viral de 2021 de Lankesh en YouTube que luego se les mostró a las personas que supuestamente la mataron con el fin de justificar el asesinato.

Una periodista incómoda

Lankesh es ahora un personaje destacado en Bangalore, donde creció y a donde volvió cuando estaba al final de la treintena. En Koshy’s, un restaurante de aire anticuado que la periodista solía frecuentar, el propietario, Prem Koshy, sigue considerando suyo el asiento junto a la ventana. Los periodistas recuerdan con orgullo sus encuentros con ella, y algunos cuentan que les sirvieron de inspiración para dedicarse a la profesión.

Sin embargo, antes de su muerte Lankesh no era una persona muy conocida, a diferencia de su padre. Autor del Lankesh Patrike ―o El periódico de Lankesh en canarés, la lengua de la zona―, que lleva su nombre, Palya Lankesh fue famoso por sus investigaciones sobre la corrupción y la política durante una época considerada por muchos la edad de oro del periodismo indio, un periodo de independencia editorial sin precedentes que comenzó a principios de la década de 1980.

“Mi padre hizo caer Gobiernos con sus revelaciones sobre la corrupción”, contó la hermana pequeña de Gauri, Kavitha Lankesh, a Forbidden Stories en su oficina de Bangalore, situada en el piso de arriba de la planta donde trabajaba la periodista asesinada. Gauri, aclaró, no había empezado en el periodismo con esas ambiciones.

Su hermana empezó su carrera en Delhi escribiendo de todo, desde investigaciones hasta perfiles para Times of India, ETV Telugu y Sunday Magazine. Hasta 2000, año en que volvió a Bangalore para hacerse cargo del Lankesh Patrike, sus textos no tomaron un cariz político y su lengua no se afiló. Según recuerdan sus compañeros y familiares, el traslado provocó una “transformación” en la manera que tenía Lankesh de entender su papel como periodista.

En 2015, fundó un semanario al que llamó Gauri Lankesh Patrike. En sus editoriales y reportajes desde regiones lejanas de Karnataka, el Estado del que Bangalore es capital, el Patrike se enfrentaba a la clase dirigente y denunciaba el ascenso de los nacionalistas hindúes de extrema derecha. El periódico investigó la minería ilegal en el norte de Karnataka, la corrupción local y la polarización religiosa. Sin embargo, uno de sus principales objetivos era el Partido Popular Indio, o BJP, de ideología nacionalista hindú (En dos ocasiones, Lankesh fue acusada de difamación por Phalhad Joshi, miembro del Parlamento).

Madre y hermanos de la periodista Gauri Lankesh despiden sus restos mortales en Bangalore (India), en septiembre de 2017. Arijit Sen (Hindustan Times via Getty Images)

Sus compañeros cuentan que Lankesh, que se definía a sí misma como periodista-activista, consideraba la lucha contra las noticias falsas difundidas por el BJP como parte de una batalla más amplia contra la extrema derecha india. “La revista que ella dirigía desde hacía más de una década trabajaba contra la discordia [entre comunidades]”, explica a Forbidden Stories el también periodista H. V. Vasu refiriéndose al conflicto interreligioso en la India. “La lucha contra las noticias falsas guardaba una estrecha relación con ello”.

La manipulación de la información para sacar provecho político ya llenaba los escritos de Lankesh en sus primeros años al frente del Patrike. “Cree en el poder de una mentira que adquiere la apariencia de verdad con la repetición constante”, escribió del ex primer ministro del BJP Atal Bihari Vajpayee. En otro artículo, en el que desmentía un rumor que había alcanzado gran difusión en las redes sociales, se refirió a “los hechos falsos de la historia”, en alusión a las afirmaciones de que un antiguo gobernante de la zona había intentado obligar a hindúes a convertirse al islam.

Que ganara visibilidad como periodista y activista contraria al nacionalismo hindú debió resultar molesto a poderosos intereses de Karnataka, un Estado considerado por algunos un laboratorio para sembrar relatos dirigidos a crear enfrentamientos religiosos.

En su despacho de la calle principal de Bangalore, el abogado B. T. Venkatesh se ríe pensando en las innumerables ocasiones en las que había representado a Lankesh ante los tribunales. “Disparaba desde todos los ángulos”, recuerda el letrado. “La demandaban mafiosos, políticos, algún empresario. Ponía en el punto de mira a cualquier que fuera un corrupto”.

A pesar de que el número de amenazas legales no dejaba de aumentar, ella siguió publicando mordaces críticas al partido gobernante, así como a personalidades de la oposición y a las élites corruptas. “Lo que hizo fue extraordinario. Las agallas, el coraje, su manera de ver la revista. En dos años la transformó”, afirma Venkatesh.

Igual que Lankesh evolucionaba, también lo hacía la India. A mediados de la década de 2000, los nacionalistas hindúes sobre los que había escrito se convirtieron en la corriente principal. La elección de Narendra Modi en 2014 catapultó al BJP al poder gracias, al menos en parte, a una amplia red de “células informáticas” destinadas a difundir noticias favorables al BJP y atacar a sus detractores, un grupo al que Lankesh acabaría perteneciendo.

Según Joyojeet Pal, un profesor asociado de la Universidad de Michigan que estudia la desinformación y el uso que los políticos hacen de las redes sociales, las células informáticas están estructuradas como una pirámide, con los líderes del partido en la cúspide y una red de personas con capacidad de influir en el centro y la base. El estrato inferior desempeña un papel clave en la creación y difusión de los relatos, al tiempo que mantiene una distancia suficiente con la cumbre a fin de dar a los líderes la posibilidad de negarlo todo y ser creídos en caso de que los soldados rasos se vuelvan demasiado extremistas. Estos creadores de opinión de bajo nivel también trabajan para desacreditar a quienes “disienten” de la línea del partido, como periodistas independientes o activistas.

“Tienen una manera de lanzar calumnias sobre su carácter o sus motivos basada en quiénes son y sobre qué informaron en el pasado, y el descrédito se produce a través de esa asociación”, explica. “El resultado es que los periodistas se amedrentan y ya no quieren participar en internet”.

En distintos correos electrónicos personales dirigidos a su exmarido, el periodista Chidanand Rajghatta, Lankesh admitía que ese sistema piramidal la desilusionaba. “Cuando la fijación con Modi se convierte en un mantra popular, cuando la furia fascista entra a formar parte del discurso cotidiano, cuando las noticias falsas son repetidas una y otra vez por los principales medios de comunicación, cuando el fundamentalismo religioso ciega a la gente… me siento contrariada, desencantada, perturbada”, escribía en agosto de 2016.

Sus amigos cuentan que, al final de su vida, parecía que Lankesh no estaba bien. Su periódico perdía suscriptores y se estaba endeudando porque su directora se negaba a contratar anunciantes. Además, se había convertido en blanco de un acoso casi permanente en internet por parte de redes de extrema derecha vinculadas al BJP. El acoso alcanzaba su punto álgido cuando la periodista pronunciaba un discurso o publicaba fotos personales en la Red que los activistas de extrema derecha utilizaban para tacharla de mujer “libertina”. La difamación se intensificó en los últimos meses de su vida con la publicación de contenidos vejatorios en páginas de Facebook de extrema derecha con numerosos seguidores.

A finales de 2016, más o menos un año antes de que la asesinaran, su nombre fue tendencia en Twitter con comentarios negativos tras ser condenada por difamación y puesta en libertad bajo fianza. En las redes sociales se la tildaba de “roja”, “naxalita [miembro de grupo insurgente maoísta]” y prenstituta, un término que combina las palabras “prensa” y “prostituta”, utilizado a menudo para atacar a las mujeres periodistas. En una publicación compartida muchas veces, Postcard News, a la que la activista mencionaba en su editorial, se hablaba de ella como una “conocida hater de los hindúes”. El artículo, que incluía un enlace a un vídeo en YouTube, actualmente eliminado, de un discurso que Lankesh había pronunciado en 2012 y que supuestamente fue mostrado a cinco de sus presuntos asesinos, fue compartido en las redes sociales por Mahessh Vikram Hegde y Vivek Shetty, cofundadores de Postcard.

Las publicaciones solían ir seguidas de comentarios furiosos. “Que los cuelguen”, escribió un usuario de Facebook.

Lankesh no hablaba de la magnitud del acoso al que se veía sometida, y decía a sus amigos y compañeros que no se tomaran en serio las amenazas en internet. La periodista de investigación Rana Ayyub recuerda que Lankesh le dijo unos días antes de su asesinato: “[El acoso en la Red] es lo último que debería preocuparnos”. “Yo no sabía hasta qué punto era despiadado”, añadía la hermana de la redactora.

Sin embargo, a sugerencia de un colega, en los últimos meses de su vida instaló a regañadientes una cámara de videovigilancia en su casa. Los amigos también la presionaron para que contratara un servicio de seguridad, pero ella pensaba que no era necesario.

Por esas fechas, Lankesh y sus compañeros habían hablado de poner en marcha un proyecto de verificación de hechos en canarés utilizando una red descentralizada de grupos de WhatsApp con el objetivo de contrarrestar los rumores que corren por internet. No era la primera vez que la periodista se interesaba por la comprobación de la veracidad de los hechos, pero según sus amigos y compañeros, la idea de hacerlo con más rigor y profesionalidad surgió hacia el final de su vida. En los días previos a su muerte, Lankesh compartía compulsivamente en su cuenta personal de Twitter controles de autenticidad, incluidos los de Alt News, un sitio de verificación de hechos dirigido por Mohammed Zubair y Pratik Sinha, que en 2022 fueron nominados al premio Nobel de la Paz por su trabajo sobre la desinformación en la India.

Su último editorial, declaran sus compañeros y familiares, nació de una búsqueda obsesiva de la verdad, pero también para reconocer un error de juicio. En el artículo, Lankesh revelaba que había compartido accidentalmente en Facebook una imagen manipulada. En apariencia, la foto mostraba una gran concentración a favor del partido de la oposición Congreso Nacional Indio, pero había sido retocada digitalmente para exagerar el tamaño de la multitud, como revelaron después los verificadores. “No había ninguna intención de incitar a la reacción colectiva o de hacer propaganda”, escribió. “Solo quería transmitir el mensaje de que la gente se está uniendo contra las fuerzas fascistas”. Y concluía con una llamada a la acción: “Quiero aplaudir a todos los que destapan las noticias falsas. Ojalá fueran más”.

La hidra policéfala

Un día laborable cualquiera de abril de 2022, el sonido del tecleo llena una pequeña oficina del centro de Bangalore y amortigua los lejanos bocinazos omnipresentes en esta ciudad india famosa por la congestión de su tráfico. Aquí, en la redacción de Naanu Gauri (Yo soy Gauri), una decena de periodistas trabaja bajo una gran fotografía de su compañera asesinada.

Tras su muerte, colegas y amigos pusieron en marcha el proyecto de verificación de datos de Lankesh y crearon Gauri Media Trust y Naanu Gauri, un medio digital independiente. En la actualidad, el pequeño equipo realiza análisis y reportajes y comprueba varias noticias falsas al día, pero, según Muttu Raju, uno de los redactores, tienen dificultades para seguir el ritmo al torrente de desinformación.

Periodistas y expertos afirman que Postcard News, con sede en Bangalore y dirigida por Mahesh Vikram Hegde, sigue siendo uno de los principales actores del ecosistema mediático de derechas de la India. Hegde es un influencer hindú que, al igual que otros agentes de los medios de comunicación de derechas, se siente validado por el hecho de que el primer ministro, Narendra Modi, le sigue en Twitter. En los años que siguieron a la muerte de Lankesh, Postcard News compartió sin parar información engañosa sobre la investigación del asesinato en un intento de desviar la culpa hacia los grupos de izquierda con los que la asesinada había trabajado y apartarla del grupo nacionalista hindú relacionado con el crimen.

Forbidden Stories retomó el trabajo de Lankesh e investigó Postcard News. Descubrimos que, en los años posteriores al asesinato, Hegde se fue acercando cada vez más al BJP, y cofundó una empresa en la que figura como director un asesor en activo del partido. El imperio mediático de Hegde, que incluye un popular canal de YouTube llamado Vikrama, tomó vuelo y ahora cuenta con más de 300.000 suscriptores. El crecimiento se produjo a pesar de una demanda presentada en 2018 contra Hegde por difundir noticias falsas y de dos denuncias policiales por publicar contenido difamatorio y un posible documento falsificado.

En agosto de 2021, Hegde cofundó Wise Index Media, una empresa de relaciones públicas, que cita a otros dos directores: Shrikanth Kote y Beluru Sudarshana. El segundo, que había sido periodista, es asesor especial de gobernanza electrónica del actual presidente del Gobierno de Karnataka, Basavaraj Bommai, del BJP. Fue elevado al cargo por primera vez en 2019 por el ex primer ministro B. S. Yadiyurappa, y de nuevo en diciembre de 2021 tras un cambio de gabinete.

(Bommai declinó las peticiones de comentarios. Yadiyurappa, a través de un portavoz, se negó a hacer comentarios).

En su página web, Wise Index Media afirma que está especializada en “administración de medios digitales, comunicación política, gestión de perfiles y relaciones públicas, creación de imagen, posicionamiento de estrategias políticas y análisis de datos”. El sitio da indicaciones sobre los servicios que ofrece la compañía, entre otros, campañas electorales, administración de redes sociales, gestión de perfiles y creación de imagen personal.

Kote, cofundador de Wise Index Media, declaró a Forbidden Stories que la empresa se creó para dar visibilidad a iniciativas populares y proyectos de bienestar en Karnataka, pero no comentó quiénes eran sus clientes. Añadió que Sudarshana “no es un empleado del BJP”, sino tan solo un asesor que trabaja en la digitalización de iniciativas gubernamentales.

“No hay conectividades políticas en la gobernanza electrónica. No veo ningún conflicto de intereses”, zanjó (Sudarshana declinó hacer comentarios).

Aunque la web de Wise Index Media no hace mención directa a Postcard News, los hipervínculos de la sección “Sobre nosotros” redirigen a páginas de Postcard. Al parecer, Hegde, que se jacta de haber desempeñado un “papel fundamental” en la campaña de reelección de Modi en 2019 en su página web personal, utilizó Wise Index Media como vehículo para la recaudación de fondos para el BJP. En septiembre de 2022, publicó una serie de notas en las redes sociales pidiendo a los templos que hicieran donaciones para celebrar el 72º cumpleaños del primer ministro. Varios templos extendieron cheques a nombre de Wise Index Media.

En un mensaje de WhatsApp, Hegde respondió: “Por favor, mándenme más chistes”. Cuando Forbidden intentó contactar por teléfono, el empresario insistió en que no estaba “interesado” en responder a nuestras preguntas.

Los hallazgos de Forbidden Stories coinciden con las declaraciones hechas por Hegde en el pasado sobre su afinidad con el BJP, entre ellas una en la que supuestamente dijo a la policía que gozaba “del favor de varios destacados líderes de la derecha” después de que lo detuvieran en marzo de 2018 por difundir información falsa. El abogado que lo representó en un primer momento ante los tribunales en ese caso, Tejasvi Surya, es ahora un importante miembro del BJP y jefe de las juventudes del partido (Surya no respondió a numerosas solicitudes de comentarios).

Postcard News forma parte de un “ecosistema muy extenso” de empresas de medios de comunicación vinculadas a grupos nacionalistas hindúes y al BJP, explicó un activista pro derechos digitales que pidió permanecer en el anonimato. “Es una ecología mediática en expansión”, afirmó.

Según los expertos, por lo general se mantiene una distancia prudencial con las empresas, lo cual da al BJP la posibilidad de negar los vínculos si estas traspasan ciertos límites, como emplear un lenguaje violento o extremista.

En Michigan, Pal considera que en los últimos años se ha producido una “integración gradual” de compañías de medios de comunicación ligadas al menos vagamente a entidades de derechas como Postcard, The Frustrated Indian y Sundarshan News, un canal de televisión derechista. “Mucho más que dar noticias falsas, lo que hacen es sugestionar”, afirma. “Estas empresas suelen estar dirigidas por muy poco personal, y utilizan a los creadores de opinión de nivel medio de la estructura piramidal [de los grupos digitales de derechas]”.

“Cuando llegan a determinado alcance, empiezan a volverse cada vez más extremistas, porque necesitan ir mucho más allá de lo que pueda decir cualquier televisión”, añade.

Aunque algunas de estas organizaciones funcionan con voluntarios, otras se han beneficiado del mercado cada vez más lucrativo de los servicios de propaganda a la carta, afirman los investigadores. Un equipo de expertos de la Universidad de Oxford señalaba en un informe de 2020 sobre el creciente mercado de servicios de propaganda, cuyo valor se calcula en 60 millones de dólares [55,7 millones de euros] en todo el mundo: “Los partidos políticos trabajan actualmente con una amplia serie de actores que incluye empresas privadas, organizaciones de voluntarios y personas influyentes en las redes sociales para moldear la opinión pública a través de esas redes”.

Estas ofertas habían proliferado en India incluso antes del asesinato de Lankesh. Una empresa proponía servicios de “información como arma” utilizados para “contaminar” los motores de búsqueda y “manipular” masivamente la actualidad, prueba de que el mundo que Lankesh describía en su editorial se ha hecho realidad. Muchos especialistas describen estas redes como una hidra a la que le crecen nuevas cabezas cuando se le corta una.

Según Kavitha Lankesh, a menudo parecía que su hermana Gauri se enfrentaba a esa clase de estructura. “No es una organización sola. Impregna a muchísimas otras”, advierte. “Puedes tenerla en la puerta de al lado”.

Víctima de la desinformación

En julio de 2022, las puertas del Tribunal Civil y de Sesiones de Bangalore se abrieron a un reducido auditorio formado por abogados y periodistas. Diecisiete sospechosos, presuntamente vinculados a la secta nacionalista hindú Sanatan Sanstha y a otros grupos de derechas, estaban siendo juzgados por el asesinato de Lankesh.

Los periodistas y los abogados que hablaron con Forbidden Stories calificaron la investigación de excepcionalmente bien realizada, algo poco común en un país con uno de los niveles de impunidad más altos para los delitos contra la prensa. Una “unidad especial de investigación” creada para indagar el caso se puso rápidamente manos a la obra: comparó los casquillos de bala con los de crímenes similares cometidos en los últimos años, averiguó que los cartuchos vacíos correspondían a una pistola de 7,65 milímetros e identificó el vehículo utilizado en la fuga a través de imágenes de cámaras de vigilancia. A partir de ahí, solo tardó seis meses en detener a un primer sospechoso: Naveen Kumar. Varios meses después, los investigadores presentaron un documento de cargos de unas 10.000 páginas en el que enumeraban a otros 17 sospechosos, uno de los cuales sigue prófugo.

Los responsables de la indagación establecieron que el grupo de asesinos formaba parte de una “banda criminal organizada” que operaba en varios Estados del sur de India. El grupo está acusado de perpetrar varios famosos atentados con bomba a principios de la década de 2000 en el Estado costero de Goa, vecino de Karnataka. Mediante pruebas forenses, los agentes relacionaron la muerte de Lankesh con el asesinato de otros tres intelectuales de renombre también presuntamente asesinados por miembros de la banda.

Amol Kale, acusado de ser el cerebro del crimen, seleccionaba a activistas de derechas en reuniones religiosas y los entrenaba para convertirlos en ejecutores. Parashuram Waghmare, conocido como El Constructor por su constitución robusta, apretó el gatillo.

Según el expediente del caso, Kale instruyó a los sicarios durante varios meses en un proceso de adoctrinamiento que incluía meditación, entrenamiento con armas y educación religiosa. Se les hizo leer artículos de Lankesh y ver vídeos de sus conferencias. Al menos cinco miembros de la banda vieron un vídeo de un discurso que la periodista pronunció en 2012, en el que se la oía cuestionar las raíces del hinduismo. Waghmare, el ejecutor a sueldo, podía citar frases de la grabación, lo cual, según un investigador de la policía local que habló con Forbidden Stories de manera anónima, indica que el vídeo se le había mostrado “repetidas veces”. (Un abogado que representa al acusado respondió: “Tratándose de un caso pendiente de sentencia, no puedo ayudarles”).

En el expediente del caso se puede leer que, en una reunión celebrada en un piso franco alquilado, los conspiradores decidieron que había que matar a Lankesh “costara lo que costase”. Al parecer, los participantes concluyeron que “si no se le paraban los pies, [la periodista] causaría daños a la reputación del dharma hindú y le crearía mala fama en la sociedad”.

Un periodista que conoce bien el caso y que prefirió permanecer en el anonimato, afirmó que la idea ampliamente difundida entre la opinión pública y reforzada a través de los medios de comunicación tradicionales y digitales de que Lankesh era antihindú desempeñó un papel decisivo en su asesinato. “Decidieron atentar contra Gauri por la imagen que se tenía de ella”, declaró el periodista a Forbidden Stories. “La derecha de Karnataka lleva tiempo atacando sistemáticamente a estos escritores; desacreditando y deslegitimando a estos intelectuales”. El odio, añadió, “no paraba de crecer”.

Según fuentes policiales locales, el vídeo ―descargado en el portátil de Kale desde YouTube― era un elemento más de un proceso de “adoctrinamiento gradual”. Pero Forbidden Stories descubrió, mediante un análisis forense realizado en colaboración con investigadores de Digital Witness Lab de Princeton, que al vídeo se le había dado amplia difusión entre los grupos de extrema derecha indios, lo cual contribuyó a una vehemente y corrosiva campaña de difamación que presentaba a la periodista como antihindú mucho antes de que se hubiera urdido el plan para asesinarla.

Utilizando herramientas de código abierto, los investigadores descubrieron pruebas de ocho enlaces diferentes de YouTube que fueron compartidos entre numerosos usuarios de Facebook, tres de los cuales habían tenido más de 100 millones de interacciones (me gusta, compartir y comentarios). En 2014, la página oficial del BJP en Karnataka compartió el vídeo con una advertencia: “La próxima vez que escuchemos un discurso como este deberíamos dar una respuesta legal adecuada”.

“La publicación del BJP de Karnataka en la que se compartía el primer vídeo de YouTube tuvo poca repercusión entre los usuarios de Facebook, pero el hecho de que llegara hasta allí dos años después de que se subiera por primera vez habla de su alcance”, afirma Surya Mattu, director de Digital Witness Lab.

(La seccion de Karnataka del BJP no respondió a las múltiples solicitudes de comentarios).

En abril de 2019 ―la última vez que se guardó antes de que fuera retirado―, la versión más popular del vídeo tenía más de 250.000 visitas y cientos de comentarios en YouTube. En varios casos, la grabación se publicó a través de múltiples cuentas que repetían el mismo lenguaje, lo cual indica que pudo ser una publicación coordinada. La grabación siempre está ligeramente editada y empieza con una pantalla negra en la que parpadean las palabras en letras mayúsuculas “por qué odio el laicismo en la India”.

Según Guillaume Chaslot, un exingeniero de Google que estudia de qué manera el algoritmo de YouTube fomenta la incitación al odio, ensalzar los actos de violencia en vez de instar directamente a cometerlos es una estrategia habitual para burlar el mecanismo de control. “Cuando se prohíben determinadas clases de contenidos a partir de palabras clave, la gente encuentra otra manera de expresar las cosas”, explica. “En lugar de afirmar que se debería matar a determinada personas, se puede decir que esa persona es alguien que odia el hinduismo y que debería ser llevado al infierno, o cosas así”.

En un comunicado, Google, que adquirió YouTube en 2006, decía: “Las políticas de Youtube son mundiales, y las aplicamos de la misma manera en toda la plataforma, independientemente del tema o del origen las ideas, la postura o la afiliación política del creador. A lo largo de los años hemos invertido en los productos y las medidas necesarios para ayudar a hacer frente a los contenidos nocivos, y hoy en día la gran mayoría de los vídeos infractores se eliminan con menos de 10 visitas”.

Forbidden Stories descubrió que el vídeo se había distorsionado aún más durante el proceso de edición. Según K. L. Ashok, que coordinaba el acto en el que habló Lankesh, el discurso de la periodista no pretendía ser un ataque contra el hinduismo. “Se acortó para incluir solo la parte en la que dice que la religión hindú no tiene padre ni madre. Lo que se quería destacar con ello era la pluralidad de esa religión. Hay miles de castas y múltiples creencias”, aclara.

En Twitter el vídeo fue menos viral, observaron Forbidden Stories y Digital Witness Lab, pero también pudo utilizarse para incitar a perpetrar agresiones fuera de la red. Nuestro análisis muestra que la grabación se publicó desde Facebook a través de una cuenta llamada @GarudaPurana perteneciente al activista de extrema derecha Bhuvith Shetty, relacionado con varios actos de violencia y con la incitación al odio en internet. En 2014, Shetty creó una petición en Change.org para que Lankesh fuera detenida por “herir los sentimientos religiosos”. (Forbidden Stories se puso en contacto en Shetty en Twitter, pero no respondió).

Estaba previsto que Lankesh compareciera ante un tribunal 10 días después de la fecha de su asesinato por una demanda en su contra que alegaba que el discurso que pronunció había perturbado la armonía de la comunidad. “Me enfrento a una causa judicial por este discurso”, había escrito en Twitter varios meses antes. “Mantengo todas y cada una de mis palabras”.

Lankesh nunca tuvo la oportunidad de comparecer ante el tribunal ni de defenderse ante la opinión pública.

Con información adicional de Srishti Jaswal para Forbidden Stories. Oishika Neogi (Confluence Media), Prajwal Bhat (The News Minute) y Laura Höflinger (Der Spiegel) contribuyeron con entrevistas e investigación.

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