Un creciente número de políticos en EE UU están tomendo nota de la posibilidad de que el Tesoro acuñe una moneda de platino gigante (en términos más financieros que físicos) para evitar un impago de la deuda. Las negociaciones sobre el techo de gasto del Gobierno federal siguen estancadas, lo que expone al país, de nuevo, a un cierre gubernamental. Un contexto en el que todo el gasto no esencial se corta de raíz porque el Ejecutivo no tiene luz verde para pagar sueldos, alquileres o suministros.
Ya en 2011 y 2013 se vivieron sutiaciones similares. Este 2021, si el 18 de octubre, según la secretaria del Tesoro Janet Yellen, se habrá agotado el techo de gasto disponible, y los republicanos del Senado están bloqueando la aprobación (pese a que con la administración Trump el techo de gasto se subió tres veces). Aunque hay mecanismos legislativos para sortear el bloqueo (como un proceso de reconciliación presupuestario), existen también obstáculos.
Los economistas no ahorran hipérboles para describir el escenario de un default en la deuda de EE UU, cuyos bonos son el activo libre de riesgo por excelencia y, por tanto, clave de bóveda de la arquitectura financiera mundial. “Sería un Apocalipsis financiero”, declaró a la CNN el economista jefe de Moody’s, Mark Zandi. “Es una locura solo barajar la opción de no pagar la deuda a tiempo”. “Podría provocar una cascada de catástrofes de proporciones increíbles, y dañaría América por 100 años”, indicó el CEO de JP Morgan, Jamie Dimon.
Con todo, el partido republicano sigue enrocado, lo que abre la puerta a planteamientos exóticos como la supermoneda, una suerte de Plan C. Un botón rojo que se apoya en una laguna legal, pero que se ha barajado en otras situaciones similares para evitar el cortocircuito de la economía, como admitió recientemente Barack Obama, quien también tuvo que afrontar el bloqueo legislativo del techo de gasto.
Entre las numerosas atribuciones del presidente de Estados Unidos, como gobernar el país más poderoso del mundo, indultar un pavo en Acción de Gracias o ser el responsable del eventual lanzamiento de cabezas nucleares, está el de acuñar monedas conmemorativas. Son piezas de colección que homenajean determinadas personalidades o momentos y que se venden, por lo general, por menos de 10 dólares, que van a parar a las arcas públicas. Pero ninguna ley limita el valor de dichas monedas por lo que, sobre el papel, sería posible pagar deudas con esta supermoneda.
La administración Biden rechaza de plano esta alternativa, informan medios estadounidenses, y deja la responsabilidad del techo de gasto en la negativa republicana a aprobarlo. En paralelo, esta opción podría acabar con un conflicto de competencias: dado que el Cogreso ha legislado el aumento de gasto ligado al plan de estímulo y, a la vez, puede rechazar que el Tesoro gaste por encima del techo en vigor, el Tesoro tiene dos órdenes contradictorias procedentes de la misma cámara legislativa.
Los economistas, no obstante, apuestan por alternativas más aburridas y menos vistosas. Especialmente porque, evitando el colapso de la deuda, la Casa Blanca abonaría el terreno a la desconfianza de los inversores: la seriedad y solvencia financiera del país quedarían en entredicho y, el activo libre de riego tendría una pizca de incertidumbre en su cotización. Recuerdan que las divisas están respaldadas por la confianza, y que la del dólar quedaría dañada. El escenario económico no sería precisamente halagüeño.
Con todo, en ocasiones anteriores estas situaciones se han salvado en el último minuto, o incluso después de que el Gobierno federal cancelara sus actividades no esenciales, a cambio de algún tipo de negociación presupuestaria. Aunque exótica, la moneda gigante no es la panace ni parece, a fecha de hoy, poco más que una salida desesperada ante el alocado escenario de una catástrofe financiera provocada de forma voluntaria.
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