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Valencia, ciudad de la seda

No es extraño cruzarse por las calles de Valencia con más de un transeúnte que sonríe solo con pensar en la paella que se comerá. Y mejor hoy que mañana, como marca el tópico del hedonismo y del disfrute del momento atribuido al carácter de los vecinos de una ciudad rodeada de mar y de huerta. Hace 50 años fue declarada capital del antiturismo y hoy es presentada como una alternativa a núcleos turísticos masificados. Aunque también sufre los problemas de la turistificación, sobre todo en el entorno del modernista Mercat Central, templo del producto fresco, y del barrio del Carmen, aún mantiene su particular biorritmo. Nada tiene que ver hoy con la Valencia que conoció a finales de 1960 Kenneth Tynan, el crítico teatral que descubrió para el gran público Mirando hacia atrás con ira, de John Osborne. Entonces la bautizó con mordacidad como la “capital mundial del antiturismo”, una definición caduca para una ciudad que rompe con la tendencia al conformismo provinciano del ¡qué bien se vive aquí! y se sacude la indolencia por la cómoda cercanía de las cosas, la calidez de su temperatura y la embriagadora fragancia del azahar.

El espacio cultural Convent Carmen.

Valencia vive sus tópicos al tiempo que quiere trascenderlos para ofrecer una visión más compleja y fidedigna de sí misma. El estruendo fallero es una realidad, como también que sus ciudadanos son de los que más pedalean en España, caminan o corren. Y todo gracias a un río (y a la multiplicación de carriles bici) que se trasformó en un jardín con la democracia. Sus árboles crecieron y ahora el antiguo cauce del Turia es un espléndido y singular parque, interclasista y muy popular, de casi nueve kilómetros de longitud que atraviesa Valencia, desde el zoo del Bioparc hasta la futurista Ciutat de les Arts i les Ciències de Santiago Calatrava y una desembocadura todavía pendiente de urbanizar.

A pie de mar se creó en 2007, con motivo de la competición náutica de la Copa del América, La Marina, el nuevo espacio de ocio de la ciudad. Su edificio más icónico, Veles e Vents, de David Chipperfield y Fermín Vázquez, será una de las sedes de otro gran acontecimiento para el que se prepara Valencia: la capitalidad mundial del diseño, que desempeñará en 2022. Su proclamación, el pasado mes de septiembre, es fruto tanto del trabajo del colectivo de diseñadores valencianos, respaldados por las instituciones, como de los atractivos de la ciudad, según destacó el jurado internacional. La localidad espera recibir a decenas de miles de diseñadores, arquitectos, urbanistas, ilustradores y artistas, prescriptores de gustos y tendencias. El reciente Premio Nacional de Diseño a Marisa Gallén, presidenta de la candidatura, es un reconocimiento más del talento local.

Motivos para la capitalidad hay de sobra. A pocos pasos de la playa de las Arenas, donde todavía queda algún rescoldo de la extinta Ruta del Bakalao, se ha consolidado La Fábrica de Hielo, una antigua nave portuaria reconvertida en espacio cultural, con música en directo, copas y algo para comer. Un nuevo punto de encuentro que está dinamizando la vida de El Cabanyal, donde la lucha vecinal que paralizó el plan del antiguo Ayuntamiento de prolongar una gran avenida por medio de su trama urbana, declarada bien de interés cultural. El barrio marinero que retrató el fotógrafo Robert Frank en 1952 está de moda. Se compran y rehabilitan sus humildes casas, de arquitectura ecléctica y popular, pero el aspecto de la zona cero, donde cientos de viviendas estaban condenadas a la piqueta, aún es desolador.

Las diseñadoras gráficas María Pradera y Lorena Sayavera (a la derecha), del estudio Yinsen de Valencia.

El centro de Valencia concentra la historia de una ciudad conocida por su barroquismo, pero que respira un gótico contenido en sus monumentos, desde la señorial Lonja (patrimonio mundial) hasta uno de los claustros del revitalizado Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC), a pocos pasos del Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) y del espacio privado Bombas Gens, el revulsivo cultural de los dos últimos años. Ese patrimonio fue elogiado el pasado verano por The New York Times en un artículo sobre destinos alternativos a lugares masificados: “Obviamente, una ciudad europea con más de 300 días de sol, playas interminables, cultura, gastronomía y arquitectura de clase mundial nunca carece de turistas, pero Valencia mantiene un ambiente bajo el radar”, decía al proponerla como alternativa a Barcelona.

Lorena Sayavera, de Vila-real, y María Pradera, de Madrid, están encantadas con la futura capitalidad de Valencia. Ambas forman el dúo creativo Yinsen, un joven estudio de diseño gráfico con numerosos premios a sus espaldas. Se establecieron aquí hace dos años atraídas por su ambiente. “Teníamos una necesidad personal de cambiar de aires, la ciudad está en un momento de efervescencia cultural y con una alegría en el ambiente que queríamos vivir de cerca”, explican. Ahora las Yinsen desgranan una Valencia que se revela poliédrica y cosmopolita, con gusto por el diseño. Como descubren sus recomendaciones.

Poppyns, una tienda con cafetería en el centro de Valencia que vende moda y accesorios de diseño.

La zona de Patraix

“Aunque las zonas más culturales y alternativas son los barrios de Ruzafa y El Carmen, la gentrificación hace que aparezcan nuevos barrios menos masificados donde encontrar lugares auténticos alejados de los turistas a precios más populares. Nosotras tenemos el estudio al lado del Mercado de Jesús-Patraix, un punto estratégico entre el barrio de Patraix, Arrancapins y Jesús”, cuentan de su zona en la ciudad. Cuando tienen un bloqueo profesional, buscan desconectar en algún sitio con naturaleza. “Nos encanta escaparnos a la playa del Saler, a unos 15 minutos en coche del estudio; escuchar las olas del mar y pasear por las rutas que hay al lado del arenal para pensar ideas. Otro lugar ideal para coger oxígeno es el antiguo cauce del río Turia. ¡Es una maravilla! Ocho kilómetros de zonas verdes donde perderse andando, corriendo o en bici. Un paseo imprescindible. Pero si tenemos menos tiempo vamos al nuevo Parque Central, que nos pilla muy cerca y ha quedado muy chulo”.

También se escapan a tomar algo a bares cercanos a Yinsen. Recomiendan probar la cerveza artesana en el Cracovia (calle d’Alzira, 25), “un bar con buena música, buen ambiente y donde siempre hay exposiciones de artistas locales”. Casi puerta con puerta está la Sala Ultramar, un teatro alternativo.

Carteles de fallas antiguos y otras curiosidades en Novedades Casino.

Sayavera y Pradera prosiguen su recorrido por la cercana Finca Roja. “Es un edificio emblemático construido en 1933 con ladrillo rojo caravista y con unas torres de cerámica color verde chulísimas. Justo al lado, en el número 71 de la misma calle de Jesús, está Dulce de Leche, un espacio muy agradable con una selección de tartas y dulces que te iluminan los ojos”.

Para el aperitivo, las diseñadoras gráficas proponen un local al que, dicen, hay que ir una vez en la vida: la Taberna Amparín (calle de Joaquín Navarro, 26). “Es un negocio familiar auténtico, no ha cambiado nada en 50 años y te transporta literalmente a otra época, sin artificios ni modernidades, unas pocas tapas bien hechas, vermú casero y buenos vinos y licores”. ¿Y para comer en el distrito de Patraix? “Del restaurante Yukmi dicen que es el mejor coreano de Valencia. Es un negocio familiar con pocas mesas; es mejor reservar porque, ¡ojo!, cierran a las once de la noche. También está El Observatorio, una antigua droguería que han convertido en un restaurante-cafetería curioso. Mantiene el rótulo antiguo en la fachada y se pueden tomar zumos de frutas naturales al estilo oriental”.

Ruzafa y alrededores

Dos platos de la taberna japonesa Tora, en Valencia.

Por el barrio de Ruzafa hay muchos restaurantes, cafeterías, bares, discotecas y tiendas de todo tipo, pero las Yinsen señalan dos imprescindibles para los amantes de la cocina nipona. “La taberna japonesa Tora (calle de Pere III el Gran, 13); aquí no hacen reservas, suele estar a tope y lo mejor es pedir platos variados como si uno fuera de tapeo por Japón. Y Nozomi Sushi Bar (en el número 11), un espectáculo para los sentidos, donde cuidan la gastronomía, el local, la decoración… Un lujo que no hay que perderse”.

Y para unas compras de diseño hay que dirigirse a la tienda de chocolates Utopick Cacao. “Además de probar un excelente chocolate, el packaging está diseñado por el estudio valenciano Lavernia & Cienfuegos, premio Nacional de Diseño”. Otro de sus lugares favoritos en Ruzafa es La Seisuatro, un taller con técnicas tradicionales de imprenta. “Además organizan el evento Cañas & tipos, donde nos juntamos los amantes de la tipografía para compartir conocimientos rodeados de cerveza y amigos”. Después los pasos de Sayavera y Pradera suelen dirigirse al cercano Splendini Bar i Discos (Sogorb, 10): “Un lugar donde relajarse con amigos y tomar algo de picoteo que es también una tienda de vinilos donde ponen buena música”.

El Carmen y Centro

En esta zona, una de sus recomendaciones es, cómo no, visitar el Mercat Central. “Este clásico de Valencia es uno de los mejores mercados del mundo por su arquitectura imponente y la luz radiante en su interior”. A esta se añade el Convent Carmen. Fue un antiguo convento construido en 1609 en el corazón de Valencia y desde 2017 se ha convertido en un centro cultural privado con una programación muy activa. Conserva la capilla, un jardín interior con un mercado gastronómico y pronto estrenará un hotel. Justo al lado está el Centre del Carme Cultura Contemporània (Museu, 2), su espacio público cultural preferido, con unos patios que describen como “mágicos”. “También en el Carmen se encuentra el bar Monterey, donde siempre hay alguien conocido de la escena cultural, publicistas, diseñadores, artistas…”. La ruta cultural y gastronómica de las diseñadoras sigue en el Pelayo Gastro Trinquet: “Ha sabido conservar el auténtico trinquete con una reforma de interiorismo sencilla pero muy bien hecha. Merece la pena ver la escultura de vareta en el restaurante y tomar un buen almuerzo, así como picar algo en Ostras Pedrín después de ver una obra en los teatros Principal o Rialto”.

Sus paradas en la zona incluyen Simple, “una tienda de productos típicos españoles muy bien seleccionados que hay que visitar por su diseño y carácter nostálgico”; Novedades Casino, “donde venden curiosidades, con piezas de diseño de coleccionista como las cajas de cerillas de Pepe Cruz Novillo o carteles de fallas antiguos”, y Poppyns, “un oasis en pleno centro donde encontrar ropa y objetos de diseño muy bien seleccionados, tomar un desayuno, asistir a un evento o tomar el aire en la terraza del interior”.

También les gusta visitar Espai Tactel (Cavallers, 35), una galería de arte contemporáneo con proyección internacional ubicada en un piso reformado del barrio del Carmen, y la coctelería en la última planta del nuevo hotel NH Colón.

El restaurante japonés Nozomi Sushi Bar, en el barrio de Ruzafa.

Extras

Una ruta por Valencia con el dúo creativo de Yinsen no estaría completa sin mencionar Bombas Gens. “Es una antigua fábrica de bombas hidráulicas reconvertida en centro de arte donde, además de ver excelentes exposiciones, se puede pasear por sus jardines, diseñados por el paisajista Gustavo Marina, con obra escultórica de Cristina Iglesias; visitar un refugio antiaéreo de la Guerra Civil, una bodega medieval y comer en el restaurante con dos estrellas Michelin de Ricard Camarena, reciente premio Nacional de Gastronomía”. Ni tampoco se puede dejar de ir a conciertos en Loco Club (antes llamado Loco Mateo), 16 Toneladas y Umbral, un pequeño local underground con buena música electrónica donde en ocasiones uno puede ver de DJ al productor de Björk.

El Cabanyal, plan de sábado

Para Lorena Sayavera y María Pradera, fundadoras del estudio de diseño gráfico Yinsen, un plan perfecto para un sábado en Valencia es visitar el barrio de pescadores de El Cabanyal. “Por la mañana nos echamos unos bailes en los Conciertos de la Marina; son gratuitos y se hacen al aire libre en una preciosa pérgola modernista como escenario. Un sol radiante, cerveza fresquita, buena música y vistas al mar”. Para comer, las diseñadoras proponen ir caminando hasta La Peseta, “un bar auténtico marinero con excelentes tapas y vinos, buen ambiente y terracita”, o ir a Casa Montaña, fundada en 1836. “Tiene dos puertas; por una de ellas se accede a una taberna con buenas tapas y vinos, y por la otra hay un pequeño restaurante. Tienen comida típica de la zona, con una recopilación de los mejores productos de toda la Comunidad Valenciana”. La tarde es momento para pasear por la playa de la Patacona y tomar un café en La Casa de la Mar. Y para acabar el día, en la zona se encuentra La Fábrica de Hielo: “Es un espacio creativo de estilo berlinés; un lugar de creación y difusión artística ecléctico en continua evolución donde ver conciertos, teatro, circo, poesía… Es una caja de sorpresas y siempre hay algo interesante”.

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