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Vargas Llosa: “Me he esforzado para que el Nobel no me enterrara”


“El premio Nobel tiende a enterrar en vida al escritor que lo ha recibido, y su carrera literaria casi termina, por lo que si uno sigue vivo se puede sentir desmoralizado”. Así puede tratar la vida, según Mario Vargas Llosa, a un literato que alcanza tamaño reconocimiento universal. Él ha intentado esquivar esa maldición: “Me he esforzado para que no fuera así, ya que he seguido publicando bastante”.

El escritor hispano peruano ha tenido ocasión este jueves, en un homenaje en el Instituto Cervantes, en Madrid, de recordar con familiares, amigos y colegas el anuncio del premio hace 10 años, el 7 de octubre de 2010, por la Academia Sueca, que se lo concedio “por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes sobre la resistencia, la revuelta y la derrota individual”. Con esta frase el jurado explicaba por qué el autor de Conversación en La Catedral era merecedor del Nobel. Un hito de las letras hispanas que entonces él agradeció así: “Es una gran alegría que comparto con mis amigos y un reconocimiento a la lengua española”.

Sobre la premiada este año, Louise Glück, Vargas Llosa ha declarado que “es una escritora muy prestigiosa”, lo que le ha servido para recordar “con una cierta nostalgia” la gran alegría de 2010. “Diez años ya, parece increíble, sobre todo por este último año tan terrible”, ha añadido el autor a EL PAÍS. “Pensábamos que dominábamos la naturaleza y la pandemia nos ha hecho ver que no era así. Por este motivo, en estos meses he vuelto a los libros, a leer muchas horas”.

El director del Cervantes, Luis García Montero, abrió el acto precisamente con unos versos de Glück para destacar lo importante que es que “los escritores e intelectuales se comprometan con la sociedad en su obra, y eso me parece decisivo en Mario Vargas Llosa, pero sin caer en lo panfletario”.

El también premio Príncipe de Asturias, en 1986, y Cervantes, en 1994 compartió mesa con su hijo Álvaro, escritor y periodista. “Leer es trasladarse a un mundo en el que incluso las cosas feas son bellas”, dijo, antes de recordar el boom latinoamericano, del que fue uno de los protagonistas. “La literatura era entonces una actividad muy marginal, con muy pocos escritores, excepto en Argentina y México. No tenía una función social”, recordó.

En el acto se proyectó un vídeo con fotografías de Daniel Mordzinski en las que se vio a Vargas Llosa con autores como Carlos Fuentes, Jorge Semprún, Orhan Pamuk, Salman Rushdie o Sergio Ramírez; en la presentación de El sueño del celta en Madrid; con su agente literaria, Carmen Balcells, en Estocolmo, de la que afirmó que “puso a Barcelona como capital de la literatura en español”; en la habitación del hotel, vistiéndose para la ceremonia del galardón; con el periodista Juan Cruz; pero también imágenes familiares, con sus nietas, con su esposa, Isabel Preysler, a la que agradeció al final del acto “cómo había renovado su vida”, o en un concierto de Enrique Iglesias.

Por vídeo le mostraron su admiración, entre otros, el escritor Fernando Savater: “Para los que se nos pegó a la piel la obra de Vargas Llosa desde jóvenes, nos dio una gran alegría la noticia del Nobel, como si nos lo hubieran dado a nosotros mismos”, señaló. Mientras que J. J. Armas Marcelo recordó cómo cuatro años antes del reconocimiento de la Academia Sueca, paseando con su amigo por Nueva York, este le dijo que se consideraba “ya fuera” de las opciones para conseguirlo.

“Se armó una fiesta latinoamericana increíble”, recordó la responsable de la división literaria de Penguin Random House, Pilar Reyes, de cómo se enteró de la noticia en la Feria del Libro de Fráncfort. Y Javier Cercas glosó su talla como escritor: “Hasta 1969, él había publicado La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en La Catedral, tres obras maestras flagrantes. Si hubiera dejado entonces de escribir y se hubiera dedicado a bailar tangos, ya habría sido el mayor novelista de nuestra lengua”.


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