Por segundo año consecutivo, con el argumento de la lucha contra la covid-19, la policía había prohibido la vigilia anual en Hong Kong para recordar la matanza de Tiananmén de 1989. Por segundo año consecutivo, los hongkoneses hicieron cuanto pudieron para celebrarla en su 32º aniversario y evitar que aquellas muertes caigan en el olvido.
Grupos de personas, muchas jóvenes, muchas vestidas de negro, acudieron a los alrededores del parque Victoria, el lugar habitual de la ceremonia y este viernes férreamente acordonado por la policía. Llevaban velas, o la luz del móvil encendida mientras caminaban en torno al parque. Algunos, los más osados, entonaron en las calles comerciales cercanas de Causeway Bay algún eslogan de las manifestaciones de 2019 (“Liberad Hong Kong, revolución de nuestra era”). En respuesta, la policía avisaba, mediante banderas púrpuras, de que se estaba violando la temida Ley de Seguridad Nacional.
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La escena se repetía en otras áreas de Hong Kong. En el combativo Mong Kok, un barrio de clase trabajadora al otro lado de la bahía, al menos un activista resultaba detenido. Según el periódico hongkonés South China Morning Post, un grupo había entonado lemas como “Independencia de Hong Kong, el único camino” e insultos a los agentes. En otras áreas, pequeños grupos vestidos de negro también llevaban en alto las linternas de sus móviles; en las ventanas se veían pequeñas luces. En siete iglesias católicas, tanto creyentes como no se reunían a rezar por las víctimas.
Por la mañana había sido detenida Chow Hang-tung, de 37 años, subdirectora de la Alianza de Hong Kong en Apoyo de los Movimientos Democráticos Patrióticos de China, la asociación que cada año ha organizado la vigilia. El jefe de la policía local, Law Kwok-koi, confirmaba el arresto de la abogada y de un varón de 20 años por “publicar comentarios en redes sociales que implicaban la promoción y el llamamiento a otras personas a participar en actividades públicas prohibidas”. Chow había publicado en redes sociales que este viernes encendería una vela “donde todo el mundo pueda verla”.
Lee Cheuk-yan, otro de los organizadores habituales de la vigilia, escribió esta semana en su página de Facebook: “Un régimen puede prohibir una reunión, pero no puede prohibir el dolor en el corazón de la gente”. Lee, de 64 años, se encuentra en la cárcel, entre otros cargos, por haber participado en la conmemoración del año pasado. “Espero que todos encuentren una manera de encender una vela en la ventana, en la calle, donde pueda ser vista por otros”, agregaba.
Horas antes del anochecer, el momento en el que otros años se había celebrado la vigilia, la policía de Hong Kong mantenía acordonada la mayor parte del parque, el más grande en el centro de la ciudad. Cerca de 7.000 efectivos se habían movilizado para “disuadir a grupos de reunirse” y disolver posibles concentraciones ilegales. Los alrededores de Victoria se encontraban llenos de agentes, tanto de uniforme como vestidos de paisano.
La policía justificaba las fuertes medidas de seguridad con que se habían producido llamamientos en las redes sociales para que la gente acudiera al parque pese a la prohibición. En un comunicado, habían advertido que quienes saltasen las barreras para entrar en el recinto afrontarían hasta 12 meses de cárcel y si participaban en algún tipo de concentración o marcha no autorizada, hasta cinco años de prisión.
Durante tres décadas, la vigilia de Hong Kong fue la única que se celebraba en territorio chino para conmemorar a las víctimas de la matanza en aquella madrugada del 3 al 4 de junio de 1989, cuando por orden del Gobierno las tropas chinas abrieron fuego contra la población para disolver las protestas que desde hacía un mes ocupaban la plaza de Tiananmén en Pekín para reclamar reformas y democracia. En el resto del país, el Gobierno censura sistemáticamente cualquier información sobre el asunto. Nunca se ha publicado una lista oficial de víctimas, pero se estima que hubo centenares. Este viernes, el portavoz de Asuntos Exteriores, Wang Wenbin, se limitaba en su rueda de prensa diaria a repetir que lo que ocurrió en Tiananmén es un “asunto interno”.
El año pasado se prohibió por primera vez la conmemoración en el enclave. Entonces, decenas de miles de hongkoneses hicieron caso omiso al veto para entrar en el parque y celebrar la vigilia, mientras la policía se abstenía de intervenir. Fue la última gran movilización en desafío a Pekín que se ha vivido en suelo hongkonés. Días después, entró en vigor la Ley de Seguridad Nacional impuesta desde la capital, una norma que castiga hasta con cadena perpetua los delitos de “independentismo”, “subversión”, “terrorismo” y “confabulación con fuerzas extranjeras”.
Desde entonces, el panorama de las libertades que el enclave tiene garantizadas hasta 2049, según los acuerdos entre China y el Reino Unido para la devolución de la antigua colonia británica a la soberanía china, se ha deteriorado gravemente. Como Lee, decenas de los principales activistas y políticos de oposición se encuentran en la cárcel por su participación en las protestas de 2019, por la vigilia del año pasado, o por cargos relacionados con la Ley de Seguridad Nacional. La Alianza organizadora de la vigilia se encuentra bajo sospecha, con el argumento esgrimido por políticos próximos a Pekín de que su lema “Acabar con la dictadura del Partido Único” viola esa draconiana ley.
En un comunicado, Yaqiu Wang, investigadora para China de la ONG Human Rights Watch, denunciaba este viernes que “la prohibición de la vigilia de Hong Kong lo dice todo sobre el historial de derechos humanos del Gobierno chino: que 32 años después de la matanza de Tiananmén, no han hecho más que aumentar la represión”. “Pero suprimir la verdad solo ha alimentado las demandas de justicia y rendición de cuentas”, sostiene.
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