Es uno de esos lunes tristes de enero. Leonardo Sbaraglia (Sáenz Peña, Buenos Aires, 51 años) desayuna una tostada de jamón y aguacate en silencio hasta que un hombre se acerca por detrás y le abraza calurosamente. Él, lejos de asustarse, se deja querer. “Hola, Leo”, saluda el recién llegado. “¡Ah, Juan!”, responde Sbaraglia. Juan Diego Botto (Buenos Aires, 46 años) es el último en llegar a este reencuentro de argentinos en Madrid, protagonistas además de la nueva serie de Movistar+ Todos mienten, de Pau Freixas. De lejos se oye una sonora carcajada, de las muchas que irá soltando en las próximas horas Natalia Verbeke (Buenos Aires, 46 años), que ha llegado la primera y ya está ante el fotógrafo. Leo se acerca a ella también: “¡Te amo!”. Verbeke responde con la enorme sonrisa con la que ha iluminado tantas escenas de tantas películas: “Yo también”. Se ve que no hay lugar para la tristeza en este estudio.
El actor argentino posa con traje Palomo Spain y camisa Louis Vuitton.Yago Castromil
La intensa hermandad que transmiten estos veteranos del cine español viene de varias concurrencias vitales, de las cuales Todos mienten, actualmente en emisión, es solo la más reciente. Los tres, por ejemplo, son historia viva del cine español, rostros de algunos de los soplos de aire fresco más queridos de aquella época transicional que se vivió entre mediados de los noventa y principios de los dosmiles: Historias del Kronen (Botto), El otro lado de la cama, Días de fútbol (Verbeke) o Intacto (Sbaraglia).
Sus tres historias comenzaron en Argentina, hace unas cinco décadas. Los actores Diego Fernando Botto y Cristina Rota tuvieron a Juan Diego en 1975: dos años después, Diego fue secuestrado y asesinado durante la dictadura de Videla. “Mi madre aguantó durante la búsqueda todo lo que pudo, pero cuando sus hijos empezamos a correr peligro nos sacó de allí”, recuerda Botto, que llegó a España a los tres años, en 1978. “Mi primer recuerdo es el avión. Recuerdo nítidamente a mi hermana y a mí corriendo por el pasillo, mirar por la ventana, recuerdo que vomité”.
El mismo trayecto recorrerían en 1986 Natalia Verbeke y su familia. Ella tenía 11 años. “Mi papá estaba muy convencido, mi mamá no tanto”, recuerda. Le brota acento argentino cuando habla con sus compatriotas. “Fue duro ver el dolor de mis padres: ves que están sufriendo e intentas que no te vean sufrir a ti”. Sbaraglia asiente con solemnidad. Él cruzó el charco por primera vez con una carrera más desarrollada. “Empecé a venir a los 17 o 18 años, por decisión personal y ya adulto. Es muy diferente: a mí me hizo muy bien, expandió mi mundo, mi trabajo, mi cabeza”. Da un sorbo al mate, infusión más argentina que el fútbol y el psicoanálisis que le acompaña allá donde va. Botto y Verbeke también la beben, pero en casa. “No sabes cómo te hace ir al baño”, aduce, aludiendo sus efectos diuréticos.
Juan Diego Botto viste Hermès y calzado Camper.Yago Castromil
Que Sbaraglia es argentino es bien sabido; que Verbeke y Botto sufrieron en sus carnes la impotencia de ser niños inmigrantes quizá no tanto. Eso tiene su impacto en la psicología de un chaval. “El desarraigo ha marcado mi carácter y mi manera de ver el mundo y de empatizar con la gente”, se sincera la actriz. “Empezar el colegio con una lengua que es la misma pero no es igual. Cuando llegué sentía que la gente hablaba enfadada todo el tiempo. No entendía las palabras”. Botto identifica esa sensación: “Mi hermana María me encerraba en la habitación y me decía: ‘Tenemos que hablar con acento español’. Nos forzábamos por pronunciar las ces, quitarnos el seseo… Recuerdo decir: ‘¿Tengo algo en la cola?’, refiriéndome al culo, y que todos se rieran de mí”.
Eso eran los ochenta. España ha cambiado de incontables maneras desde entonces. ¿Con los inmigrantes también? “Es complejo”, responde rápido Botto, posando con las manos en los bolsillos con aire a una mezcla de Charlot y galán de cine clásico. “Cuando llegamos no había inmigración. España ahora es más abierta y más tolerante. Somos una sociedad que ha aprendido a convivir con el otro. Pero en los últimos años han empezado a crecer una profunda xenofobia y un profundo racismo azotados por partidos de extrema derecha que viven de azuzar el odio al diferente y al que viene de fuera”.
Natalia Verbeke viste Carolina Herrera Nueva YorkYago Castromil
Para Sbaraglia, por ahora, el fenómeno es pequeño. Verbeke y Botto no están muy de acuerdo y le cuentan algo que, quizá por la niñez que ellos vivieron, les toca una fibra. “Hay una figura que se ha convertido en el centro del odio: los menores extranjeros no acompañados”. Sbaraglia no parece reconocer el concepto. “Dicen que son los que provocan toda la delincuencia”, le explica Verbeke. “Es paradójico que sean los menores el epicentro del odio… La extrema derecha siempre ha necesitado un enemigo externo para construir unidad”, sopesa Botto.
Los tres han logrado que la interpretación conviva con su faceta de padres. Botto y Verbeke llevan a sus respectivas hijas como fondo de pantalla, y Sbaraglia se volvió a Argentina tras una década en España tras nacer la pequeña Julia en 2006. Botto hizo el camino contrario: “Yo siempre supe que en algún momento tenía que vivir en Argentina. Y lo hice, pero bueno, en un momento dado tomas la decisión de decir: ‘Madrid es mi lugar, por lo menos de momento’. Y tuvo que ver con el nacimiento de mi hija: todos mis referentes culturales y mi afecto están depositados en este lugar”.
Pau Freixas, el creador de Todos mienten, dice que el germen del thriller surgió de los grupos de WhatsApp de los padres del colegio. “Son siniestros”, opina Sbaraglia. “Siempre hay algún conflicto entre un par de padres”. “Y el que manda el chiste machista, que dices: ‘¿Cómo mandas eso?’”, aporta Botto. “Y ni hablar de política”, avisa Sbaraglia. Verbeke y Botto asienten sonoramente.
En este vídeo, el Cuestionario ICON a NAtalia Verbeke.
En la serie de Movistar+, repleta de infidelidades e intrigas en una comunidad de clase media alta, interpretan también a tres padres cuyas vidas se ven zarandeadas por el escándalo de una madre y profesora que se ha acostado con un alumno, hijo de su mejor amiga. “Más allá de la clase social en la que estén, es como cuando uno ve Succession: esta cosa shakespeariana del poder y la ambición te engancha”, dice Botto. Al escándalo y las relaciones personales se une el misterio alrededor de un cadáver, todo contado a través de un punto de vista muy femenino. “Los hombres somos partenaires de las cuatro mujeres, eso me parecía muy interesante”.
A Verbeke le gusta cómo van desenterrándose las miserias de esa comunidad, algo en lo que Botto coincide: “Esa ciénaga que subyace bajo ese mundo de oro es lo que convierte la pieza en algo muy atractivo. Tiene sentido del humor, y esa podredumbre…”.
Bajo estas líneas, Sbaraglia viste Louis Vuitton con zapatos Emporio Armani; Verbeke, chaqueta Prada, vestido Fendi y sandalia Sportmax. Botto viste Emporio Armani.Yago Castromil
Los tres acaban convirtiendo la sesión de fotos en un juego en el que todo vale. Se sienten, y se ven, prácticamente hermanos, algo que achacan al otro punto que les une, algo esencial: su su profesión. “Hay algo de compañerismo, de entendernos, de solidaridad… Desde fuera la gente ve mucha competencia entre los actores que yo muy pocas veces he visto”, afirma Sbaraglia. “Sabes lo frágil que es esto y lo sensibles que somos. Y sabes que tu compañero está igual”, confirma Verbeke.
¿Se pierden las dudas y la inseguridad al encarar un proyecto? “Yo creo que cada vez tengo más”, confiesa Verbeke. “La única vez que no tuve sensación de poder cagarla fue con Historias del Kronen”, añade Botto Y matiza: “El haberla cagado te hace ser mejor”. Verbeke asiente: “De hecho, lo único que te hace ser mejor es el error. Lo otro no ayuda nada”. Sbaraglia no comenta. “Voy rápido al baño, ¿sí?”. El mate.
Realización: Fátima Monjas. Maquillaje y peluquería: Céline Miky Vallés (another artist agengy). Asistente: Maria Lorain. Asistente de fotografía: Borja Llobregat. Asistente de estilismo: Jorge Ariza.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram,o suscribirte aquí a la Newsletter.