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“Ves muertos, pasas hambre y te violan”, los testimonios de los migrantes que sobrevivieron a la selva del Darién

“Ves muertos, pasas hambre y te violan”. Solange, cubana de 21 años, que atravesó el tapón del Darién, la espesa selva que comparten Colombia y Panamá, pone la voz al sufrimiento de las mujeres migrantes en ese paso, considerado uno de los límites fronterizos más peligrosos para los migrantes en su ruta a Estados Unidos.

A ella no la violaron porque se escapó cuando vio que su grupo iba a ser asaltado. “Les quitaron todo, dinero, celulares. Luego se llevaron a las muchachas detrás de unas matas. En el grupo escucharon los gritos (de una de las mujeres violadas)”, explica Médicos Sin Fronteras, que ha recopilado testimonios de la aterradora ruta que han atravesado miles de migrantes haitianos, en su mayoría, pero también cubanos, africanos y venezolanos.

De acuerdo con las cifras de las autoridades panameñas, desde junio a la fecha han ingresado 18.000 personas por vía terrestre a ese país. En lo que va de este año van 46.483 personas, de las cuales 13.395 son mujeres. Sin embargo, nadie sabe cuántos quedaron tirados, muertos, en el camino.

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Lo que sí es claro es que las mujeres migrantes llevan la peor parte. Al menos 88 de ellas han reportado haber sido agredidas sexualmente al ser registradas en busca de dinero y con frecuencia, haber sido objeto de violación, al llegar a Bajo Chiquito, la primera población que encuentran los migrantes en Panamá, donde están siendo atendidas.

El testimonio de Solange no es el único que habla de los vejámenes a las mujeres. “Nos quitaron la comida, el dinero. A mí me registraron y me tocaron. Tenía la menstruación y me dejaron en paz. Fue todo muy agresivo, muy sucio. A una jovencita de unos 20 o 25 años la violaron toda la noche”, contó Nadine, dominicana de 40 años, que viajó desde Chile acompañada de su hija de seis años y de su compañero. Por protección de sus vidas, MSF solo publica el nombre de pila.

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“Los asaltos de hombres armados especialmente a las mujeres son uno de los peores riesgos en esta ruta ya de hecho muy peligrosa. Pedimos a las autoridades de Colombia y Panamá que protejan la ruta. Que ser migrante no sea un crimen”, dice a EL PAÍS Raúl López, coordinador en terreno de Médicos sin Fronteras, que tiene un centro de salud en Bajo Chiquito. La organización médica se instaló también en las Estaciones de Recepción de Migrantes (ERM) de Lajas Blancas y San Vicente. Desde finales de mayo han hecho 14.000 consultas médicas.

A la violencia sexual hay que agregar el riesgo para las madres gestantes y los niños. Se sabe, por testimonios a la ONG, que al menos cuatro dieron a luz en la trocha. Y que hay casos de menores no acompañados cruzando El Darién, como explicó recientemente el director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa. Esto, explican los migrantes, es porque durante los asaltos las familias se dispersan y muchos niños siguen el recorrido sin sus madres o acompañados por vecinos que los acogen.

Tamara, haitiana de 39 años, tiene seis meses de embarazo y no tuvo alternativa. La mujer narró a los médicos que fue engañada. Pagó 2.600 dólares a una supuesta agencia que les ofreció cruzarlos en helicóptero por El Darién, pero los dejaron en la montaña y los atracaron. “Esto no debería suceder. No puede ser que haya gente muriendo ahí. Deberían poder salvar a la gente o impedir que se acceda. Tienen que avisar de que no se haga ese camino”, explica la mujer entre los testimonios recogidos por la ONG.

“Una pesadilla con 1.001 demonios”

A los traumas físicos, asegura Raúl López, hay que sumarle los mentales. Lo que viven los migrantes en esa ruta los marca para siempre. Varios de ellos resumen la experiencia como la peor pesadilla de sus vidas, siete o a veces más días de una crueldad inimaginable en una selva húmeda, con animales, riscos y abismos por donde cae la gente con niños y ríos crecidos.

“Te lo advierten desde EE UU, ‘no lo hagas, es terrible’. Pero la necesidad está y entonces piensas, si él lo ha hecho, ¿por qué no voy a poder hacerlo yo? Pero de verdad, no lo hagan, es terrible”, dice Juan, cubano de 59 años. En su relato, como en el de otros migrantes, hay una constante: la Loma de la Muerte. Incluso, en videos que difunden por WhatsApp y la red social tiktok se ve la inclinación de la montaña resbalosa.

También los relatos de ríos, rápidos y crecidas súbitas e imágenes donde se ven muertos, así como de personas heridas sencillamente esperando la muerte. “En el camino vimos a una mujer que pedía ayuda, tenía la pierna rota. Estaba sola, desde hacía seis días, dijo. Pedía un machete para cortarse la pierna. No la pudimos ayudar, no la podíamos cargar”, contó a MSF, Daniel, un haitiano, de 33 años que cruzó el Darién con su mujer y sus dos niñas, de tres años y de cuatro meses.

Para todos es aterrador tener que dejar atrás a los heridos. En el caso de la señora fracturada, el relato de Daniel le salvó la vida. Gracias a la información que dio sobre el lugar donde quedó, pudo ser rescatada en un helicóptero por las autoridades panameñas. No todos tienen la misma suerte en la frontera y por eso esperan que este jueves, cuando se reúnan los Gobiernos de Colombia y Panamá, se concrete el paso organizado y humanitario que evite que más migrantes expongan su vida ante los traficantes y la dureza de la selva.

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