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Viajar sí, pero con las precauciones en la maleta

Centro de Atención Primaria Casernes (Barcelona), el pasado 29 de mayo.Albert Garcia / EL PAÍS

Los sanitarios de atención primaria miran el verano con una mezcla de ilusión por unas ansiadas vacaciones y temor por lo que se les vienen encima. “Miedo”, es la palabra que usa Carlos Eirea, que pasa consulta en Bueu (Pontevedra). “Llevamos mucho tiempo en tensión y no tenemos nada claro cómo se va a solucionar esto. Al contrario que otros años, nos dicen que concentremos las vacaciones en verano, pero sabemos que no nos van a sustituir”. Con esta frase resume las perspectivas de una decena de profesionales consultados, incluidos representantes de sindicatos y sociedades científicas.

La falta de sustituciones no es nueva, pero el panorama que se les avecina sí. Así lo explica Vicente Baos, médico en la Sierra de Madrid: “Por un lado tenemos a mucha gente que está volviendo a las consultas rutinarias después de meses sin acudir por la pandemia; a esto se suma que ahora cualquier síntoma respiratorio es sospechoso de coronavirus. Si antes por una tos te quedabas en casa, ahora vas al centro de salud. Hay que atenderlo y hacer pruebas. Y eso suponiendo que todo vaya bien, como haya un aumento grande de casos no habrá quien lo aguante”.

Las administraciones han pedido a los sanitarios que disfruten este año las vacaciones en julio, agosto y, como mucho, algo de septiembre, para estar al pie del cañón en caso de que se produzca una temida segunda ola en otoño, que coincidiría con la temporada de gripe con un serio riesgo de colapso del sistema. Casi la mitad de las plantillas está a menos de una semana de irse de vacaciones y dejar a los que quedan a cargo de unos centros de salud ya de por sí mermados.

“Ha habido algún refuerzo estos meses para tratar de llegar a niveles previos a la pandemia, pero es claramente insuficiente para la situación que tenemos. Y las vacaciones no se van a sustituir, o no prácticamente: vemos que en algunos centros de salud contratan a un médico, o ni eso, uno para toda un área sanitaria”, relata María José Campillo, de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM).

Una práctica habitual en los centros de salud está siendo la de contratar a médicos recién salidos de la carrera, ya sea los que han suspendido el MIR o los que lo han aprobado y están a la espera de la asignación de plaza. Aunque el examen se hizo en febrero, los estudiantes están eligiendo ahora y no se incorporarán hasta finales de septiembre a sus puestos. El problema es que estos licenciados, por ley, no pueden pasar consulta, tan solo pueden hacer tareas como triaje a la puerta del centro de salud para determinar quién va por el circuito de sospechosos de covid-19 y quien no.

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Algunas comunidades anuncian refuerzos, pero los sindicatos aseguran que son insuficientes en años normales, con lo que este consideran imposible que cubran las necesidades. Rafael Reig, del sindicato de enfermería Satse, explica que la situación varía mucho por comunidades autónomas y que las administraciones “ocultan los datos”, de forma que es imposible saber exactamente cuántas sustituciones se harán. “Tradicionalmente, en hospitales son pocas, pero en primaria, todavía menos”, señala. “Este año tienen la responsabilidad grandísima del seguimiento de la covid, ha habido algunos refuerzos, pero muchos contratos acaban a finales de mes y no se están prorrogando”, añade.

Este periódico ha preguntado a las 17 comunidades cuál será su política de sustituciones. Pocas han aportado datos. En Asturias, por ejemplo, la consejería asegura que se cubrirá el 40% de médicos de familia. En Castilla y León la previsión es de 250 sustituciones en primaria; según los últimos datos del Ministerio de Sanidad (de 2018), en estos servicios trabajaban 2.564 médicos, es decir, no llega al 10%. En la Comunidad Valenciana, la contratación será de 422, un 12%. En Cataluña, 436 profesionales más, cuando la plantilla de médicos es de 5.624, según la misma fuente.

Mari Luz Talavera, enfermera en un centro de atención primaria de Caldes de Montbui (Barcelona), asegura que ese refuerzo todavía no se ve en los centros. “Si ya estábamos mal tras los recortes de 2010, ahora nos quedamos más debilitados. Tenemos que hacer vacaciones ahora en verano para estar a mediados de septiembre por el riesgo de rebrote, la vacunación de la gripe… Pero si no tenemos sustitutos, estaremos el verano bajo mínimos”, advierte.

La enfermera, que es vicepresidenta también del Foro Catalán de Atención Primaria, expone su caso: “De 10 enfermeras, tres están dedicadas a hacer exclusivamente PCR. Quedamos siete para atender a una población de 17.000 personas y, a veces, estaremos solo dos. Y la gente está viniendo ya, la patología oculta por la pandemia está reapareciendo”.

En Madrid, la consejería explica que el porcentaje de cobertura de los profesionales de los centros de salud está relacionado con las propuestas organizativas que cada equipo directivo. “No existe limitación para dichas propuestas dentro de la competencia descentralizada; si bien, no siempre es posible la cobertura, por falta de suplentes en las categorías de medicina de familia y pediatría. Este criterio es el mismo que en años precedentes”, explica una portavoz.

Irene Maté, pediatra en un centro de salud de la periferia de Madrid con una treintena de médicos, relata que en su caso quizás llegue algún profesional de la enfermería y algún administrativo en todo el verano. Eso será todo, además de un recién licenciado que solo podrá hacer triajes. “Nuestra situación es tan precaria que nos estábamos turnando los médicos para hacerlos”, asegura.

El problema, más allá de la falta de medios o de lo que las comunidades decidan invertir en sustituciones, es que no hay médicos de familia disponibles. Inmaculada Cervera, responsable de grupo de gestión sanitaria y calidad asistencial de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria, explica que es un problema “estructural” que debería atenderse más allá de las vacaciones, tener plantillas dimensionadas teniendo en cuenta los veranos y las bajas, algo que, dice, no sucede. Ahora, con la atención telefónica, los tiempos son incluso mayores: “Aunque parezca que las consultas están vacías, aunque es positivo porque no tenemos llenas las salas de espera con la posibilidad de infección, estamos saturados, tardamos más en explorar y en decidir”.

En Galicia este año ni siquiera esperan los llamados refuerzos de costa, un aumento de personal para responder al incremento de población de zonas costeras como Bueu. “El verano pasado, de ocho médicos, estuvimos tres. Y atendiendo a más gente. Este año, si en algún sitio sale un caso y hay que seguirlo o un sanitario se nos infecta, ¿cómo vamos a hacer?”, cuestiona Eirea, que también el vicepresidente de la Asociación Galega de Medicina Familiar e Comunitaria. Los médicos intentarán hacer tandas de dos en dos, y se quedarían seis para atender los ocho cupos más todas las personas que vengan de fuera del municipio. “Estamos al límite. Aunque ya no tengamos 40 consultas presenciales, tenemos 40 pacientes que atender igualmente. Como enferme algún compañero, será un problema”, lamenta. Y eso sin nuevos casos de coronavirus.

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