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Viaje a las entrañas del románico palentino

El río Pisuerga, que nace en el norte de la provincia de Palencia y desemboca en el Duero cerca de Geria, en Valladolid, transita por un territorio marcado por iglesias de arcos redondeados y piedras centenarias. Es la llamada ruta del románico palentino, un viaje que combina los encantos históricos y artísticos medievales, con una riqueza geológica que convierte esta región de Castilla y León en un interesante geoparque.

Palencia sigue siendo una de las provincias más desconocidas de España, con gran peso del mundo rural, ese que ahora intenta no caer en el olvido de la España vacía. El gótico, que llegó para sustituir al románico en las ciudades medievales más ricas de Castilla, aquí no arraigó. Tierra humilde de campesinos, mantuvo inalteradas sus pequeñas iglesias y monasterios, que hoy son joyas artísticas y un reclamo fundamental para los viajeros que llegan hasta aquí. Para adentrarse en el románico palentino, conviene poner el foco en el curso alto del Pisuerga, en las comarcas de Cervera de Pisuerga y Aguilar de Campoo, donde la concentración de monasterios y pequeñas ermitas es enorme. Pero más al sur quedan tesoros por descubrir como Frómista o Carrión de los Condes, paradas imprescindibles para entender la corriente artística que reinó en Europa durante la Edad Media.

Iglesia de San Martín de Tours, construida en el siglo XI y joya del románico español, ubicada en el término municipal de Frómista (Palencia). alamy

Frómista y Carrión de los Condes: románico en el Camino Francés

El románico se introdujo en nuestro país principalmente a través del Camino de Santiago. En concreto, gracias al incesante peregrinaje por el Camino Francés, el itinerario jacobeo más transitado, que atraviesa Palencia a lo largo de unos 70 kilómetros, entre Puente Fitero, en la frontera con Burgos, y Valderaduey, en el límite con León. Una de las localidades palentinas con más abundancia de esta arquitectura religiosa es Frómista, donde sobresale la iglesia de San Martín de Tours, sin lugar a dudas la obra cumbre del románico español del siglo XI. El templo fue erigido como parte de un gran monasterio fundado por orden de Doña Mayor de Castilla, aunque hasta nuestros días solo ha llegado esta iglesia cuya conservación, eso sí, es excelente. Consta de tres naves cubiertas con bóveda de cañón, la central más ancha y alta que las laterales, que terminan en tres ábsides circulares. Desde el exterior se aprecia la rotundidad de sus muros de piedra, con escasos ventanales con arcos de medio punto en los ábsides y en los laterales y una decoración escueta pero muy interesante, desde sus capiteles al ajedrezado de la cornisa. Debido a sus líneas puras y sobrias, está considerado como uno de los prototipos del estilo románico europeo y una de las cimas de la arquitectura medieval. San Martín de Tours es pura armonía, por dentro y por fuera.

Sin abandonar Frómista, en sus afueras nos encontramos con otro tipo de legado más reciente pero no por ello menos interesante: el mayor conjunto de esclusas —cuatro en total, de la 17 a la 20 de los tres ramales que llegaron a construirse del canal de Castilla, una ambiciosa obra de ingeniería civil acometida en el siglo XVIII para transportar las cosechas de cereales de Castilla a los puertos del mar Cantábrico. Con las esclusas se salvaba el mayor desnivel (14 metros) de los 200 kilómetros de recorrido. En este punto del canal de Castilla se sitúa la embarcación turística Juan de Homar, que recorre el tramo del canal de Frómista hasta el pantalán de Boadilla del Camino, más de cuatro kilómetros de recorrido, con vuelta a Frómista.

Escultura de bronce de un peregrino en Carrión de los Condes, por donde atraviesa el Camino Francés. alamy

Otra de las encrucijadas del Camino de Santiago palentino es Carrión de los Condes, un nudo de comunicaciones que conecta el ramal francés con el Camino del Besaya. Carrión fue siempre una población importante; de ahí que tenga algunos restos en piedra de auténtico lujo, como la iglesia de Santa María del Camino, conocida como La Victoria, un templo románico del siglo XII con una fachada sur de silenciosa belleza y en su interior valiosas imágenes románicas. Parecida impronta artística encontramos en la iglesia de Santiago y en su pantocrátor (representación de Dios típica del arte románico y bizantino) presidiendo su fachada principal. Pero la joya del lugar, esa por la que recibe miles de visitantes cada año, es el Real Monasterio de San Zoilo, del siglo XI, que todavía esconde detalles románicos (como la portada de la antigua iglesia y algunos capiteles), envueltos por otros muchos estilos que se fueron sucediendo a lo largo de los siglos. Actualmente es un hotel (lee aquí la crítica hotelera de Fernando Gallardo en El Viajero), aunque no hace falta ser huésped para visitar el preciosista claustro gótico o la iglesia y sacristía.

Claustro del monasterio de Santa María la Real, en Aguilar de Campoo. alamy

Aguilar de Campoo, capital del románico norte y de las galletas

Una autovía lleva desde Frómista hacia el norte, a la comarca del Alto Campoo, que comunica la meseta con Cantabria. Es un rincón de esos que enamora al viajero, con suaves perfiles y, al fondo, las primeras montañas que no son otra cosa que el preludio de la Cordillera Cantábrica. Es un escenario perfecto para la otra capital del románico palentino: Aguilar de Campoo, que llegó a ser un emporio galletero con hasta cinco fábricas Fontaneda, Gullón, Fontibre, Ruvil y Tefe de las que actualmente solo queda Gullón. Aun así, el pueblo sigue oliendo intensamente a galleta.

Aguilar es puerta de entrada a la comarca de la Montaña Palentina, pero sobre todo es una ciudad con muchos siglos de historia: fue una aldea de cántabros, después campamento romano, más tarde un punto de avance de la expansión cristiana hacia el sur, y parada en un ramal secundario del Camino de Santiago que comunicaba el Camino de la Costa con el Francés. Solo así se explica el tamaño de su gran monasterio de Santa María la Real, donde además se ha instalado el Centro Expositivo del Románico, en el que se viaja al medievo a través de maquetas, audiovisuales y mesas interactivas. Allí veremos una colección de réplicas en madera de las mejores iglesias románicas de la zona.  El monasterio fue fundado en el siglo IV y en siglos posteriores fue enriqueciéndose. Restaurado completamente en las últimas décadas, hoy es un foco cultural que alberga también el centro de Estudios del Románico.

Todo Aguilar es una villa monumental, una ciudad museo a orillas del Pisuerga, conjunto histórico artístico que cuenta además con un castillo testigo de la primera época de la Reconquista en lo alto de la Peña Aguilón, que domina el pueblo. Hay restos de su muralla con algunas puertas bien conservadas, un barrio judío y una plaza porticada rodeada por palacios heráldicos, como el de los Marqueses, el de Cada del Cura, el de Villatorre… El complemento a la visita es su cercano embalse con playas artificiales y, por supuesto, la obligada excursión a la Montaña Palentina.

Vallespinoso de Aguilar, cerca de Aguilar de Campoo. ALAMY

Románico rural en los alrededores de Aguilar

Desde Aguilar conviene aparcar las prisas y perderse por carreteras secundarias en busca de pequeñas iglesias que nos hablan también de tiempos medievales y de que aquí la vida discurre más lenta. Hay silencio y mucho arte por estos caminos. Como en San Andrés del Arroyo, que fue un famoso monasterio de monjas bernardas fundado en 1190 y sigue siendo uno de los monumentos más interesantes del románico. Conserva la iglesia con una nave con crucero y tres ábsides, el central poligonal, el claustro y sala de arcos apuntados con estupendos capiteles entrelazados.

O como el pequeño pueblo de Moarves de Ojeda, en cuya iglesia parroquial de San Pedro encontramos un delicado grupo de tallas románicas, presidido por un pantocrátor sobre la portada y unos capiteles tallados con figuras humanas, un friso que Miguel de Unamuno describió como “una encendida encarnación”.

Y todo es un suma y sigue: en Cozuelos de Ojeda está el monasterio de Santa Eufemia, del que se conserva la iglesia del siglo XII, muy interesante, o el barrio de Santa María, que en realidad es un bonito pueblo monumental, donde lo más interesante no es su iglesia parroquial (con ábside también románico), sino la ermita, con pinturas murales del siglo XIII.

Los buscadores de románico pueden seguir explorando parajes insólitos, como Vallespinoso de Aguilar, con una bellísima ermita de aire militar sobre un roquedo. Su portada y sobre todo la torre cilíndrica del siglo XI son una delicia para los sentidos. En Santa María de Mave un monasterio del siglo XIII conserva la preciosa iglesia románica que es un resumen perfecto de los rasgos que definen al románico palentino. Las antiguas dependencias del convento son ahora un estupendo hotel rural que puede ser una base para explorar la zona. Junto a Mave, además, está el monumento natural de Las Tuerces, una meseta caliza llena de rocas que suelen congregar a escaladores.

Más románico encontramos en Becerril de Campos, Matalbaniega, Cillamayor, Valberzoso o Brañosera, un precioso pueblo de montaña y también uno de los municipios más antiguos de España: su fuero es del año 824. Hay románico también en Salcedillo, Villanueva de la Torre o en San Cebrián de Mudá, ya en el valle minero.

Eremitorio rupestre de Olleros de Pisuerga. alamy

Olleros de Pisuerga, la pequeña Petra

Olleros de Pisuerga es una pequeña pedanía de Aguilar de Campoo donde se encuentra la ermita dedicada a los Santos Justo y Pastor, considerada una catedral entre las iglesias rupestres. Sigue abierta al culto y cuenta con tumbas antropomorfas dentro y fuera. Aparece entre una arboleda a la salida del pueblo de Mave y por fuera no delata lo que guarda en su interior. Solo un sobrio pórtico y una espadaña revelan que estamos ante una de las grandes obras de la arquitectura rupestre de España. En Palencia la llaman la pequeña Petra. Su historia es la de una sucesión de estilos artísticos, que comienzan en el siglo IX y se prolongan hasta el XVII, pero con especial importancia de la huella románica: un púlpito, el baptisterio, las celdas de los primeros ermitaños y una columna y una pilastra, ambas cubiertas de restos de color, que son las únicas que quedan en pie de la construcción original.

Las iglesias rupestres de las eremitas de la zona oriental de la Montaña Palentina forman además parte de los recursos del geopar­que Las Loras, a caballo entre las provincias de Palencia y Burgos, un espacio de gran diversi­dad paisajística dominado por los cañones de varios ríos, el Pisuerga incluido, páramos calizos y formaciones kársticas con formas pintorescas. Algunas se asemejan a grandes setas, puentes y arcos que permiten deambular bajo el equilibrio pétreo.

Por el románico norte: Cervera y San Salvador de Cantamuda

Al norte de la provincia queda aún mucho románico por descubrir. Cervera de Pisuerga es una villa rodeada de pantanos: el de Requejada, al norte; y el de Ruesga, al oeste. Es también un pueblo con todo el empaque de los viejos hidalgos, que asoman con orgullo sus escudos en las casonas de piedra blanca, como la de los Leones, la de los Condes de Seruela o la de Gutiérrez de Mier. Aquí es recomendable alzar la vista para descubrir el encanto de sus aleros tallados o las columnas de piedra de la plaza porticada. Este lugar fue un punto clave en las vías romanas hacia Cantabria y una ciudad de frontera durante la Reconquista. De ahí que existan edificios como la iglesia parroquial, gótica del siglo XVI, muy bien restaurada, con obras de arte importantes en el interior en forma de cuadros flamencos o sepulcros tallados.

Camino de San Salvador de Cantamuda hacemos un alto en Perazancas de Ojeda, uno de los pueblos más representativos del románico palentino. Su iglesia parroquial conserva una bella portada románica y un ábside de la misma época, pero lo más interesante es la ermita de San Pelayo, monumento nacional y obra genial del románico lombardo, con pinturas murales del siglo XII.

Nombre también sonoro, como casi todos los de esta zona de Castilla y León, es el de San Salvador de Cantamuda, pueblo también de casas hidalgas, en el corazón de la Montaña Palentina. La genialidad está en la colegiata de San Salvador que llama la atención por su peculiar espadaña. Fue mandada construir en 1181 por la condesa de Castilla, Doña Elvira, y es una iglesia románica con tres ábsides y bóvedas de crucería. Continuando por la misma carretera, a tres kilómetros está la abadía de Lebanza, fundada en el siglo X. De ella no quedan apenas restos, pero el entorno es muy bonito, al pie del pico Corazo, de 2.012 metros de altitud.

La cueva del Cobre, en la comarca palentina de La Pernía, en la vertiente sur de la sierra de Híjar. alamy

Un parque natural a las puertas de Cervera

A los amantes del senderismo y de la naturaleza no se les pasará por alto que en Cervera se encuentra el centro de visitantes del parque natural Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina, un espacio protegido desde el año 2000. Es aquí donde nacen dos de los ríos más importantes de la provincia: el Carrión y el Pisuerga. Más allá de sus atractivos turísticos, esta zona está declarada como muy sensible ecológicamente hablando, puesto que en ella habitan especies como el oso pardo o el urogallo, pero también águilas reales, buitres leonados, jabalíes, lobos, corzos, rebecos

Entre los hitos a descubrir: la cueva del Cobre, también conocida como cueva del Coble, en la vertiente sur de la sierra de Híjar. Durante mucho tiempo se pensó que aquí nacía el Pisuerga. Tras varios estudios, se descubrió que el río tan solo la utiliza como zona de paso, ya que en realidad nace más arriba, en el circo glaciar de Covarrés, al pie del Valdecebollas, antes de desaparecer en un sumidero para emerger tres kilómetros más abajo en la cueva del Cobre. Otro lugar recomendable en la misma zona es el Sumidero de Sel de la Fuente, una pradería alpina de la sierra de Híjar, donde descansa y se alimenta la cabaña vacuna y caballar del valle de Redondo. Y, por último, conviene estar atento a los lagos de origen glaciar que se reflejan en circos, valles y lagunas, como el lago de las Lomas, los lagos del Ves o el Pozo Curacavas.

Mosaico del Oecus (siglos I-II), en la villa romana de La Olmeda, cerca de la localidad de Saldaña. alamy

Excepcionales mosaicos romanos en La Olmeda

Del románico a los romanos. Un viaje a Palencia no estaría completo sin asomarse a la increíble Villa de la Olmeda, cerca del pueblo de Saldaña, que se extiende a orillas del río Carrión. Esta mansión romana, construida en la época del Bajo Imperio (284-476) y ocupada hasta el siglo VI, fue descubierta en 1968, de forma fortuita cuando un agricultor trabajaba su campo. En los años ochenta del pasado siglo abrió al público para que el visitante pueda contemplar una de las más largas colecciones de mosaicos dentro de un edificio privado de la Hispania romana. Consta de 35 habitaciones, repartidas entre la vivienda principal y los baños. De ellas, 26 estancias están decoradas con mosaicos polícromos que se conservan extraordinariamente bien. La Olmeda es todo un viaje a la Antigüedad, que se completa con una visita al Museo de La Olmeda, en Saldaña, donde se exponen los objetos que han ido saliendo a la luz en las sucesivas excavaciones en el yacimiento y que nos acercan a la vida cotidiana de los romanos del Imperio. No muy lejos de La Olmeda, hay otra villa romana, La Tejada, en Quintanilla de la Cueza, descubierta poco después, más pequeña pero también con interesantes mosaicos.

Una senderista recorre un tramo del canal de Castilla en la provincia de Palencia. alamy

El canal de Castilla, un proyecto ilustrado

Otra de los atractivos añadidos al viaje es asomarse al canal de Castilla, que a lo largo de sus 207 kilómetros recorre parte de las provincias de Burgos, Palencia y Valladolid. El proyecto original arranca en época de los Reyes Católicos, quienes pensaron incluso en contar con Leonardo da Vinci para su diseño. La idea no se retomó hasta el siglo XVIII, bajo el reinado de Fernando VI, quien pretendía encontrar una salida al mar para los productos castellanos. El proyecto final, encargado al marqués de la Ensenada, contemplaba cuatro canales que unirían Segovia con Reinosa (Cantabria) para después atravesar la Cordillera Cantábrica y poder llegar al mar. Las obras se iniciaron en 1753 en Calahorra de Ribas (Palencia) y se terminaron en 1849.

Esta especie de autopista fluvial al mar no llegó a completarse, pero ha dejado una infraestructura en forma de Y que se acompaña de caminos de sirga, las sendas junto al agua por las que iban las mulas y bueyes que tiraban de las barcazas para ir más rápido. Recorrerlas a pie o en bicicleta resulta hoy de lo más atractivo. En el camino se ven esclusas (hay 50 a lo largo de todo el canal), dos de ellas, probablemente las más interesantes, en Frómista y en Calahorra de Ribas. También se construyeron 69 acueductos que hoy pasan bastante desapercibidos, y otros elementos arquitectónicos como los puentes (el de Valdemudo, en Palencia, es uno de los más bonitos), además de presas y dársenas para atracar las barcazas, como la de Alar del Rey de visita imprescindible, o la misma dársena de la capital palentina.

Y hay mucho más a lo largo del canal: almacenes, casas de empleados o embarcaderos singulares como La Casa del Rey, antiguo astillero donde hoy está instalado el Museo del Canal de Castilla. Quien prefiera navegar, también puede: hay dos embarcaderos en los tramos palentinos: el del centro de interpretación de Herrera de Pisuerga y en Frómista.

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