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Vídeo | Así funciona la primera planta fotovoltaica flotante de España

El Trichoplusia ni es un gusano con un apetito voraz. Conocida comúnmente como oruga de la col, su tamaño en fase larvaria puede crecer un 20 por ciento cada día hasta llegar a aumentar en 5.000 su tamaño. Su hambre insaciable puede acabar no solo con cultivos de col, sino también echar a perder plantaciones de tomate o pimiento, entre otros. Sin embargo, donde los agricultores podrían percibir una amenaza, una empresa española de biotecnología, Algenex, ha encontrado un potencial para acelerar la producción de vacunas basadas en proteínas gracias a la biotecnología. “En el caso de la covid, este tipo de vacunas supone el 40% de las candidatas que se encuentran actualmente en desarrollo y que están reconocidas por la OMS”, afirma José Escribano, fundador de la empresa.

La compañía inauguró hace un par de semanas sus nuevas instalaciones en Tres Cantos, Madrid, con la presencia del ministro de Ciencia, Pedro Duque, y el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado. Un pasillo conecta las distintas salas donde se trabaja en cada parte del proceso de producción. Mientras una empleada manipula dosis de baculovirus, un tipo de virus modificado genéticamente que no infecta a humanos, a pocos metros, otro miembro del equipo se encarga de la cría de las orugas. De estas dos imágenes, a priori difíciles de asociar, emerge el concepto de CrisBio, la tecnología patentada por esta empresa para producir productos biotecnológicos aprovechando la capacidad de las orugas de la col para fabricar proteínas. El proceso, como se puede ver en el reportaje en vídeo, consiste en inocular un bacolovirus a las crisálidas de este insecto para que generen el antígeno deseado. Estos podrían ser utilizados por otras empresas farmacéuticas en sus vacunas o en pruebas diagnósticas tras extraer la proteína y someterla a una serie de procesos de filtración.

Algenex ha recibido una financiación de 470.000 euros del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial, dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación, para desarrollar productos para luchar contra el coronavirus. De momento, ya tienen un acuerdo con una farmacéutica, cuyo nombre no quieren desvelar, para optimizar la productividad de un candidato a vacuna contra el coronavirus, y además está trabajando en el desarrollo de un prototipo. Su planta está pendiente de obtener la certificación de la Agencia Española del Medicamento.

“La propuesta que hacemos y lo que hemos puesto a disposición de las autoridades son unas instalaciones que permiten producir productos biotecnológicos de forma escalable y más barata que las tecnologías convencionales”, explica Claudia Jiménez, directora general de la compañía. El punto fuerte de su proyecto, explican en Algenex, es que el uso de insectos para producir la proteína supone un ahorro diez veces mayor que los costes de métodos más convencionales que requieren biorreactores, unos aparatos de gran complejidad técnica. En la empresa calculan que podrían llegar a fabricar 50 millones de dosis al año.

“Es una tecnología fiable”, apunta José Escribano, fundador de Algenex. “Cualquier tecnología que se implementa en la industria farmacéutica cuesta mucho que sea aceptada, pero es tan obvio que es tan disruptiva en términos de reducción de costes, simplificación y productividad, que las empresas veterinarias no están teniendo dudas. Tenemos diversas licencias otorgadas a empresas multinacionales y tan pronto como esté la primera en el mercado seguramente las empresas humanas se acercarán igualmente a nosotros”, añade.

La pandemia sacó las costuras de una industria farmacéutica con casi nula capacidad para producir vacunas humanas. El mes pasado, el grupo Zendal fue elegido por la compañía americana Novavax para la producción industrial del antígeno de su vacuna contra la covid, una muestra de las oportunidades que se abren en un país que sí tiene potencial para fabricar vacunas veterinarias, cuyas instalaciones son similares.

“Nosotros como país tenemos que ser capaces de autoabastecernos”, apunta Jiménez, que recuerda que España no ha podido estar en las primeras negociaciones para producir la vacuna por no tener los recursos productivos necesarios. Ahora, algo se mueve, aunque sea lentamente. “Hay empuje por parte de las autoridades para que esto cambie, pero necesitará su tiempo”.


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