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Violencia de la apología (Artículo)

“Triste, peligrosamente, la censura en este caso no vino de fuera”, escribe Luis Fernando Granados.

Por Luis Fernando Granados/ El presente del pasado

El diario Reforma cree que llamar “valientes” a los guerrilleros que asesinaron a Eugenio Garza Sada equivale a justificar su comportamiento y, peor, que implica exaltar la violencia como forma de lucha política. La cabeza y el primer párrafo de la nota aparecida el viernes 20 —que puede verse aquí— lo afirman sin lugar a dudas; tanto como el editorial publicado el día anterior —que puede verse aquí—, donde el periódico se preguntó si Andrés Manuel López Obrador y Alejandra Frausto compartían la “santificación” de los asesinos implícita según esto en el uso del adjetivo.

En el curso del jueves 19, Reforma convenció a la secretaria de Cultura de que Pedro Salmerón había reivindicado el uso de la violencia en la nota “publicada” por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México en su página de Facebook el martes 17 —lo que, naturalmente, la Secretaría de Cultura consideró un punto de vista ajeno a su “postura institucional”. Dijo más la SC: “No estamos por abrir heridas del pasado sino por la reconciliación”.

En la tarde del viernes, el INEHRM se disculpó en nombre de su director por haber escrito valientes y afirmó que no “se pretendió ofender” a nadie con su empleo. El texto desapareció de Facebook pero reapareció en el blog personal de Salmerón —intacto. Acaso por eso la disculpa no sirvió para nada. La nota siguió dando vueltas: miles de personas tuvieron algo que decir acerca de los años de plomo y sobre la ética de los funcionarios. Debe haber sido demasiado. Al mediodía del sábado, Salmerón puso su cargo “a disposición” de López Obrador, con el evidente propósito de dejar sin materia a quienes estaban usando su nota para insinuar que el gobierno federal también es partidario de la lucha armada o al menos que considera el asesinato como acto legítimo de lucha política.

Antes de que Salmerón se diera cuenta —literalmente—, Frausto nombró para reemplazarlo a Felipe Ávila, hasta entonces director general adjunto del INEHRM. De manera significativa, el boletín de prensa de la SC no mencionó su carta de renuncia ni aludió al “escándalo”, al que por entonces se habían sumado ya el Consejo Coordinador Empresarial, la Confederación Patronal de la República Mexicana, el Partido Acción Nacional y por supuesto Reforma, que durante tres días (viernes 20, sábado 21, domingo 22) destinó una parte de su primera plana a ventilar el asunto.

Salmerón piensa que la causa de su separación del cargo —lo sugiere así en su carta de renuncia— fue una “campaña mediática” de los enemigos del gobierno, que lo usaron como pretexto para golpear a López Obrador. Me temo que se equivoca. Hace un par de meses, cuando el INEHRM recordó con una nota muy semejante a la del martes 17 el inicio del plantón contra el fraude electoral de 2006 en el paseo de la Reforma, se produjo un “escándalo” muy parecido al que acaba de costarle la chamba. Los enemigos del gobierno pusieron el grito en el cielo. Se dijo que el texto del INEHRM promovía la polarización del país. Se dijo también que las elecciones de hace trece años habían sido justas y limpias. El PAN llegó a decir que la nota constituía un caso de “malversación de fondos públicos” y que semejante falta tenía “alcances punitivos al código penal federal” —al menos de acuerdo con esta nota. Pero no pasó nada. Se gritó en Twitter; se tranquilizaron los ánimos. Salmerón siguió haciendo su trabajo.

Es cierto que entonces no se generó el mismo ruido mediático; es cierto que aquella vez la controversia no apareció en la primera plana de Reforma. Con todo, pienso que la diferencia principal entre aquel episodio y el de la semana pasada es la voluntad de la secretaria de Cultura; esto es, la facilidad con que hizo propio el juicio de Reforma, al parecer sin advertir —como queriendo no advertir— que el editorial del jueves 19 buscaba transformar el uso torpe de un adjetivo (torpe por gratuito, por innecesario) en una insinuación sobre el carácter violento del gobierno. Se convirtió así en cómplice del periódico. Mucho más que la derecha fascista e intolerante, me parece entonces que Alejandra Frausto es la principal responsable del despido de Pedro Salmerón.

Triste, peligrosamente, la censura en este caso no vino de fuera. Fue obra de un gobierno que a veces, cuando se comporta de este modo, cuesta trabajo seguir llamando nuestro.




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