EL PAÍS

Volodímir Zelenski: “Con la devolución de Crimea, restauraremos la paz”

Ucrania ha aprovechado este domingo para recordar que no habrá paz ni fin de la guerra si Rusia no acaba con su ocupación de la península de Crimea, en manos de Moscú desde 2014. “Con la devolución de Crimea, restauraremos la paz”, ha dicho el presidente Volodímir Zelenski a través de sus redes sociales en referencia a una patata caliente con la que se encontró ya cuando fue elegido al frente del país en 2019. De esta forma, Kiev trata de mantener sobre el tablero de la solución del conflicto un territorio que no es un frente activo del actual conflicto armado, pero sobre el que nadie reconoce soberanía rusa alguna.

“Hace nueve años, la agresión rusa comenzó en Crimea”, añade el mensaje del mandatario. El presidente lo ha recordado este domingo, cuando se cumple ese noveno aniversario desde que Rusia puso en marcha su plan expansionista tras un choque entre tártaros y ciudadanos prorrusos. Desde entonces, el 26 de febrero se celebra el Día de la Resistencia a la Ocupación rusa de Crimea. “Es nuestra tierra. Nuestro pueblo. Nuestra historia. Devolveremos la bandera ucrania a todos los rincones de Ucrania”, termina el breve alegato. Estados Unidos, por su parte, ha insistido en que “no reconoce y nunca reconocerá la supuesta anexión de la península por parte de Rusia. Crimea es Ucrania”, señaló en un comunicado el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price.

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Mientras, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha afirmado que la OTAN participa en la guerra de Ucrania con el “envío de miles de millones de dólares en armas” y que, por tanto, es cómplice indirecto de los “crímenes” que, asegura, cometen las tropas ucranias. Además, en una nueva referencia a la amenaza nuclear, el líder ruso sostiene que su país tiene que tener en cuenta la “capacidad nuclear” de la Alianza Atlántica, y no solo la de EE UU. Afirma, en declaraciones a un canal de televisión, que Occidente “tiene un objetivo: destruir la antigua Unión Soviética y su parte fundamental, la Federación Rusa”.

Putin puso en marcha su plan imperialista para tratar de resucitar la Unión Soviética con la ocupación de la península ucrania de Crimea hace ahora nueve años. En aquella ocasión el territorio cayó sin apenas resistencia, aunque sí se desató una guerra en las regiones orientales de Lugansk y Donetsk. Pero Putin se ha enfrentado a una realidad totalmente opuesta a la de Crimea cuando hace un año lanzó sus tropas a gran escala con la intención de someter Ucrania en su integridad. Ucrania no se ha rendido y cuenta desde el primer instante con un firme apoyo de sus aliados.

Pocos días después de aquel 26 de febrero de 2014, militares rusos, algunos de los estacionados en las bases de la península y otros llegados desde Rusia, completaron la toma de poder de este territorio peninsular que cuenta con importantes yacimientos de petróleo y gas. Moscú organizó el 16 de marzo un referéndum cuyo resultado, 82% de apoyo a la segregación de Kiev, nadie validó. Pero, más allá de urnas y votos, contaba con una impresionante presencia militar en ese territorio con la que sacar adelante un plan de ocupación que tenía cimentado de antemano.

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Uno de los logros estratégicos de Putin en estos meses ha sido conseguir ocupar un pasillo de terreno que le permite mantener comunicadas por tierra dos enclaves esenciales para que Rusia pueda seguir implementando su fuerza militar en Ucrania como son Crimea y Donbás, la zona que acoge a Lugansk y Donetsk. Ese corredor a orillas del mar de Azov es donde Kiev va a tratar de plantear su próxima ofensiva. Ese pasillo es de imperiosa necesidad para Moscú, especialmente desde que Ucrania logró el pasado octubre reventar el puente de Kerch, que une por el mar de Azov la península con las costas de Rusia. Se trata de un cordón umbilical imprescindible para hacer llegar abastecimientos de todo tipo y que el propio Putin se encargó de inaugurar en 2018.

La invasión a gran escala lanzada sobre Ucrania el 24 de febrero pasado forma parte también, con el levantamiento orquestado en el este de este país desde 2014, de esas ínfulas imperialistas de Putin. Incluyen también su deseo de someter a Bielorrusia, fiel aliado que come de la mano del presidente ruso, y los países bálticos (Lituania, Estonia y Letonia). Otros flecos territoriales serían los integrados, por ejemplo, por la región de Transnistria, en Moldavia.

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