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Volver al Acuerdo de París y otros retos climáticos para Biden y Harris


La cumbre del clima de Copenhague (Dinamarca) de hace 11 años se cerró con el compromiso de que a partir de 2020 los países desarrollados —38 Estados, entre los que está España— movilizarían anualmente 100.000 millones de dólares (unos 85.000 millones de euros) para que los países en vías de desarrollo puedan afrontar las consecuencias del calentamiento global y reducir sus emisiones. Pero aún no se ha llegado a esa meta, según los últimos datos disponibles. La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) señala en un informe publicado este viernes que “la financiación climática proporcionada y movilizada por los países desarrollados” alcanzó los 78.900 millones de dólares en 2018 (unos 66.000 millones de euros), el último año del que se pueden tener cifras cerradas.

Para conocer datos fiables de este 2020, el año en el que se debe llegar a los 100.000 millones, habrá que esperar hasta 2022, apunta la OCDE. Pero los informes de seguimiento de esta organización sirven para conocer la trayectoria de estos fondos verdes y cómo se distribuyen. La financiación desde los países desarrollados a los que están en vías de desarrollo es uno de los temas que han centrado las negociaciones internacionales sobre cambio climático en las últimas décadas. Se parte de la premisa de que, además de ser los que tienen más recursos, los países desarrollados tienen un mayor grado de responsabilidad sobre el calentamiento al haber emitido muchos más gases de efecto invernadero históricamente.

Los especialistas de la OCDE apuntan a que entre 2017 y 2018 se incrementó un 11% esta financiación climática, que se realiza a través de subvenciones y préstamos fundamentalmente. En 2017 el aumento fue mucho más pronunciado, del 22%. De esos 78.900 millones a los que se refiere este organismo, la financiación pública proporcionada por los 38 Estados desarrollados llegó a los 64.300 millones en 2018. El resto (14.600 millones) se corresponde con financiación privada.

Las diferentes resoluciones que se han ido aprobando en las cumbres climáticas de la ONU apuntan a que debería haber un equilibro entre el dinero que va a parar a ayudas para reducir sus emisiones (mitigación) y el destinado a paliar las consecuencias del calentamiento, como las actuaciones para hacer frente a las sequías o la pérdida de cultivos. Pero hay un desequilibrio muy evidente: la mitigación representó más de dos tercios (70%) del total de estos fondos climáticos en 2018, expone la OCDE.

Muchos más préstamos que subvenciones

También existe un desequilibrio respecto a la fórmula empleada por los países ricos para esta financiación climática: el instrumento que más se emplea es el préstamo —46.300 millones― seguido de las subvenciones —12.000 millones—. Entre 2013 y 2018 el peso de los préstamos en el total de la financiación climática pública ha pasado del 52% al 74%, mientras las subvenciones han caído del 27% al 20%, según refleja el informe de la OCDE.

Por sectores, la mayor parte de los fondos que se han movilizado o proporcionado en el periodo 2016-18 han ido a parar al eléctrico (34%), seguido del transporte y almacenamiento (14%) y la agricultura, silvicultura y pesca (9%). Las actuaciones relacionadas con el agua y el saneamiento representaron el 7% del total.

El retrato que realiza la OCDE de esta financiación sitúa a Asia como la región más beneficiada, con un 43% de todos los fondos recibidos entre 2016 y 2018. Le siguen África (25%), América (17%), los países europeos que no forman parte de la UE (4%) y Oceanía (1%). El 10% restante son créditos y ayudas que se dirigen a varias regiones. Además, el 69% de los fondos va a parar a los países en desarrollo del denominado grupo de ingresos medios —el más numeroso y en el que se encuentran China, India y la mayoría de países latinoamericanos—, seguido de los Estados con los niveles de ingresos más bajos, que reciben el 8% y que se concentran en el continente africano.

El informe no desglosa las aportaciones de cada país desarrollado, entre otras razones porque mucha de esta financiación llega a través de entes colectivos, como la Unión Europea o entidades públicas como el Banco Europeo de Inversiones. Pero los datos de los últimos años apuntan a una reducción importante por parte de la financiación que proporciona Estados Unidos, que antes de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca era uno de los principales donantes. Un análisis del Instituto de Recursos Mundiales (WIR, en sus siglas en inglés) de los últimos presupuestos de Estados Unidos señala que la Cámara de Representantes —controlada por los demócratas— ha logrado mantener parte de esta financiación en los últimos años, aunque estos fondos llevan cayendo desde 2017. Este es otro de los campos en los que la posible salida de Trump de la Casa Blanca y los cambios en las dos cámaras del Congreso estadounidense podrían implicar un giro importante.

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