El líder de Vox, Santiago Abascal, a bordo de un tractor en una manifestación en Murcia el pasado miércoles.Edu Botella (Europa Press)
Tras guardar silencio durante casi dos días sobre la guerra interna del PP, Santiago Abascal publicó este viernes por la tarde un tuit críptico: “Lo que es malo para España es malo para Vox”. No se podría deducir de qué hablaba si no fuera porque (en el mundo político) nadie hablaba de otra cosa y porque, inmediatamente antes, la persona que lleva la cuenta de Abascal en la red social había retuiteado una encuesta que asegura que Vox da el sorpasso a un PP “en caída libre”.
Los dirigentes de Vox, que han normalizado el uso del insulto en el debate político, se han mostrado extremadamente cautos y prudentes al abordar la lucha intestina que desangra al principal partido de la oposición y su más directo competidor electoral. La secretaria general del grupo parlamentario, Macarena Olona, se declaró el jueves “sorprendida, espantada y horrorizada” por lo sucedido, aunque puso más el acento en el supuesto espionaje a la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que en el presunto caso de corrupción. En todo caso, llamó a actuar “con muchísima prudencia”, pues las denuncias son de “extrema gravedad”. Por su parte, la portavoz de Vox en la Asamblea de Madrid, Rocío Monasterio, pidió a la presidenta madrileña que se centre en gobernar porque los “rifirrafes y machetazos en Génova 13 [sede del PP]” no resolverán los problemas de los madrileños. “No voy a hablar de los problemas internos de otros”, respondió preguntada por la crisis del PP.
Finalmente, el vicepresidente político del partido, Jorge Buxadé, aseguró este viernes que se trata de “una cuestión interna que [los populares] tendrán que aclarar” y solo recordó que Vox reclama “transparencia y buena gestión del dinero público”.
La unánime cautela de los dirigentes de Vox responde al convencimiento de que expresar públicamente regocijo por la lucha fraticida en el seno del PP puede resultar contraproducente, al herir la sensibilidad de sus militantes y votantes. La mejor estrategia consiste en asistir en silencio al proceso de autodestrucción de su competidor y recoger luego los frutos. La mayor parte de los dirigentes de Vox han militado antes en el PP y lo conocen muy bien.
Vox no oculta de qué lado está en el enfrentamiento entre Casado y Díaz Ayuso. No solo se trata, como recordó este viernes Buxadé, de que con la presidenta madrileña han pactado su investidura y presupuestos, mientras que Casado respondió en octubre de 2020 a la moción de censura de Abascal con una dura descalificación personal. Además, Díaz Ayuso, como se ha puesto una vez más en evidencia, es discípula de la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre, como lo fue el propio Abascal, a quien esta última puso al frente de la Agencia Madrileña de Protección de Datos —un puesto tan inútil como bien remunerado, como él mismo reconoció— cuando se trasladó del País Vasco a la capital.
En Vox no descartan que la propia Díaz Ayuso y otros dirigentes del PP enfrentados a Casado, como Cayetana Álvarez de Toledo, pudieran acabar un día en sus filas, pero no quieren adelantar acontecimientos. De momento están centrados en negociar con un PP debilitado, por sus resultados en Castilla y León y su crisis interna, su entrada en el Gobierno de Mañueco, para lo que reclaman la presidencia de las Cortes, una vicepresidencia y un tercio de las consejerías. Su objetivo es que, en un futuro no lejano, el socio menor de la coalición de derechas sea el PP.
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